PROGRESOS EN DOCTRINA Y ANALOGÍA DE LA FE
El intérprete de la Biblia no debe
olvidar jamás que la Biblia, en su integridad, tal cual hoy la
poseemos, no fue un don que repentinamente descendió del cielo; sino
que es el producto lento y gradual de muchos siglos. Se halla
compuesta de gran diversidad de partes, las que se produjeron en
muchas épocas distintas. Por consiguiente, hay que reconocer que
nuestras actuales Escrituras canónicas constituyen un registra de
revelación divina progresiva. El mismo Dios que en los últimos días
nos habló en la persona de su Hijo también habló en las revelaciones
más antiguas (Hebr. 1:1) y podemos escudriñar su Palabra en la
confianza de que hallaremos en ella orden y sabiduría divinos desde el
principio hasta el fin.
Las porciones sucesivas que él
reveló de tiempo en tiempo se adaptaron a las variantes condiciones y
necesidades de su pueblo. A veces la palabra fue dejada en condición
imperfecta, a causa de la dureza del corazón del pueblo (Marc. 10:
5). A veces el progreso fue lento e interrumpido por largos períodos
de decadencia espiritual, surgiendo luego, nuevamente, en nuevos
desarrollos de vida nacional. Para interpretar bien las Escrituras y
emplearlas eficazmente es necesario prestar considerable atención a
este carácter progresivo de las revelaciones divinas. Esa atención
nos ayudará a descartar los cargos de discrepancias doctrinales y
éticas que se han allegado. La idea de que la doctrina paulina de la
justificación sea cosa esencialmente distinta de las enseñanzas de
Jesús carece de fuerza si se nota que toda la Epístola a los Romanos
es, prácticamente, un esmerado trato sistemático de las palabras de
nuestro Señor a Nicodemo, "De tal manera amó Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree no se
pierda mas tenga vida eterna" (Juan 3:16) . La afirmación, de que el
Nuevo Testamento contradice al Antiguo, se ve que es errónea tan
pronto como descubrimos que las más antiguas revelaciones fueron,
necesariamente, imperfectas y que, evidentemente, no tenían por
objeto presentar toda la verdad de Dios. Cosas que, contempladas desde
un punto de vista parecen ser contradictorias desde otros se ve que no
son más qué porciones separadas, porciones de un todo, las que una vez
unidas se ve que forman una armonía grandiosa. La "ley del talión" y
los procederes violentos del "vengador de la sangre" estaban basados
en las justas exigencias de una justicia retributiva y eran formas
arcaicas de ejecutar la ley. Una civilización más elevada,
establecida sobre revelaciones más claras, adopta otros medios
penales pero recenoce los mismos principios esenciales de derecho.
Analogía de la fe
Las anteriores observaciones
preparan el camino para una comprensión correcta de la analogía de
la fe como auxilio en la exposición de las Escrituras. Esta
expresión, tomada de Romanos 12:6 pero usada en un sentido diferente
del que se propuso el apóstol, denota aquella armonía general de
doctrina fundamental que corre a través de toda la Biblia. (x) (
N. del T.Véase
la importante nota de Clarke sobre esta expresión. Pratt dice "analogía
de la fe" y la versión francesa, también).
Presume que la Biblia se
interpreta a sí misma y que lo que es oscuro en un pasaje puede ser
iluminado por otro. A ninguna declaración única ni a ningún pasaje
oscuro de un libro se puede permitir hacer a un lado una doctrina que
se halla claramente establecida por varios pasajes. Los textos
obscuros han de interpretarse a la luz de los claros, sencillos y
positivos. Dice Fairbairn: "La fe según la cual se determina el
sentido de un pasaje especial, debe ser tal que descanse sobre el
amplio significado de alguna de las más explícitas declaraciones de
las Escrituras, acerca del significado de las cuales no puede caber
duda razonable en una mente libre de prejuicios. Y cuando, para fijar
principios generales de fe debamos elegir entre dos pasajes, siempre
deberemos conceder mayor peso a aquellos en los cuales no se mencionen
meramente de una manera accidental los asuntos relacionados con ella,
sino que se los trate y discuta formalmente; pues en tales casos no
nos es dado dudar de que el punto acerca del cual buscamos una
declaración autorizante, estuvo claramente, ante los ojos del escritor".
Es evidente que ninguna doctrina
que se apoya en un solo pasaje de las Escrituras puede pertenecer a
doctrinas fundamentales reconocidas en la analogía de la fe. Mas no ha
de inferirse de esto que ninguna declaración específica de las
Escrituras sea autorizante a menos que esté apoyada por otros pasajes
paralelos. A menos que esté claramente contradicha o excluida por la
analogía de la fe, o por alguna otra declaración igualmente explícita,
una declaración positiva de la Palabra de Dios es suficiente para
establecer un hecho o doctrina. De aquí se sigue que la analogía de la
fe, como principio de interpretación, es, necesariamente, limitada en
su aplicación. Es útil para sacar a luz la importancia y prominencia
relativas de diferentes doctrinas y para preservar contra
exposiciones de los sagrados oráculos viciadas por parcialidades.
Exhibe la unidad interna y la armonía de toda la Revelación divina.
Encarece la importancia de consecuencia en la interpretación, pero no
puede gobernar al intérprete en la exposición de aquellas partes de
la Biblia que se hallan sin paralelo real y a las que ningunas otras
partes se le oponen. Porque del progreso de las doctrinas en la
Biblia es dable inferir con justicia que aquí y acullá puedan haberse
dado revelaciones aisladas de verdad divina en pasajes en los que el
contexto no dió ocasión para mayores desarrollos o elaboración.
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