GUIAS
PARA EL ENTENDIMIENTO DE LAS ESCRITURAS
“Abre
mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”. (Salmo 119:18).
Hay
unas ciertas guías que cada uno debemos seguir respecto a la
Palabra de Dios. Les garantizo que si ustedes siguen estas guías,
gozarán de mucha bendición en sus corazones y vidas. Ciertamente
deben de haber estas guías en el estudio de la Palabra. Hoy en día
un frasco de remedio por lo simple que sea, un tónico o algo para
un resfrío, lleva sus indicaciones. Cualquiera cosita que se
compre en una de esas tiendas “Todo a Real” lleva
instrucciones para su empleo. Si es que las cosas de este mundo
han de llevar indicaciones para su uso, ciertamente la Palabra
importantísima de Dios debe de llevar unas guías para el
estudio de ella. Quisiera mencionar 7 declaraciones muy
sencillas que a la vez son fundamentales y preliminares, las
cuales servirán de guías para el estudio de las Escrituras.
1.
Empiece con oración,
2.
Lea la Biblia,
3.
Estudie la Biblia,
4.
Medite en la Biblia,
5.
Lea lo que otros han escrito acerca de la Biblia,
6.
Obedezca la Biblia,
7.
Particípela a otros.
Bien
pueden añadir otras más a la lista pero yo creo que estas son
las fundamentales y principales. Alguien lo ha dicho en una manera
muy breve y persuasiva: “La Biblia —apréndela de memoria; guárdela
en su corazón; muéstrala por su vida; siémbrala en el mundo”.
Esa es la manera de expresar algo que presentaremos aquí.
1.
EMPIECE CON ORACION
Como
ya vimos al tratar del tema de la iluminación, la Biblia es
diferente de cualquier otro libro en que es el Espíritu Santo sólo,
el que puede abrir nuestro entendimiento para que la entendamos.
Ustedes pueden coger un libro sobre la filosofía y puesto que un
hombre lo haya escrito, un hombre lo puede entender. Es igual en
cuanto a la matemática superior, o de cualquier otra materia. No
ha habido ningún libro que haya sido escrito por hombre que otro
no puede entender. Pero la Biblia es diferente. No se puede
entender la Biblia a menos que el Espíritu Santo sea el
instructor. El desea enseñarnos. Es un hecho positivo que nuestro
Señor nos dijo, “El os guiará a toda la verdad” (Juan
16:13). Al abrir la Palabra de Dios debemos de orar con el
salmista:
“Abre
mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.” (Salmo 119:18).
Cuando
el salmista escribió estas palabras, claro que él estaba pensando
en el sistema moisíaco. Hoy día lo extendemos para incluir los
66 libros de la Biblia, y podemos decir, “Abre mis ojos, y miraré
las maravillas de Tu Palabra.”
Cuando
el apóstol Pablo oraba por los efesios en Efesios, el capítulo
1, no oraba que tuviera la buena salud física (él podría
haberlo orado en otro tiempo), ni oraba que se enriquecieran (no sé
si jamás orara por aquello), mas la primera oración a favor de
los efesios se apunta en su epístola escrita a ellos:
Por
esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor
Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de
dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones:
Ahora,
¿para qué oraría Pablo? Aquí está:
Para
que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé
espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él,
alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál
es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de
la gloria de su herencia en los santos. (Efesios 1:17, 18).
No
ven, que la oración de Pablo es que tengan una sabiduría y entendimiento
de la revelación del conocimiento de él, y la revelación está
aquí en el libro. Deseaba que conocieran la Palabra de Dios;
deseaba que sus ojos y entendimiento fueran alumbrados. Quería
que supieran algo de la esperanza del llamamiento que tenían en
Cristo. Esta es la oración del apóstol Pablo, y si alguien se
acuerda de mí en la oración, esta es la oración que quiero que
eleve —que mis ojos espirituales sean abiertos. Me gustaría
recordar a ustedes en oración así. Creo que la cosa más
importante para ustedes y para mí hoy día es saber la voluntad
de Dios, y la voluntad de Dios es la Palabra de Dios. No nos es
posible conocer la Palabra de Dios a menos que el Espíritu de
Dios sea nuestro Maestro. Eso es lo que dice Pablo en su primera
epístola a los corintios:
Y
nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu
que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha
concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas
por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu,
acomodando lo espiritual a lo espiritual. Pero el hombre natural
no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él
son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente. (I a Corintios 2:12-14).
La
razón por la cual tantos no entienden nada de la Biblia es
simplemente porque no dejan que el Espíritu de Dios les enseñe.
La Palabra de Dios es diferente que cualquier otro libro porque
el hombre natural no puede percibir estas cosas, y le son locura.
Dios nos ha dado el Espíritu para que sepamos las cosas que nos
son dadas libremente de Dios. El sólo es nuestro Maestro; El sólo
puede tomar la Palabra de Dios y darle significado.
Dios
quiere comunicársenos por medio de Su Palabra escrita. Pero es un
libro sobrenatural, y no nos comunicará por la razón sencilla de
que sólo el Espíritu de Dios puede tomar las cosas de Cristo y
revelárnoslas. Fíjense en este versículo de Escritura, el cual
es muy interesante:
Porque
¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el Espíritu
del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas
de Cristo, sino el Espíritu de Dios. (I a Corintios 2:11).
En
una manera muy breve y comprensible este versículo expresa la razón
por la cual el Espíritu de Dios ha de ser nuestro Maestro.
Ustedes y yo nos entendemos, pero no entendemos a Dios. Creo que
hoy día es pura tontería hablar acerca de una generación con la
cual no podemos comunicarnos, y que hoy existe una brecha entre
generaciones. Reconozco que siempre ha existido una brecha hasta
cierto punto. Siempre ha sido difícil que una persona mayor y un
joven estén enteramente de acuerdo. Pero sí podemos comunicarnos
porque todos somos seres humanos. Francamente, no puedo entender a
Dios a menos que se me revele. Solía preguntarme cómo se
sentiría Dios en un funeral. Hallo que Jesús asistió al funeral
de Lázaro y que lloró. Yo sé cómo se siente Dios en cuanto a
muchas cosas hoy en día porque el Espíritu de Dios por medio
de la Palabra de Dios me las ha revelado.
Al
servir yo de pastor en Nashville, Tennessee, me levanté una mañana
y daba un vistazo a unas 5 pulgadas de nieve que había caído
durante la noche. Cubría toda la fealdad con una manta blanca y
bella. Me sentaba en mi estudio en el piso de arriba admirando la
vista cuando me fijé en que uno de los ancianos de la iglesia que
vivía al lado, salió al porche llevando dos cubos para carbón
llenos de cenizas, las cuales el anciano iba a descargar en el
fondo. Lo vi detenerse un momento para mirar la vista, y yo
simplemente me sonreía porque sabía como se sentía él —exactamente
como yo me sentía al mirar la nieve que había caído durante la
noche. Pero al avanzar él, se resbaló. No queriendo esparcir las
cenizas, aguantó los cubos a un lado y dio contra la escalinata y
se golpeó duro. No podía aguantar yo la risa. Supongo que si aún
se hubiera desnucado, me habría reído. Me fijé en que miró a
su alrededor y al estar satisfecho de que ninguno lo hubiera
visto, se levantó con gran satisfacción y empezó su caminito
de nuevo. A medio camino, volvió a caerse y esta vez se golpeó aún
más duro cayendo hasta la calzada. Esta vez miró de veras a su
alrededor. No ven, que no quería que alguien viera lo que le había
sucedido. Y yo sabía cómo se sentía él. Pues, me sentiría
igual. El anciano se levantó de nuevo; y llegó al fondo y
descargó las cenizas. Al regresar al porche miró la vista de
nuevo. No creo que esta vez fuera para admirar la vista sino para
asegurarse de que ninguno lo hubiera visto caer. No dije ni una
palabrita hasta el domingo en la mañana. Cuando entré en la
iglesia, fui por donde estaba sentado él, me inclinaba y le dije,
“Tu sí te veías muy cómico ayer llevando las cenizas”. Me
miró pasmadamente y me dijo, “¿Me veías” Le contesté
que sí. “Pues,” me decía, “Yo creía que ninguno me vio.”
Y luego le dije, “Yo pensaba eso. Yo sabía exactamente cómo tú
te sentías.” No ven, que él tiene un espíritu humano y yo
también tengo un espíritu humano, y nos entendemos. No creo que
haya tanta brecha entre generaciones en ninguna parte, porque creo
que los seres humanos nos entendemos. Mas, ¿quién es capaz de
entender a Dios? El Espíritu de Dios. Por eso es preciso que el
Espíritu de Dios nos enseñe, acomodando lo espiritual a lo
espiritual.
Renan,
el escéptico francés, lanzó un ataque sobre la Palabra de Dios,
como bien saben. Sin embargo, escribió un libro sobre la Vida de
Cristo. Su libro se divide en dos secciones. Una es la sección
histórica, y la otra es su interpretación de la vida de Cristo.
En cuanto a la Primera sección, es probable que nunca haya
escrito ningún hombre una historia de la Vida de Cristo más
excelente que esta. Pero su interpretación de ella es
positivamente absurda. Podría haberla interpretado mejor un niño
de 12 años que asiste con regularidad a una escuela dominical. ¿Cómo
se lo explica? Pues, el Espíritu de Dios no les enseña la
historia ni les revela los hechos que ustedes por su propia cuenta
pueden averiguar; cualquier inteligente los sabe hallar. Pero la
interpretación es cosa totalmente distinta. El Espíritu de
Dios ha de interpretar, y El sólo debe de ser el Maestro para
guiarnos a la verdad. Es preciso que el Espíritu de Dios abra los
ojos para que veamos.
Hemos
de pedir Su ayuda. En Juan, el capítulo 16, el Señor Jesús
dice:
Aún
tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis
sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os
guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta,
sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas
que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío,
y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso
dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todavía un poco,
y no me veréis; porque voy al Padre. (Juan 16:12-16).
No
ven, que el Señor Jesús nos dice qué hemos de pedir. Tiene
muchas cosas para nosotros y quiere revelarnos estas cosas por
medio del Espíritu Santo. De nuevo, en el capítulo 14 de Juan,
Cristo dice:
Mas
el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo
que yo os he dicho. (Juan 14:26).
El
Espíritu Santo es el Maestro, y ha de ser el único para guiarnos
a toda la verdad, mis amados. Si aprenden cualquiera cosa por
medio de este programa de estudio bíblico, no será porque este
pobre predicador es su maestro. Aprenderán porque el Espíritu de
Dios está abriéndoles la Palabra de Dios.
Esta,
pues, es la primera guía: Empiece con oración, y pida que el Espíritu
de Dios sea su Maestro.
La
segunda guía les puede parecer una simplificación excesiva.
2.
LEA LA BIBLIA
Alguien
preguntó a un gran erudito relativo a Shakespeare, “¿Cómo se
estudia a Shakespeare?” Su contestación fue muy concisa,
“Lea a Shakespeare.” Y, yo les diría a ustedes, “Lean la
Palabra de Dios.” Si quieren saber lo que la Biblia dice, lean
la Biblia. Además de lo que cualquier maestro les pueda enseñar,
es de mucha importancia que lean ustedes mismos lo que dice la
Biblia.
El
Doctor G. Campbell Morgan ha escrito unos libros muy maravillosos
y provechosos sobre la Biblia. Tiene una serie de libritos
llamados “Mensajes Vivientes de los Libros de la Biblia”.
Abarca cada uno de los 66 libros de la Biblia. Yo no conozco nada
que sea mejor que esta serie. Me influía mucho en mi estudio de
la Palabra cuando yo era estudiante. Se decía que el Doctor
Morgan no pondría nada por escrito hasta que hubiera leído por
50 veces un libro particular de la Biblia. Por lo tanto, mis
amigos, no se cansen de hacer bien. Lean la Palabra de Dios. Si no
la entienden la primera vez, léanla por segunda vez. Si no la
entienden la segunda vez, léanla por tercera vez. Sigan leyéndola.
Permítanme decirles que no perderán el tiempo. Debemos averiguar
los hechos de la Palabra de Dios.
Se
encuentra un incidente muy interesante en el libro de Nehemías:
Venido
el mes séptimo, los hijos de Israel estaban en sus ciudades; y
se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está
delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba
que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había
dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la
congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que
podían entender, el primer día del mes séptimo. Y leyó en el
libro delante de la plaza que está delante de la puerta de Las
Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de hombres y
mujeres y de todos los que podían entender; y los oídos de
todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley. (Nehemías
8:1-3).
Este
es un pasaje muy notable de las Escrituras. No ven, que estas
personas habían estado en la cautividad babilónica por unos
setenta años; muchos de ellos nunca habían oído la Palabra de
Dios. No se circulaba mucho en aquel entonces, y no había tantas
versiones distintas que se publicaban, ni hubo en preparación
las de ser publicadas. Es probable que hubiera una sola, o tal vez
dos copias en existencia, y Esdras tenía una de ellas. Se paró y
leyó delante de la puerta de Las Aguas.
Y
leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido,
de modo que entendiesen la lectura. (Nehemías 8:8).
Veo
desde la manera en que se relata la historia, que apostaron a hombres
de la tribu de Leví en ciertos lugares entre la gente. Después
de leer alguna porción, Esdras dejaría de leer para que los que
escuchaban tuvieran la oportunidad de hacerles preguntas a los
hombres que se apostaban para explicárseles la Biblia.
Y
los levitas hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba
atento en su lugar. (Nehemías 8:7b).
No
solo leían la Palabra, sino también causaron que el pueblo entendiera
lo que leían. Nos falta leer la Biblia.
Hay
tantas distracciones hoy que nos quitarían del estudio de la Palabra
de Dios. Una de las distracciones más grandes es la iglesia misma.
La iglesia se compone de comités, organizaciones, banquetes y
diversiones, y proyectos de fomento hasta el punto que ni aún
trata de la Palabra de Dios en muchas iglesias hoy día. Hay
iglesias que han eliminado de un todo el servicio de predicación.
En su lugar ofrecen una hora en que las personas se expresan, y se
dicen lo que opinan. No considero ninguna cosa ser más infantil,
ni más pérdida de tiempo que aquello. Yo lo creo ser más bien
una buena excusa de un predicador perezoso, el cual no leerá ni
estudiará la Biblia, y así evita su deber de predicar. Veo que
hay tantos miembros de iglesias que son desconocedores de la
Biblia. Simplemente no conocen la Palabra de Dios. Hace años que
la enseñan en la iglesia corriente. Nos falta leer la Biblia, y
hay que profundizarla de veras. No es suficiente leer sólo unos
versículos favoritos. Hay que leer toda la Palabra de Dios. Ese
es el único método de conocerla, mis amigos, y es el método de
Dios.
Luego,
la tercera guía es...
3.
ESTUDIE LA BIBLIA
Hace
años alguien se acercó al Doctor Morgan y le dijo, “Usted
habla como si fuera inspirado.” El Doctor Morgan le respondió,
“La inspiración está compuesta de 95 por ciento de sudor”.
Hay que estudiar la Biblia. Debemos darnos cuenta de que el Espíritu
de Dios no nos enseñará algo que bien podemos aprender por
estudiarla. Yo solía enseñar la Biblia en un instituto bíblico
y las clases se integraban de toda clase de jóvenes. Entre ellos
había unos individuos muy piadosos y yo llegaba a comprender a
estos jóvenes con el pasar del tiempo. Confieso que al principio
yo no los comprendía nada. Encontré que su fachada piadosa
tapaba un vacío y una ignorancia grande en cuanto a la Palabra de
Dios. Algunos de ellos no estudiarían la noche antes de un examen.
Siempre se justificarían en que estaban ocupados en un culto de
oración, o en otro tipo de servicio. Yo tenía el presentimiento
de que algunos creyeran que podrían dejar puesta la Biblia debajo
de la almohada de noche, y que al dormirse les iba a surgir por el
mismo edredón los nombres de los reyes de Israel y de Judá. Créanme,
que no se filtrarán por el edredón. Tenemos que consagrarnos y
estudiar la Palabra de Dios. Cuando yo estudiaba en la universidad,
un compañero de una clase bíblica decía, “Doctor, nos ha
asignado una porción que es muy seca”. Sin perder un paso, el
profesor le dijo, “Pues, mójela con un poquito del sudor de su
rostro.” La Biblia debe ser estudiada y es muy importante que
veamos esto. No creo que El les esté revelando verdades a
personas perezosas. Después de todo, ustedes nunca aprenderán
los logaritmos, ni la geometría, ni el griego por sólo leer un
capítulo sobre la materia antes de acostarse de noche.
Ahora,
puedan quedar escandalizados cuando digo que no recomiendo la
lectura devocional de la Biblia. Por un período de años he
aprendido que muchísimas personas celebran fielmente lo que
llaman la lectura devocional pero quedan desconocedores de la
Biblia. Me hospedé con una familia por unos ocho días cuando
estaba predicando en un pueblo de Tennessee. Celebramos la hora
devocional todas las mañanas en el desayuno. Lastimosamente, el
desayuno siempre se servía algo tarde, y Susita y Memo tenían
prisa en salir para la escuela. Estoy seguro de que ellos ni aún
supieron lo que se leía. El padre quería salir al trabajo, y por
lo general leía una pequeña porción, y luego decía, “Pues,
como no nos queda mucho tiempo, leeré esta porción que nos es
conocida.” Y créanme, que a la verdad el tiempo fue corto. Al
terminar la lectura, los dos niñitos salieron de la mesa como si
hubieran sido tirados de una escopeta, y el padre salió casi tan
rápido como ellos salieron. La madre quedó con la losa y yo me
preguntaba si de veras ella oyó lo que se leyó, o no. Resolví
allí mismo que en el hogar mío nunca celebraríamos la lectura
devocional así. He tratado siempre de animar a los miembros de la
familia mía que lean la Biblia por su propia cuenta. Aquella es
la lectura que es provechosa.
Alguien
dirá que tiene su lectura devocional de noche después de que se
termina el día. Pero, ¿no es que la lee precisamente antes de
acostarse, cuando ya se ha metido en la cama, y los ojos están
para cerrarse, y luego vuelve a una porción de la Escritura y la
lee? Mi amigo, no le es posible aprender la matemática así, ni
la literatura, ni la Biblia. Hay que estudiar la Palabra de Dios.
Creo que ha de leerla cuando puedan dedicarle tiempo. Si no
encuentran tiempo, deben apartar unos 30 minutos, o una hora para
ello. Si es que ustedes hacen las cosas casualmente como yo las
hago, luego encontrarán que un día leerán unos 30 minutos, al
próximo día leerán unos 5 minutos, y al otro día unas 2, o 3
horas. No dicto una lista larga de reglas particulares, pero sí
creo que cada persona debe leer la Biblia por su propia cuenta.
Creo que es importante animar a los niños que lean la Biblia. Hay
personas que creen que deben de celebrar la lectura devocional
juntos. Bien. Si es el método que Dios les guía leerla, léanla
así. Pero, bien puedo garantizarles que no serán estudiantes
inteligentes de la Biblia aún después de pasar 20 años leyéndola
del método devocional. La Biblia es de ser estudiada
inteligentemente.
Se
ha dicho de Juan Wesley que era un hombre de un sólo libro. ¿Qué
es lo que le hacía un hombre de un sólo libro? Pues, se
levantaba todas las mañanas a las cuatro y a las cinco para leer
la Biblia. Me dicen que leía la Biblia en 5 idiomas varios. Créanme
que él sí estudiaba la Palabra de Dios. A ustedes y a mí nos
hacen falta estudiar la Palabra. Nos falta sacar de ella su
significación.
Esto
me conduce a la cuarta guía:
4.
MEDITE EN LA BIBLIA
La
meditación es algo que Dios enseñaba a Su pueblo. La Palabra de
Dios había de estar delante de los hijos de Israel todo el tiempo
para que meditaran en ella.
Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y
las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu
casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te
levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán
como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de
tu casa, y en tus puertas. (Deuteronomio 6:6-9).
Esta
es una declaración admirable la que el Señor nos ha dado. Les
dijo que escribieran la Palabra de Dios en todas partes para que
quedara grabada en sus corazones y vidas. En otras palabras, a
dondequiera que vieran les era como mirar las vallas anunciadoras.
No se puede pasear por nuestras calles y carreteras sin ver las
vallas anunciadoras que hacen publicidad de las bebidas alcohólicas
y los cigarrillos. Ahora se puede comprender porqué las personas
hoy en día toman tanto licor, y porqué fuman cigarrillos. Es
porque queda delante de su vista todo el tiempo. El Señor conoció
la naturaleza humana. Nos conoce, y le mandó a Su pueblo poner la
Palabra donde la verían. Estaba en sus postes, en sus puertas, la
llevaron en los vestidos, y eran de hablar de ella cuando
caminaban, cuando se sentaban, y cuando se acostaban. Dios exigió
que Su pueblo meditara en la Palabra.
Ahora,
¿qué significa en verdad meditar en la Palabra de Dios? Hay una
declaración muy interesante en el primer Salmo:
Bienaventurado
el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino
de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino
que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de
día y de noche. (Salmo 1:1, 2).
El
meditar es reflexionar, recordar, y considerar una y otra vez. La
vaca reflexiona cuando rumia. Ustedes saben que la vaca sale de mañana
y apacienta en las horas cuando el pasto está refrescado. Luego,
a la salida del sol, y cuando hace calor, la vaca se echa bajo un
árbol, o sea para allí mismo en la sombra. La ve rumiando y se
pregunta qué es lo que mastica la vaca. Ella quedará rumiando
por una hora, o dos. Bueno, ella está meditando, mi amigo. Se
dice que una vaca tiene varios estómagos. Por la mañana ella
come el pasto algo de prisa, y lo acumula en uno de los estómagos.
Luego, en la tarde cuando hace calor, medita en ello. Lo cambia de
un estómago al otro, y en el proceso lo rumia bien de nuevo. Permítanme
decirles que eso es lo que necesitamos aprender a hacer respecto a
la Palabra de Dios. Hay que tomar lo que hemos leído y
estudiado, y luego meditar en ella.
Al
preparar yo un mensaje, muchas veces tomo un versículo de la
Escritura y paso horas leyéndolo una y otras veces, y comprobando
lo que otros han dicho tocante a ello, y simplemente lo vuelvo a
leer. En fin, encuentro que una verdad nueva brotará de aquel
pasaje. Oí decir al Doctor Harry Ironside que había escuchado un
discurso sobre el Cantar de los Cantares, el cual lo dejó
descontento. Dijo que leía el Cantar de los Cantares repetidas
veces. En efecto, se arrodillaba rogándole al Señor que le diera
un entendimiento de ello pues, no lo entendía. Lo leía una y
otras veces por unas semanas y meses, y por fin, una nueva luz le
salió de aquel libro. Ahora, cuando yo enseño el Cantar de los
Cantares, por lo general doy la interpretación de él por dos
razones: satisface la mente y el corazón mío más que cualquiera
interpretación que haya oído yo, y también sé que el hombre
que dio esa interpretación pasaba mucho tiempo en la meditación
del libro.
Hay
los que nos escriben diciendo que la esposa escucha nuestro estudio
bíblico por radio en el hogar, y que el esposo lo escucha en el
trabajo. En la hora de la cena los dos discuten lo que se enseñaba
de la Biblia ese día. Esa es la meditación. Es repasarla
repetidas veces.
¿Cuántos
de ustedes, después de tener la lectura devocional, meditan en la
misma porción durante el día? La mayoría la leen y luego se la
olvidan. Pasan unos 30 minutos, y ellos ni recuerdan lo que se
leía en el desayuno. O, si la leen de noche, se acuestan en la
cama lo más rápido que les sea posible, apagan la luz, y se
duermen olvidándosela por completo. La meditación llega siendo
un arte casi perdido en nuestra sociedad contemporánea.
Francamente, la televisión en muchos hogares elimina la posibilidad
de meditar, y está cambiando la vida espiritual de muchas
familias. Una de las razones por la cual nuestras iglesias tienen
una frialdad y una indiferencia en cuanto a la Palabra de Dios es
simplemente debido a la falta de meditación en la Palabra de Dios.
Ustedes
recordarán que aquel eunuco etíope que leía en Isaías mientras
que iba por el camino. Realmente estaba estudiando Isaías porque
había llegado a una porción que no entendía, y tuvo dificultad
con ella. Como no sabía lo que significaba, la volvió a leer
muchas veces. Aquí está un hombre, pues, el cual está leyendo
y estudiando, y el Espíritu de Dios le abrirá la Palabra de Dios.
Por eso, el Espíritu guió a Felipe al etíope para explicarle
el capítulo. Le abrió un mundo nuevo y l1egó a conocer a Cristo.
La narración dice que siguió gozoso. ¿Qué era lo que le hizo
regocijar? Estaba meditando, mis amigos. Reflexionaba sobre el capítulo
53 de Isaías. ¿Jamás han meditado ustedes en aquel Cordero
que fue llevado como oveja al matadero? ¿Quién era? Bajó a la
tierra y se identificó con nosotros, los cuales nos descarriamos
como ovejas, cada cual se apartó por su camino. Y Jehová cargó
en él el pecado de todos nosotros. ¿Con cuánta frecuencia
meditan sobre estas cosas? Bueno, el etíope sí meditaba. Siempre
ha sido una cuestión de especulación en cuanto a lo que hizo el
etíope después de confiar en Cristo. La tradición dice que
regresó a su tierra y fundó la iglesia cóptica de Etiopía. Eso
bien pueda ser, pero no sabemos si es verdad, o no. Lo interesante
es que siguió gozoso, y eso nos hace saber que estaba meditando
en la Palabra de Dios.
5.
LEA LO QUE OTROS HAN ESCRITO ACERCA DE LA BIBLIA
Reconozco
que esta gula pueda ser algo peligrosa porque tantas personas
dependen simplemente de lo que han dicho otros acerca de la Biblia.
Hay tantos libros que han salido hoy en día, los cuales dan mala
enseñanza tocante a la Palabra de Dios. Hay que comprobar todo lo
que se escribe por medio de la Biblia misma.
Sin
embargo, es importante leer un buen comentario sobre cada libro de
la Biblia. Se fijarán en que todos los bosquejos que les enviamos
contienen una lista de ciertos libros que se recomienda para el
estudio de cada libro de la Biblia. Hay muchos comentarios que han
salido en castellano y el librero en la librería evangélica les
ayudará a escoger los comentarios que les servirán de mucha
ayuda. En realidad ustedes adquieren así la dulzura y estudio
refinado de los siglos cuando leen los libros escritos por hombres
que han sido guiados por el Espíritu de Dios. Debemos aprovecharnos
de estos.
Hablen
también con el librero en cuanto a las concordancias y los
diccionarios bíblicos que hay para su estudio bíblico.
Ahora,
todo maestro y predicador del Evangelio tiene una colección de
libros que estudia y que son de mucha importancia. Alguien
preguntará, ¿debo repetir palabra por palabra el texto que otro
ha escrito? No, eso nunca se debe hacer a menos que nombre la obra
que se copia. Pero, sí tiene el derecho de usar lo que otros han
escrito. Me han dicho que unos de los mensajes míos son
predicados por otros, y a veces no reconocen al autor de ninguna
manera. En cuanto a mí, no me importa pero sí revela el carácter
del individuo que hace uso de una materia ajena citándola palabra
por palabra, y no la reconoce. Un profesor en el seminario resolvió
este problema de la manera siguiente. Cuando le pregunté si
debiera citar a otros escritores, o no, le decía, “Usted debe
pacer en los pastos de todos, pero debe dar su propia leche.” Y
eso quiere decir que han de leer lo que otros han escrito, pero es
esencial que lo mediten bien para expresarlo del modo suyo. Sí,
tienen el derecho de hacer eso. Lo importante es que debemos
aprovecharnos del estudio de otros hombres sobre la Palabra de
Dios.
6.
OBEDEZCA LA BIBLIA
Para
el entendimiento y el estudio de las Escrituras, la obediencia es
esencial. Abram es un ejemplo de esto. Dios se le apareció cuando
le llamó a salir de Ur de los caldeos, y de nuevo cuando estaba
en la tierra prometida. Mas Abram huyó a Egipto cuando hubo
hambre, y durante este tiempo Dios no tenía ninguna palabra para
él. No fue hasta después de que Abram regresó a la tierra
prometida que Dios se le apareció de nuevo. ¿Por qué? Por falta
de la obediencia. Hasta que Abram obedeciera lo que Dios ya le había
revelado, Dios no estaba dispuesto o revelarle una nueva verdad. Y
así sucede con nosotros. Cuando obedecemos, Dios nos revela
verdades nuevas.
Aún
el Evangelio, el cual es dado para salvar nuestras almas, es dado
para que lo obedezcamos. El documento más grande que ha sido
escrito sobre el Evangelio es la epístola a los Romanos. Creo que
encierra entre comillas el tema de la obediencia. Comienza con la
obediencia en Romanos 1:5:
Y
por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia
a la fe en todas las naciones por amor de su nombre.
Y
al final de la epístola, Pablo vuelve a la obediencia en su capítulo
16, y el versículo 26:
Pero
que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los
profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a
conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe.
“Para
que obedezcan a la fe” son las últimas palabras de Pablo en
esta epístola. ¿Qué queda entre las comillas de la obediencia?
Pues, nos presenta el documento más grande sobre lo que es el
Evangelio, la gran sección doctrinal y la gran sección práctica.
Verán que la última parte tiene que ver con deberes, lo que
hemos de hacer. Pablo puso este asunto de la obediencia como unas
comillas al Evangelio.
“Para
que obedezcan a la fe”. Esto es donde se desviaron Adán y Eva.
Ella no sólo escuchaba a Satanás, el enemigo de Dios, sino también
desobedeció a Dios.
Obedecer
a Dios es muy importante y debemos reconocer que Dios no
continuará revelándonos verdades si llegamos a ser desobedientes.
Debemos obedecer la Biblia si es que pensamos sacar provecho de la
lectura de ella.
La
obediencia también es importante porque hay personas que juzgan
la cristiandad por la vida suya, y la mía, y nos miran hoy en día.
Cowan bien ha dicho, “La mejor manera de defender el Evangelio
es por vivir una vida digna del Evangelio.” Aquella es la manera
de probar que es la Palabra de Dios.
Cuatro
predicadores discutían los méritos de las varias traducciones de
la Biblia. A uno le gustó mejor una versión porque tenía el
lenguaje simple y bello. A otro le gustó aún otra porque era
literal y dijo que llegó más próxima al texto hebreo y al
griego. A otro le gustó una traducción moderna por su
vocabulario corriente. El cuarto predicador quedó callado. Cuando
le pidieron que expresara su opinión, contestó, “Me gusta
mejor la versión de mi madre. La traducía a la vida, y era la
versión más convincente que jamás he visto”.
Recordarán
que Pablo escribió a los corintios:
Nuestras
cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas
y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta
de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de
carne del corazón. (II a Corintios 3:2, 3).
¡Cuán
importante es obedecer la Palabra de Dios, obedecer la Biblia! Yo
creo que hoy día los que son miembros de iglesias perjudican más
la cristiandad que cualquier otro grupo. Esa es una de las razones
hoy por la cual vemos toda esta rebelión fuera de la iglesia.
Rebelión contra el establecimiento es rebelión contra la iglesia
porque ella es el establecimiento. En un cartel que se llevaba
durante una marcha de protesta se escribían cuatro palabras:
“Iglesia —No; Jesús —Sí”. Francamente, no hay duda de
que las vidas que llevan muchos cristianos causan que se aparten
muchos de la iglesia hoy en día. Había un abogado en Inglaterra
hace años a quien le preguntaban porqué no llegó a ser
cristiano. Les respondió así, “Yo también podría haberme
llegado a ser cristiano si no hubiera conocido a tantos que
profesaban ser cristianos”. ¡Que lástima! Hemos de examinar
nuestras vidas respecto a esto. ¡Cuan importante es obedecer la
Palabra de Dios!
7.
PARTICIPELA A OTROS
No
sólo lean la Biblia; no sólo mediten en ella; no sólo lean lo
que otros han escrito acerca de ella, sino también particípenla
a otros. Eso es lo que debemos hacer. Creo que llegarán a un
punto de saturación en el estudio de la Palabra a menos que la
participen a otros. Dios, por alguna razón, no les dejará
retirarse de los hombres y llegar a ser un tipo de enciclopedia bíblica
ambulante, sabiéndola toda mientras los demás quedamos
ignorantes. Es por esa razón que declaró:
No
dejando de reunirnos, como algunos tienen por costumbre, sino
exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca.
(Hebreos 10:25).
Dios
nos ha mandado a ser testigos. Dijo, “Y me seréis testigos.”
No dijo que hayamos de ser eruditos, ni enciclopedias ambulantes,
ni libros de memoria. Hemos sido llamados a ser testigos hoy en día,
y por lo tanto debemos de participar la Palabra a otros.
Aprendí
esta lección cuando estaba en el seminario. Servía de pastor en
una iglesia pequeña igual como también servían cinco de mis
compañeros. Descubrimos al graduarnos que nos habíamos
adelantado un año, por lo menos, a los otros miembros de la clase.
¿Por qué? ¿Éramos más inteligentes que los otros? No. Era
porque habíamos participado lo que aprendíamos a otros. Dios
hacía afluirnos mucho más que lo haría de otro modo.
Mi
amigo, particípela.
Estas,
luego, son las siete guías básicas que debemos seguir al tomar
en las manos la Palabra de Dios:
1.
Empiece con oración,
2.
Lea la Biblia,
3.
Estudie la Biblia,
4.
Medite en la Biblia,
5.
Lea lo que otros han escrito acerca de la Biblia,
6.
Obedezca la Biblia,
7.
Particípela a otros.
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