domingo, 17 de junio de 2012


El líder vivencia la relación entre el decir y el hacer - Nos venden imágenes irreales


Con frecuencia me sorprenden los anuncios de televisión y de la radio promocionando, a tiempo y a destiempo, algún tipo de producto. Conciben unos comerciales de película que nos transportan a situaciones propias del mundo ilimitado de la fantasía y casi, en cuestión de segundos, nos convierten en los protagonistas de tramas inverosímiles, generalmente con finales felices...
Enciende la tele y aparece una promoción. El presentador, con una sonrisa amplia, anuncia que si compra tal o cual aparato, con la más alta tecnología disponible en el mercado, adelgazará diez kilos por mes. “Es una oferta”, advierte, para anotar a continuación que la decisión de seguir con sobrepeso o tener un cuerpo perfecto, sea hombre o mujer, está en sus manos. Venden la idea de que ser gordito es una desgracia.
En otro canal, una mujer rejuvenecida anuncia que está disponible, por unos cuantos dólares, la fuente de la eterna juventud. Es una crema que reduce progresivamente todas las arrugas hasta hacerlas desaparecer. “Se verá joven nuevamente”, anuncia.
Seguimos pasando de un canal al otro y de pronto las imágenes son diferentes. En un auto último modelo, acompañado por dos chicas, un hombre que comparte su secreto con los televidentes. Era pobre hasta que adquirió el manual en el que se encuentran todos los números ganadores de la lotería. De la noche a la mañana su suerte cambió. Ahora es millonario, las mujeres le siguen y todo parece sonreír a su alrededor. El espectador guarda la sensación de que ser pobre antes que una condición, es lo peor que puede ocurrirle a un ser humano.
La lista sería interminable. La sociedad nos condiciona a pensar y a actuar de determinada forma. Y en el caso del liderazgo, nos presenta la imagen errada de que todos aquellos que marcaron un hito en la historia de la humanidad, fueron siempre hombres y mujeres con principios y valores que determinaron su éxito futuro. Ninguno –en apariencia—cometió fallas.
En caso de tratarse de servidores de Dios, fueron perfectos desde el mismo momento de su concepción. Nos presentan un concepto equivocado en el que todos aquellos que ejercen liderazgo, jamás se equivocan, no tienen fallas, evidencian las mejores relaciones interpersonales y, además, todo cuanto hacen sale bien.
Es tanto como vender un producto de la tele. Hay marketing de por medio. Una estrategia bien concebida para presentar unas características inigualables que crean necesidad y además, ofrecen una perspectiva muy novelesca de quien puede ocupar una posición relevante.
¿Un líder tramposo?
Ahora le formulo un interrogante ¿Qué pensar de un líder que buena parte de su vida se caracterizó por ser un tramposo?¿Cómo depositarle nuestra confianza cuando de antemano sabríamos que deseaba sacar ventaja?¿Qué lo llevó a convertirse en pieza clave para el cumplimiento de los planes de Dios?
Es probable que al meditar en estos tres interrogantes haya hecho un parangón con su vida y piense:”Si Jacob con esas “cualidades” llegó a cumplir una misión divina, ¿acaso no llegaré yo a ser un vaso útil en su obra?”. Sin duda que puede. Resta que se someta al Creador y permita que El lime todas las aristas, de manera que pueda constituirse en el instrumento que necesita para cumplir Sus planes en medio nuestro.
Un líder es visionario, pero no ventajoso
Suelo recordar los tiempos acerca de los cuales nos compartía mi abuelo Angelino Barco sobre un Vijes tranquilo, de casas grandes y solares interminables, con tejas de barro, chambranas de madera tallada a mano y callecitas polvorientas en las que la palabra empeñada tenía el valor de una Escritura Pública.
El fue desde siempre el Notario Público de aquél pueblecito y ante él se suscribían los documentos para la compra y venta de inmuebles así como el registro de quienes nacían. Pero salvo anotar en los libros quiénes veían la luz de la vida, tenía poco trabajo. Por años los textos en los que debía asentar información sobre negocios permanecieron en blanco. ¿La razón? Las personas hacían cualquier negociación confiando solamente en la palabra de su interlocutor. Había seriedad y compromiso para cumplir lo prometido. La palabra era suficiente.
Los tiempos cambiaron. Hoy nadie confía en nadie y menos, alguien depositará su confianza en quienes históricamente han faltado a lo prometido. Esa es la razón por la cual deducimos que Jacob –hijo de Isaac, de quien podemos leer en el capítulo  25 del libro, no era persona con la cual que se podía hacer ningún trato.
¿Un ejemplo sencillo? Lo invito para que leamos las Escrituras, y como si estuviéramos presentes en la escena, observemos qué ocurrió: “Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura. “Génesis 25:29-34).
Es probable que piense: “La culpa fue de Esaú que no valoró ser el primogénito”, pero ¡Cuidado! No podemos pasar por alto los atributos negativos de Jacob: oportunista, ventajoso, egoísta, carente de toda sensibilidad humana y miserable. ¿Podría el Señor obrar a través de un hombre así? Sin duda, pero fue necesario que se matriculara en la “Escuela de Dios”.
Algo que no podemos desconocer, sin embargo, es que Jacob pensó en el futuro. Fue visionario pero su forma de ejercer esa condición, y los medios que utilizó, no fueron los más recomendables.
¿Por qué utilizó Dios a Jacob? Para cumplir un plan previsto con antelación, en plena coincidencia con la promesa hecha a Isaac: “Habita como forastero en esta tierra, y estaré contigo, y te bendeciré; porque a ti y a tu descendencia daré todas estas tierras, y confirmaré el juramento que hice a Abraham tu padre. Multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente,( por cuanto oyó Abraham mi voz, y guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.”(Génesis 26:3-5). En tales circunstancias resultaba apropiado que Aquél que todo lo puede, puliera a Jacob hasta tenerlo en el punto necesario para ser Su instrumento.

El líder se gana los beneficios, no los sustrae

Imagine un grupo de encuestadores que llega a un Instituto Bíblico en cualquier ciudad de cualquier país. Distribuyen los formatos y, en el momento de procesarlos, encuentra que los futuros pastores aspiran tener “Una congregación enorme con solidez económica”.
Terminada la formación teológica, se encuentran con la necesidad de emprender la anhelada plantación de una iglesia a partir de cero, es decir, sin miembros, sin recursos económicos y sin templo.
¡Qué gran desilusión! Seguramente eso jamás lo imaginó el recién graduado. Esperaba que, concluido su ciclo académico, pondrían bajo sus hombros la guía de una comunidad de creyentes establecida. Olvidó que es necesario ganarse los beneficios y no esperar que todo caiga del cielo, como el maná.
Si Jacob hubiese ido al Instituto Bíblico, habría sido uno de tales estudiantes. Era el tipo de personas que esperan llegar a la cima, pero no subiendo el sendero, sino utilizando un teleférico.
¿Una razón? Lo que hizo para agenciarse la bendición de su anciano padre Isaac. Era ya viejo, no podía ver, y fácilmente podía confundir la voz de las personas.
En tales circunstancias “...llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí. Y él dijo: He aquí ya soy viejo, no sé el día de mi muerte.  Toma, pues, ahora tus armas, tu aljaba y tu arco, y sal al campo y tráeme caza; y hazme un guisado como a mí me gusta, y tráemelo, y comeré, para que yo te bendiga antes que muera Rebeca estaba oyendo, cuando hablaba Isaac a Esaú su hijo...”(Génesis 27:1-5).
Lo que describe el pasaje a continuación es muy similar al argumento de una novela de buenos y malos, en el que la madre malvada recomienda a su hijito Jacob que engañe a su padre utilizando piel de carnero en sus brazos y ropas de su hermano, para que al acercarse su progenitor le confunda con Esaú y obtener así la preciada bendición.
“Y se acercó Jacob a su padre Isaac, quien le palpó, y dijo: La voz es la voz de Jacob, pero las manos, las manos de Esaú. Y no le conoció, porque sus manos eran vellosas como las manos de Esaú; y le bendijo.”(Génesis 27:18-23).
¿Se imagina la crisis que desencadenó este engaño? Jacob fue repudiado por su hermano Esaú cuando se enteró de las estratagemas que utilizó para robarle la bendición patriarcal. El desenlace lo podemos leer en el capítulo 27 del Génesis, versículos del 30 al 41.

Un líder cuida de sus acciones

Hace pocos días en la televisión observaba a un ministro evangélico mejicano. Resaltó en su conferencia la importancia de cuidar las acciones del presente, previniendo que en el futuro no experimentemos las consecuencias de los errores.
Sin embargo con frecuencia los líderes caen en el emocionalismo que les lleva a reaccionar más con el corazón que con la razón, o quizá bajo el amparo del cargo que ocupan y llegan a obrar con tiranía.
Todo lo que se deriva de sus actos se puede apreciar con el paso del tiempo. Eso fue justo lo que ocurrió con Jacob: Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob. Y fueron dichas a Rebeca las palabras de Esaú su hijo mayor; y ella envió y llamó a Jacob su hijo menor, y le dijo: He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán...”(Génesis 28:41-44).
¿Ha tomado tiempo para revisar sus actuaciones? Es importante que lo haga, cualquiera sea la posición de liderazgo que ocupe. Recuerde que en el futuro cosechará lo que sembró hoy.
El auto examen es fundamental en la vida del cristiano. Nos permite identificar errores y a la vez, crecer. Forma parte del proceso que cumplimos cuando, camino a ser líderes de excelencia, nos matriculamos en la “Escuela de Dios”.
PREGUNTAS 
1. Aún con nuestras fallas, errores y limitaciones, ¿Qué podemos hacer para convertirnos en instrumentos de Dios?
2. ¿Qué lección aprendemos de la acción de Jacob sobre su hermano Esaú cuando le compró su progenitura conforme a Gén 25:29-34?
3. ¿Qué hizo que el Señor utilizara a Jacob como líder?
4. ¿Qué  cosas nos muestra –enseña- el Señor al usar a Jacob como líder?

5. ¿Qué consecuencias negativas trajo en su familia y en su vida el que Jacob robara la progenitura a Esaú?

6. ¿Por qué es importante autoevaluarnos?

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