sábado, 16 de junio de 2012


PROGRESOS EN DOCTRINA Y ANALOGÍA DE LA FE

El intérprete de la Biblia no debe olvidar jamás que la Biblia, en su integridad, tal cual hoy la poseemos, no fue un don que repentinamente descendió del cielo; sino que es el producto lento y gradual de muchos siglos. Se halla compuesta de gran diversidad de partes, las que se produjeron en muchas épocas distintas. Por consiguiente, hay que reconocer que nuestras actuales Escrituras canónicas constituyen un registra de revelación divina progresiva. El mismo Dios que en los últimos días nos habló en la persona de su Hijo también habló en las revelaciones más antiguas (Hebr. 1:1) y podemos escudriñar su Palabra en la confianza de que hallaremos en ella orden y sabiduría divinos desde el principio hasta el fin.
Las porciones sucesivas que él reveló de tiempo en tiempo se adaptaron a las variantes condiciones y necesidades de su pueblo. A veces la palabra fue dejada en condición imperfecta, a causa de la dureza del corazón del pueblo (Marc. 10: 5). A veces el progreso fue lento e interrumpido por largos períodos de decadencia espiritual, surgiendo luego, nuevamente, en nuevos desarrollos de vida nacional. Para interpretar bien las Escrituras y emplearlas eficazmente es necesario prestar considerable atención a este carácter progresivo de las revelaciones divinas. Esa atención nos ayudará a descartar los cargos de discrepancias doctrinales y éticas que se han allegado. La idea de que la doctrina paulina de la justificación sea cosa esencialmente distinta de las enseñanzas de Jesús carece de fuerza si se nota que toda la Epístola a los Romanos es, prácticamente, un esmerado trato sistemático de las palabras de nuestro Señor a Nicodemo, "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna" (Juan 3:16) . La afirmación, de que el Nuevo Testamento contradice al Antiguo, se ve que es errónea tan pronto como descubrimos que las más antiguas revelaciones fueron, necesariamente, imperfectas y que, evidentemente, no tenían por objeto presentar toda la verdad de Dios. Cosas que, contempladas desde un punto de vista parecen ser contradictorias desde otros se ve que no son más qué porciones separadas, porciones de un todo, las que una vez unidas se ve que forman una armonía grandiosa. La "ley del talión" y los procederes violentos del "vengador de la sangre" estaban basados en las justas exigencias de una justicia retributiva y eran formas arcaicas de ejecutar la ley. Una civilización más elevada, establecida sobre revelaciones más claras, adopta otros medios penales pero recenoce los mismos principios esenciales de derecho.

Analogía de la fe

Las anteriores observaciones preparan el camino para una comprensión correcta de la analogía de la fe como auxilio en la exposición de las Escrituras. Esta expresión, tomada de Romanos 12:6 pero usada en un sentido diferente del que se propuso el apóstol, denota aquella armonía general de doctrina fundamental que corre a través de toda la Biblia. (x) ( N. del T.Véase la importante nota de Clarke sobre esta expresión. Pratt dice "analogía de la fe" y la versión francesa, también).
Presume que la Biblia se interpreta a sí misma y que lo que es oscuro en un pasaje puede ser iluminado por otro. A ninguna declaración única ni a ningún pasaje oscuro de un libro se puede permitir hacer a un lado una doctrina que se halla claramente establecida por varios pasajes. Los textos obscuros han de interpretarse a la luz de los claros, sencillos y positivos. Dice Fairbairn: "La fe según la cual se determina el sentido de un pasaje especial, debe ser tal que descanse sobre el amplio significado de alguna de las más explícitas declaraciones de las Escrituras, acerca del significado de las cuales no puede caber duda razonable en una mente libre de prejuicios. Y cuando, para fijar principios generales de fe debamos elegir entre dos pasajes, siempre deberemos conceder mayor peso a aquellos en los cuales no se mencionen meramente de una manera accidental los asuntos relacionados con ella, sino que se los trate y discuta formalmente; pues en tales casos no nos es dado dudar de que el punto acerca del cual buscamos una declaración autorizante, estuvo claramente, ante los ojos del escritor".
Es evidente que ninguna doctrina que se apoya en un solo pasaje de las Escrituras puede pertenecer a doctrinas fundamentales reconocidas en la analogía de la fe. Mas no ha de inferirse de esto que ninguna declaración específica de las Escrituras sea autorizante a menos que esté apoyada por otros pasajes paralelos. A menos que esté claramente contradicha o excluida por la analogía de la fe, o por alguna otra declaración igualmente explícita, una declaración positiva de la Palabra de Dios es suficiente para establecer un hecho o doctrina. De aquí se sigue que la analogía de la fe, como principio de interpretación, es, necesariamente, limitada en su aplicación. Es útil para sacar a luz la importancia y prominencia relativas de diferentes doctrinas y para preservar contra exposiciones de los sagrados oráculos viciadas por parcialidades. Exhibe la unidad interna y la armonía de toda la Revelación di­vina. Encarece la importancia de consecuencia en la in­terpretación, pero no puede gobernar al intérprete en la exposición de aquellas partes de la Biblia que se hallan sin paralelo real y a las que ningunas otras partes se le oponen. Porque del progreso de las doctrinas en la Biblia es dable inferir con justicia que aquí y acullá puedan haberse dado revelaciones aisladas de verdad divina en pasajes en los que el contexto no dió ocasión para mayores desarrollos o elaboración.

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