Capítulo
XXI
Daniel— hombre de
estado y profeta
Eminente entre los judíos
exiliados en Babilonia, Daniel como hombre, ganó la dual distinción de
ser un político y un profeta. Elevándose de la servidumbre a la
situación de hombre de Estado, prosperó en el liderazgo político, bajo
los gobernantes medo-persas por más de seis décadas. Entremezcladas
en el libro que lleva su nombre, están las experiencias personales de
Daniel al igual que sus revelaciones proféticas concernientes a
futuros acontecimientos.
Daniel nació en el reino de Judá,
durante el reinado de Josías y fue, probablemente, en sus primeros
años cuando fue llevado cautivo, en el 605 a. C. En los comienzos del
capítulo que abre su libro, refleja las convicciones religiosas de
Josías y Jeremías que, ciertamente, tuvieron que haberle influenciado
a él y a otro joven judío de su tiempo.
Aunque las esperanzas de Judá para
que continuase su independencia pudieron haber resurgido con la caída
de Nínive, ellas fueron bruscamente deshechas cuando Josías fue muerto
en Meguido (609). Judá se convirtió en subdito de Egipto poco después,
y el faraón Necoa colocó a Joacim en el trono. Con la batalla de
Carquemis (605) la denominación, egipcia cedió al control de Babilonia.
Los intentos de Joacim de sumisión a Nabucodonosor tuvo que haber sido
una sorpresa para Daniel y sus compañeros, que fueron tomados como
rehenes a la capital de Babilonia.
La familiaridad de Daniel con las
lenguas hebrea y aramea se hace aparente en sus escritos.
Peculiar de este libro es el tener el más extenso pasaje en lengua
aramea de todo el canon del Antiguo Testamento.
Una popular característica de
Daniel es la doble división mediante la cual se designan los primeros
seis capítulos como históricos y los seis finales como profetices. Es
digno de notar que en, los primeros, Daniel se refiere a sí mismo en
tercera persona, y actúa como el agente de la revelación. En los
últimos capítulos escribe en primera persona, registrando mensajes
pro-féticos revelados a él de forma sobrenatural.
Dando énfasis a los aspectos
profetices, el libro de Daniel conduce por sí mismo al análisis
siguiente:
A. Introducción histórica 1:1-21
B. Los reinos gentiles 2:1-7:28
C. La nación de Israel 8:1-12:13
Este bosquejo tiene en cuenta su
composición bilingüe. El pasaje ara-meo (2:4b—7:28) tiene un mensaje
de especial interés para las naciones paganas, indicando su orden de
sucesión, carácter y destino. Los capítulos escritos en hebreo,
enfocan la atención sobre el papel particular de Israel en los
acontecimientos internacionales.
Para un estudio inicial del libro
de Daniel, la perspectiva histórica es esencial. Las variadas
revelaciones que proceden de Daniel, son consecutivas a la luz de los
acontecimientos contemporáneos. Para situar el libro en su dispositivo
histórico, puede ser útil el siguiente análisis
cronológico:
I.
El reino de Nabucodonosor
Los judíos cautivos en la corte
1:1-21
Daniel y el sueño del rey
2:1-49
Los tres amigos en juicio
3:1-30
La humillación del rey
4:1-37
II.
La era Nabónido-Belsasar
La bestial naturaleza de los
reinos 7:1-28
Los reinos identificados
8:1-27
En la víspera de la caída de
Babilonia 5:1-30
III.
En los tiempos medo-persas
La preocupación de Daniel por su
pueblo 9:1-27
Sobre el juicio por su religión
5:31-6:28
La revelación final de Daniel
10:1-12:13
Durante el reinado de
Nabucodonosor
Entre los rehenes tomados en
Jerusalén, estaban Daniel y sus tres amigos, Ananías, Misael y
Azarías.
Seleccionados para un entrenamiento especial en el colegio real,
estos judíos jóvenes se encararon al problema de la profanación,
cuando se les ofreció el lujoso menú de la corte pagana.
Daniel como portavoz del grupo,
con valentía, aunque cortésmente, apeló al mayordomo jefe para
proporcionarles un menú de su elección sobre la base de una prueba de
diez días. Al final de aquel período, el mayordomo se complació en
encontrar a Daniel y sus amigos en mejor salud que sus compañeros.
Antes de que pasara el tiempo, se hizo obvio a los supervisores, que
aquellos hebreos jóvenes estaban dotados con una extraordinaria
destreza y sabiduría. Cuando fueron entrevistados por el rey, Daniel
y sus tres amigos recibieron los más altos honores y fueron
reconocidos como muy superiores a todos los otros hombres sabios de la
corte real (1:17-21).
La afinidad de la religión y la
política tuvo que haber causado una indeleble impresión sobre Daniel.
En varias ocasiones, durante el año del acceso al trono de
Nabucodonosor, que alcanzó su máximo exponente en la celebración del
festival del Día del Año Nuevo, el rey reconoció a los dioses Nabu y
Marduc al llevarlos en procesión pública que terminó en el templo de
Akitu.
Daniel tuvo que haberse quedado perplejo cuando vio a Nabucodonosor
extender sus conquistas en el nombre de aquellos dioses paganos.
Durante el primer año de su
reinado, el triunfante Nabucodonosor de nuevo hizo que sus ejércitos
marchasen hacia el oeste, exigiendo tributo de los reyes de Siria y
Palestina.
De particular interés para Daniel tuvo que haber sido la anotación de
Joacim en la lista de reyes tributarios y el hecho de que
Nabucodonosor hubiese reducido a ruinas a Ascalón, ames de su retorno
a Babilonia, a principios del 603 a. C.
El cronista de Babilonia informa
poco de la actividad de Nabucodonosor durante su segundo año. Para
Daniel, sin embargo, la más interesante experiencia, es su aparición
personal ante este monarca, el más grande de los de Babilonia
(2:1-49).
El rey Nabucodonosor tuvo un sueño
que le sumió en la más completa perplejidad. Llamando a todos los
hombres sabios de la corte ante su presencia, les pidió que relatasen
e interpretasen, dicho sueño.
Bajo amenaza de muerte, los sabios, frenéticamente, aunque en vano,
imploran del rey que les relate el sueño. Daniel, sabedor del dilema
existente, solicita una entrevista con Nabucodonosor. Mientras se
hacen los arreglos necesarios, Daniel y sus tres compañeros apelan
afanosamente ante Dios que les revele el misterio a ellos. En una
visión durante la noche, Dios hace conocer a Daniel el sueño del rey
y su interpretación. Llevado ante la presencia de Nabucodonosor,
Daniel le dice que Dios le ha revelado los misterios del futuro del
rey.
En su sueño Nabucodonosor ha visto
una brillante imagen, con una cabeza de oro, pechos y armas de plata,
vientre y muslos de bronce, piernas de hierro y pies de hierro y barro
cocido. Ante él, dicha imagen es aplastada por una piedra, que causa
su completa desintegración.
Daniel informa a Nabucodonosor que
él es la cabeza de oro a quien Dios ha dado aquel gran imperio. El
segundo y el tercer imperios serán inferiores. El cuarto reino
representado por el hierro, aplasta a otros reinos, pero la mezcla de
hierro y barro cocido en las piernas y pies indica su última división.
Eventualmente, Dios establecerá un reino que nunca sera destruido.
Como la piedra que aplasta a la totalidad de la imagen, así este reino
terminará con todos los reinos anteriores cuando esté permanentemente
establecido.
Tras oír esta interpretación,
Nabucodonosor concede honores a Daniel, reconociendo a Aquel que ha
revelado su secreto como el Dios de los dioses y el Señor de los reyes.
Daniel es elevado a la categoría de gobernador de la provincia de
Babilonia y situado a la cabeza de los hombres más sabios. A su
demanda, sus tres amigos, cuyos nombres babilónicos eran Sadrac, Mesac
y Abed-nego, reciben cargos de responsabilidad en otros lugares de la
provincia, mientras que Daniel permanece en la corte real.
Durante el curso de su reinado,
Nabucodonosor erige una gran imagen en la llanura de Dura (Dan. 3:1).
Esta imagen pudo haber tenido la forma de un obelisco con una base de
270 cms. llegando hasta una altura de 2.700 cms., resplandeciente de
oro. En su dedicación, se cita a todo el pueblo, bajo amenaza de
muerte, para que se postre en adoración. Cuando los tres amigos de
Daniel rehusan el hacerlo, se nota el hecho inmediatamente.
Arrestados y llevados ante el rey, son
lanzados dentro de un horno encendido. Con gran asombro, el rey pagano
observa que los jóvenes no sufren el menor daño y están acompañados
por una cuarta persona.
Cuando se les ordena que salgan fuera, Nabucodonosor confiesa que su
Dios les ha liberado y emite un decreto público prohibiendo que nadie
hable contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abeb-nego.
La humillación de Nabucodonosor y
la restauración (4:1-37) es tan significativa, que emite un edicto
real, relatando su experiencia.
Reconociendo que Dios le ha humillado y le ha restaurado, reconoce
públicamente a Dios como el gobernante de un reino que no tendrá fin.
Nabucodonosor tiene otro sueño que
le sume en confusiones. De nuevo llama a los sabios de la corte, esta
vez relatándoles lo que ha soñado. Cuando los sabios se declaran
incapaces de dar una explicación, Daniel también conocido como
Beltsasar, es llamado para consultarle. En este sueño, Nabucodonosor
vio un árbol extendiéndose hacia arriba hasta los cielos. Era tan
gigantesco y fructífero que proporcionaba sombra, alimento y refugio
para las bestias y las aves. A su debido tiempo, un santo vigilante de
los cielos dio órdenes de talar el árbol, dejándolo reducido a un
simple tocón.
Daniel interpreta el sueño de
forma siguiente: El árbol representa a Nabucodonosor como rey del
gran Imperio de Babilonia —al ser cortado el árbol en pedazos, así
Nabucodonosor será rebajado desde su posición real a una bestial
existencia por siete períodos de tiempo, hasta que compruebe que él no
es supremo. Daniel informa al rey que el decreto proviene del
Altísimo y le advierte que enderece sus pasos por el camino recto,
para que su reinado pueda ser prolongado.
Parece que Nabucodonosor ignora
este aviso. Bajo su supervisión, la ciudad de Babilonia se convirtió
en la más extraordinaria capital de los antiguos tiempos. Murallas
macizas con canales rodeaban la ciudad en cuyo interior se conservaban
los templos de Marduc e Istar. En la famosa puerta de Istar, leones y
dragones de metales resplandecientes marcaban el impresionante
comienzo de la calle de la procesión que conducía al lujoso palacio
real. Para su reina meda, Nabucodonosor construyó los jardines
colgantes que los griegos consideraron como una de las siete
maravillas del mundo. Jactándose de todas aquellas realizaciones,
Nabucodonosor es súbitamente atacado de licantropía, en juicio divino,
privado de su reino y relegado a la vida de las bestias del campo por
un período designado como de "siete tiempos". Cuando la razón vuelve a
él, es reintegrado al trono. En una proclamación oficial, él reconoce
que el Altísimo es omnipotente entre todo el ejército de los cielos al
igual que entre los habitantes de la tierra, y en alabanza y oración
confiesa también que el Rey de los cielos es justo y recto en todos
sus caminos y capaz de abatir al orgulloso.
La era Nabónido - Belsasar
Años de la historia de Babilonia
pasan en silencio por lo que concierne al libro de Daniel. El
magnífico reinado de cuarenta y tres años de Nabucodonosor terminó con
su muerte en el 562 a. C. Tras dos años de gobierno de Awel-Marduc, y
cuatro de Neriglisar, el imperio de Babilonia llega a su fin, bajo
Nabónido (556-539 a. C.). Belsasar, un hijo de Nabónido, cuya
identidad con el corregente y administrador del reino babilónico está
establecida más allá de toda disputa, se menciona en toes capítulos
de Daniel.
Los acontecimientos del capítulo 5 están
específicamente relacionados con los días finales de Belsasar cuando
la ciudad de Babilonia es ocupada por el ejército medo-persa (octubre
del 539 a. C.). La fecha exacta de los Capítulos 7 y 8 depende del año
en que Daniel fechase el comienzo del reinado de Belsasar, puesto que
él fue su corregente con Nabónido. Las tablillas del contrato en donde
aparece el nombre de Belsasar están fechadas en el reino de Nabónido.
De acuerdo con los registros babilónicos, Belsasar está asociado como
corregente con su padre a principios del 553 a. C.
En consecuencia, las fechas de los capítulos 7 y 8 en el primero y
tercer años del reino de Belsasar, tienen que ser asignados al período
de 553-539 a. C.
Los acontecimientos históricos
contemporáneos ocurridos durante ei tiempo de Belsasar y Nabónido
tienen importancia como fondo para las visiones registradas en los
capítulos 7 y 8. Ya había pasado más de medio siglo desde que Daniel
claramente identificó a Nabucodonosor como la cabeza de oro, tras cuyo
reinado surgiría un reino menor (2). Seguramente Daniel se hallaba
completamente consciente del surgir de Ciro, quien tras subir al trono
de Persia y Anshan en el 559 a. C., había ganado el control sobre
Media (550 a. C.), que a su vez trastornó el equilibrio de poder hasta
el punto de poner en peligro a Babilonia. Por el 547 a. C. Ciro había
marchado con sus ejércitos hacia el noroeste, derrotando
decisivamente a Creso en Lidia. A causa de su experiencia política,
Daniel tuvo que haber comprendido bien la subida al poder de Persia
mientras que el reino de Babilonia se desintegraba bajo los sucesores
de Nabucodonosor.
Por aquella época, Daniel tuvo dos
visiones en tres años. En la primera visión (7), vio cuatro grandes
bestias surgir del mar movido por los cuatro vientos del cielo. Un
león con alas de águila, que es derribado mientras que se mantiene
erecto sobre dos patas, proporciona la mente de un hombre. La segunda
es una bestia en forma de oso, erecta con tres costillas en su boca, a
quien, se le ordena que devore mucha carne. En la siguiente surge un
leopardo con cuatro alas y cuatro cabezas. La cuarta es una bestia no
descrita con dientes de hierro para devorar y machacar los residuos de
la destrucción. Tres de sus diez cuernos están reemplazados por un
cuerno con ojos perecidos a los de un hombre y una boca que devora
grandes cosas. Después aparece un trono en el cual se sienta un
individuo vestido de blanco y que está identificado como el Anciano de
días. Los libros quedan abiertos, el juicio entregado. El cuerpo de la
bestia no descrita está marcado por el fuego mientras que el resto de
las bestias están desprovistas de su poder. El Anciano de días,
entonces, ostenta el dominio sobre todos los reinos y lo entrega a uno
"como un hijo de hombre" y establece su reinado permanentemente.
Daniel se halla perturbado y busca
una explicación. En respuesta, es informado de que las cuatro bestias
representan cuatro reyes terrenales. Eventualmente los santos del
Altísimo poseerán el reino que durará para siempre. La cuarta bestia
representa un cuarto reino que se extenderá sobre todo el mundo. Los
diez cuernos significan diez reyes, tres de los cuales serán
reemplazados por uno que desafía al Altísimo, incluso tentando cambiar
los tiempos y la ley. Tras pasados tres períodos y medio, es juzgado y
destruido. Los santos del Altísimo se hacen cargo del reino que durará
para siempre. Aunque Daniel está grandemente perplejo por el sueño y
su interpretación, pondera tales cosas en su mente; tal vez
intentando relacionarlas con los acontecimientos corrientes.
En el tercer año de Belsasar,
Daniel tiene otra visión (8:1-27). Aunque no da el lugar de su
residencia en esta ocasión, el lugar de la visión es Susa, a lo largo
de las riberas del río Ulai.
Esta ciudad estaba bajo control persa y más tarde se convirtió en la
importante capital de verano bajo el gobierno de Darío el Grande
(522-486 a. C.).
Ante Daniel, en las orillas del
río, aparece un carnero con dos cuernos desiguales. Este carnero
permanece tranquilo hasta que es atacado por un, rápido macho cabrío
que procede del oeste. Tras de que el último ha destrozado al primero,
el gran cuerno del macho cabrío es roto y reemplazado por cuatro
cuernos conspicuos. Fuera de esos cuatro, hay otro cuerno pequeño que
avanza hacia el sur para hollar el santuario por un período de 2.300
días.
Una vez más, Daniel siente el
deseo de la clarificación. El ángel Gabriel le informa que esta visión
es para el final de los tiempos. El carnero con dos cuernos representa
a los reyes de Medo-Persia. El macho cabrío está identificado con
Grecia, con el gran cuerno representando al primer rey. Los cuatro
reinados que emergen de Grecia no serán fuertes hasta que un rey
poderoso de gran fortaleza se yerga. Desatará una vasta destrucción
de su poder contra el pueblo sagrado y el Príncipe del ejército será
súbitamente sin intervención humana.
Daniel queda tan turbado por esta
visión que es incapaz de reanudar los negocios del rey durante varios
días. Sabiendo que los medo-persas están a punto de absorber al reino
de Babilonia, Daniel tiene razón para estar preocupado. La capacidad
con la que Daniel sirve al gobierno de Babilonia tras la muerte de
Nabucodonosor no está indicada, pero Belsasar se vuelve hacia él en la
víspera de su muerte.
Es el año 539 a. C. Confiado de
que Babilonia está fuera de toda posible conquista, Belsasar reunió a
un millar de sus oficiales y sus esposas para un banquete. Beben el
vino de vasos de oro y plata que Nabucodonosor había confiscado del
templo de Jerusalén. Simultáneamente, los dioses paganos hechos por el
hombre son reconocidos libremente. Mientras bebe ante sus señores
sobre una alta plataforma, de acuerdo con la costumbre oriental, el
rey se da cuenta súbitamente de que una mano escribe algo sobre una
pared. Sobrecogido por el terror, Belsasar llama a los hombres sabios
de Babilonia para que lean aquello y lo interpreten, ofreciendo como
recompensa un vestido de púrpura, un collar de oro y el tercer lugar
del reino.
Oyendo la situación en que se
encuentra el rey, la reina irrumpe en el banquete y recuerda al rey
que hay un hombre en su reino a quien Nabucodonosor nombró como el
jefe de los sabios de Babilonia.
Inmediatamente se lleva a Daniel ante Belsasar. No importándole la
recompensa, Daniel asegura al rey que el interpretaría el mensaje de
la pared. En simples palabras, le recuerda que Nabucodonosor, a quien
Dios había confiado un gran reino, fue reducido a un estado de bestia
hasta reconocer que el Altísimo gobernáis. El Ulai es identificado
como el Eulaeus que pasaba por Susa antes de desembocaba en el reino
de los hombres. Aunque familiarizado con aquello, Belsasar había
fallado en honrar a Dios. La mano y su escritura fueron enviadas por
Dios. La interpretación es bien clara. Dios terminó el reino y lo
dividió entre los medos y los persas. Por lo que respetaba a Belsasar,
ya había sido pesado en la balanza y encontrado deficiente.
Por mandato real, se le conceden a
Daniel honores reales y fue aclamado como el tercero en el remo. Sin
embargo, las últimas horas del reino de Babilonia estaban pasando
rápidamente. Aquella misma noche, Belsasar fue muerto y la ciudad de
Babilonia ocupada por los medo-persas (Dan. 5:3(K 31).
Los tiempos de los medo-persas
,
Los medo-persas conquistan y
ocupan la gran capital de Babilonia sin destrucción. A finales de
octubre del 539, el propio Ciro entra en triunfo y permanece en la
famosa ciudad para celebrar el festival del Nuevo Año.
Darío el medo, quien conquistó Babilonia,
aparentemente sirvió a las órdenes de Ciro. Puesto que no hay ni una
simple tablilla ni inscripción que haya sido hallada y que porte su
nombre, se han producido numerosas teorías para su identificación.
Basado en nuevos hechos, su identidad con Gubaru, el gobernador de
Babilonia bajo Ciro, garantiza la conclusión de que Darío el medo
puede ser considerado como un personaje histórico.
De acuerdo con el relato de Daniel, Darío estuvo a cargo de la
ocupación de Babilonia y fue el gobernante del reino caldeo. Aunque
medo por nacimiento, gobierna bajo las leyes de los medos y los persas.
Las experiencias personales de
Daniel registradas en los capítulos 6 y 9 se relacionan con el reino
de Darío. El verso final del capítulo 6 implica que, subsiguientemente,
Daniel estuvo asociado con Ciro. Su final revelación está fechada en
el tercer año de Ciro. Tal vez por ese tiempo, Darío hubiese muerto o
Daniel habría sido trasladado, de forma que fuese directamente
responsable hacia Ciro. En la crisis de la ocupación de Babilonia por
los invasores, Darío reconoció inmediatamente a Daniel, nombrándole
como uno de los tres presidentes de su gobierno. Con toda probabilidad,
pasó un cierto tiempo antes de que los otros dos presidentes actuasen
contra Daniel en un intento de deponerle del cargo (6:1-28). Mientras
tanto, Daniel pudo haber tenido la experiencia registrada en, el
capítulo 9.
El hecho de que los medo-persas
reemplacen a los babilonios como el reinado más importante del Cercano
Oriente, no sorprende a Daniel. Ya muy temprano en su vida, en el
segundo año de Nabucodonosor, en el 603 a. C., Daniel explicó
claramente a los más grandes reyes de Babilonia que otros reinos
seguirían en el curso del tiempo. Durante el reinado de Belsasar, la
identificación del próximo reinado fue revelada. Cuando permaneció
ante el tembloroso rey en vísperas de la caída de Babilonia, Daniel
declaró clara y llanamente que los medos y los persas se harían cargo
del reino.
Cuando la crisis ya había sucedido
realmente y la supremacía de los medo-persas fue
establecida, Daniel estuvo ansioso por conocer qué significación
tendría aquello para su propio pueblo. Leyendo las profecías de
Jeremías, observa cuidadosamente que se había predicho un período de
cautiverio que duraría setenta años.
Aunque no hace mención de ello, Daniel pudo también haber leído
respecto a Ciro en el libro de Isaías (44:28-45:1) donde a Ciro se le
identifica como el pastor a quien Dios utilizaría para liberar a su
pueblo y hacerlo retornar a Jerusalén. Ciro ya había estado en la
escena internacional durante varias décadas. ¿Podría ser posible que
los judíos recibieran entonces permiso para volver? Aparentemente el
edicto para su retorno, aún no había sido dictado ni publicado.
Daniel estaba muy ejercitado por
las predicciones dadas por Jeremías. Casi setenta años habían
transcurrido desde que el primer grupo de judíos, incluyéndole a él,
había sido llevado al exilio desde Jerusalén en el 605 a. C.
Comprobando que el tiempo de su cumplimiento era inminente, Daniel ora
confesando los pecados de Israel y reconociendo que Dios es justo en
todos sus juicios.
Gabriel ilumina a Daniel en lo
concerniente al futuro de Israel. Una relación general de la sucesión
de los imperios del mundo le había sido ya dada. Aquí, la atención
queda enfocada sobre la nación de Israel en el plan de Dios. Setenta
semanas representan el período en el cual Israel verá el cumplimiento
de las promesas de Dios.
Los acontecimientos atribuidos a
este período para el pueblo de Daniel y su sagrada ciudad, fueron como
sigue:
(1) acabar la trasgresión
(2) acabar con los pecados
(3) hacer una reconciliación con
la iniquidad
(4) aportar una justicia que
perdure para siempre.
(5) cerrar la visión y la profecía
(6) ungir al más santo.
Dividiendo el período total en
unidades más pequeñas, una era de siete más sesenta y dos semanas,
permite la aparición y la separación de un individuo identificado como
"el ungido". La ciudad y el santuario son para ser destruidos por un
pueblo del cual surgirá un príncipe que hará una alianza con muchos
por una semana. Esta alianza lleva a la consideración de la semana
septuagésima como el tiempo y la duración de su relación. Sin embargo,
en medio de esta semana, el príncipe romperá el pacto, siendo la causa
del sacrificio y ofrendando el cese y trayendo la desolación hasta que
el destructor esté consumado.
Sin tener en cuenta las variadas
interpretaciones de esta explicación, en cierta forma ambigua, como
ejemplificada en numerosos escritos sobre estas profecías, el propio
Daniel recibe la seguridad de que su nación, por quien él está en
oración constante, tiene un lugar definido en el plan de Dios.
Indudablemente, Daniel se siente grandemente alentado cuando Ciro,
poco después de haber subyugado a Babilonia, emite una proclamación
alentando a los judíos a que retornen a su hogar patrio.
Cuando Darío organiza su reino,
Daniel sirve como uno de los tres presidentes. Desde hacía mucho
tiempo se había distinguido como un sabio administrador, en tal modo,
que sus otros dos colegas le tomaron envidia. Sin haber encontrado
ninguna irregularidad en sus deberes oficiales, le incriminaron por
sus prácticas religiosas hasta el extremo de echarle a la jaula de los
leones. Cuando Darío encontró a Daniel, sin el menor daño entre las
fieras, reconoció en público, en una proclamación al efecto, que Dios
había liberado a Daniel—el Dios viviente que tiene signos y maravillas
en los cielos y en la tierra como el gobernante de un reino que no
tiene fin.
La revelación final de Daniel
(10:1-12:13) está fechada en el tercer año de Ciro. Por entonces el
hombre de estado y profeta ya estaba bien establecido en el gobierno
medo-persa. Si Daniel tenía menos de veinte años cuando fue hecho
cautivo, rondaría entonces por los ochenta. Desde el punto de vista de
su edad, y responsabilidades oficiales en el gobierno, no es verosímil
que considerase en serio el participar en el éxodo que organizaría el
pueblo judío para su retorno a Jerusalén. A pesar de todo, tuvo un
interés general en. el bienestar y en las esperanzas futuras de su
pueblo.
Daniel emplea tres semanas
ayunando y llevando luto. En el día vigésimo cuarto del primer mes,
está en la ribera del Tigris cuando se da cuenta de un hombre vestido
de blanco lino que tiene unas características sobrenaturales. Cuando
Daniel ve aquella visión, y oye el sonido de sus palabras, cae sobre
su rostro y se sume en un profundo sueño. Los hombres que hay con él,
huyen.
Daniel se despierta y es invitado
a ponerse en pie. Aquel hombre le asegura que su oración ha sido
escuchada. Debido a interferencia por el príncipe de Persia, la
respuesta ha sido demorada. Puesto que Daniel es un hombre muy bien
amado que se humilla a sí mismo con, la oración, este divino
mensajero ha venido con la ayuda de Miguel, uno de los príncipes jefes,
para revelar el futuro de Israel. Aunque débil y temeroso, Daniel
recibe una fuerza sobrenatural que le condiciona a oír el mensaje. El
mensajero le informa que está a punto de acabar su conflicto con el
príncipe de Persia y, subsiguientemente, esperar un encuentro con el
príncipe de Grecia. Antes de marchar, comparte con Daniel el contenido
del libro de la verdad (10:21).
Cuatro reyes sucedieron a Ciro
sobre el trono de Persia, el último de los cuales haría que los
griegos se levantasen a causa de lo excesivo de sus riquezas. Un rey
más poderoso procedente de Grecia viene para sentarse a sí mismo como
le plazca, aunque su vida quede súbitamente cortada. Su reino se
dividirá en cuatro (11:2-4). Por algún tiempo, un agudo conflicto
rugirá entre el rey del norte y el rey del sur (11:5-20). Tras que
aquello suceda, una persona vil y despreciable surge para desafiar al
rey del sur en repetidas batallas. En. su rabia, profana el templo y
causa el continuo ofrecimiento del fuego que cesará cuando muchos
hombres en el conflicto hayan muerto (11:21-35).
Un rey obstinado que es el más
desafiante de todos, se exalta a sí mismo por encima de los dioses,
incluso desafiando al Dios de dioses (11:21-35)-Por un tiempo,
extiende su control hasta Egipto, Etiopía y Libia; pero por
último encuentra su condenación en un furioso conflicto.
¿Qué ocurre mientras tanto al
pueblo de Daniel? Por la época de este terrible conflicto, Miguel, el
príncipe de Israel, surge para liberarle. Una resurrección ocurre
cuando muchos son restaurados en una vida sin fin; otros sufrirán un
desprecio eterno. Con la seguridad de que aquellos que sean sabios y
prudentes y vuelvan a lo justo, son los receptores de las bendiciones
de Dios, a Daniel se le aconseja para que selle el mensaje que le ha
sido revelado. Al final del tiempo, muchos lo leerán para incrementar
su conocimiento (12:4).
Daniel ve a dos individuos, uno a
cada ribera del río. Volviéndose hacia el hombre de los vestidos
blancos, inquiere lo concerniente a la terminación de aquellas
maravillas. Levantando las manos a los cielos, el hombre vestido de
blanco jura "por el que vive por los siglos" (Dan. 12:7), que tales
maravillas se terminarán tras tres y medio períodos de tiempo. Esto
también es el punto terminal para esperar e! poder del pueblo santo.
Daniel está todavía confuso. Oye las palabras, pero no comprende.
Inquiriendo del hombre de las ropas blancas, es advertido de que siga
su camino, —las palabras quedan cerradas y selladas hasta el tiempo
del fin. Muchos serán purificados y comprenderán y otros continuarán
en una excesiva maldad y no comprenderán. Incluso aunque los
acontecimientos que tengan que venir, no están claros para Daniel, a
él se le promete descanso y se le entregará un lugar a! fin del tiempo.
Con esta esperanza personal y la seguridad de que su pueblo triunfará
finalmente. Daniel recibe instrucciones de acabar y sellar este libro.
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Capítulo
XXII
En tiempos de
prosperidad
La independencia política, la
expansión y la prosperidad caracterizaron a Israel durante el apogeo
del éxito de Jeroboam. Desde los días del derramamiento de sangre y
opresión en el 841 a. C., la dinastía de Jehú eventual-mente condujo
el Reino del Norte a la cima del prestigio político y económico
durante la primera mitad del siglo
VIII.
Elíseo continuaba su ministerio, manteniéndose como el
mensajero de Dios durante aquellos años tumultuosos de principios de
la dinastía de Jehú.
La sangre marcó los pasos de Jehú
al trono de Samaría. No satisfecho con matar a los reyes de Judá e
Israel, Jehú había matado a su placer hasta exterminar la familia
real. Espoleado por un traicionero fanatismo reunió a todos los
entusiastas de Baal para una masacre masiva.
El éxito local de Jehú fue pronto
ensombrecido por los problemas internacionales. La horrenda muerte de
Jezabel, no produjo ciertamente la buena voluntad de la Fenicia.
Jerusalén, con su rey como víctima de la revolución de Samaría, fue
lanzada a un torbellino sangriento bajo el terror de Atalía. Moab se
reveló contra Israel. Desde Damasco, Hazael presionó ferozmente hacia
el sur, ocupando el territorio israelita al este del Jordán. Jehú
estaba desamparado—demasiado débil para salvar al pueblo de Galaad y
Basan ue la opresión siria. Además encontró necesario el enviar
tributos a Salmanasar
III con objeto de
evitar la ominosa amenaza de la invasión asiría.
Hazael llegó a ser el peor enemigo
de Israel. Mientras gobernó en ¿iría existieron problemas y
dificultades para Jehú y sus sucesores.
Hazael
no sólo invadió Basan y Galaad,
sino que también avanzó hacia el sur en Palestina para capturar Gat.
Además, amenazó con la conquista de Jerusalén
(II
Reyes 12:17), Rodeado y oprimido
por los sirios, Israel parecía tener un futuro sin esperanzas.
Aparentemente, los estados vecinos tomaron ventaja de la importancia
de Israel por repetidos pillajes y saqueos (Amos 1:6-12).
Poco antes de fin de siglo, las
perspectivas de alivio para Israel comenzaron a alborear con la muerte
de Hazael. Con Asiria dominando a Damasco, Israel tuvo la oportunidad
de resurgir una vez más en el concierto internacional. Pronto Joás
hubo dispuesto una potente fuerza de combate para desafiar al nuevo
rey sirio, Ben-Adad, en su control del territorio israelita. En el
despertar al éxito, la muerte de Elíseo, el veterano profeta de
Israel, llegó como un tremendo golpe para Joás.
El ejército de Joás era tan grande
que Amasias, el rey de Judá, le pidió prestados cien mil hombres para
ayudar a la sumisión de Edom. Su éxito en esta aventura hizo a Amasias
ten arrogante que volvió las tropas israelitas contra Joás en, un
desafío para encontrarse las fuerzas de Judá e Israel en la batalla.
Cuando su advertencia verbal fue ignorada, Joás invadió Judá, destrozó
parte de las murallas de Jerusalén, devastó el palacio y tomó rehenes
que llevó a Samaría. Con Judá como vasallo de Israel, Amasias debió
ser hecho prisionero, o al menos, destronado por un extenso período.
Jonás hizo su aparición por esta
época. Su predicción fue precisa y, sin duda, popular. Declaró que
Jeroboam estaba a punto de reclamar el territorio perdido a Hazael en
tiempos pasados. Ciertamente, no transcurrió mucho antes de su éxito
militar, la extensión territorial y la prosperidad económica se hizo
una realidad bajo la enérgica y agresiva política de Jeroboam
II,
(793-753 a. C.). Con Siria
debilitada, por la presión de Adad-Nirari
III,
Jeroboam volvió a recuperar su
territorio nacional desde el mar Muerto hasta "la entrada de Hamat"
(el paso entre el Líbano y su cordillera y monte Hermón). En
consecuencia, Jeroboam
II
tuvo bajo su control un dominio más grande que cualquier otro de sus
predecesores.
Se extendieron las relaciones
comerciales. Floreció el comercio internacional más allá de todo lo
conocido por Israel desde los días de Salomón. En esta era de éxito
económico y expansión territorial, Samaria se fortificó contra
cualquier invasión extranjera. Con Siria como estado-tapón, los
israelitas olvidaron complacientemente el peligro que representaba la
amenaza asiría. Aunque Judá comenzó a mostrar signos de una
reavivación política y económica, el Reino del Sur era todavía poco
fuerte y se hallaba comparativamente adormecida, en tanto que
Jeroboam continuaba gobernando en Samaria.
Con Israel en su apogeo, dos
profetas hicieron su aparición: Amos y Oseas. Cada uno de ellos, por
turno, intentó despertar a los ciudadanos de Israel de su letargo,
pero ninguno de los dos consiguió que el pueblo volviera de su
apostasía.
Jonás
—la misión de Nínive —Jonás 1:1 • 4:11
Jonás tuvo un mensaje popular que
predicar en Israel. En tiempos de opresión, la promesa de días
prósperos fue muy bien acogida. Indudablemente, el cumplimiento de su
predicción, en la extensión del territorio de Israel bajo Jeroboam,
aumentó su popularidad en su hogar patrio. No hay indicación de que
tuviese un mensaje de advertencia o de juicio para liberar a su propio
pueblo (II
Reyes 14:25).
El sermón de Jonás a los ninivitas
no fue otra cosa que adulación. El juicio y la condenación para esta
ciudad extranjera está resumida en el tema: "De aquí a cuarenta días
Nínive será destruida". Cuando finalmente él completó esta afirmación,
registró sus experiencias en el libro que lleva su nombre. Obsérvese
el siguiente breve análisis:
I. El via
je de Jonás hacia
el oeste en un itinerario de ida y
vuelta. 1:1-2:10
II.
Una misión de predicación con
éxito 3:1-10
III.
La lección para Jonás 4:1-11
Jonás fue divinamente comisionado
para ir a Nínive, una desagradable misión para un israelita. Durante
los tiempos de Jehú, Israel había pagado tributo al rey asirio
Salmanasar III.
A Jonás le era conocido el
sufrimiento a que Siria estaba sujeta repeliendo los ataques recientes
de los asirios. ¿Por qué debería exponerse a tan peligrosa misión? Las
atrocidades de los asirios, que más tarde aterrorizaron a las naciones
en su misión a Tiglat-pileser
III,
pudieron ya haberse puesto en práctica en aquel tiempo. Desde el punto
de vista humano, Asiria era el último lugar que un israelita hubiera
podido elegir para una aventura misionera.
Jonás comenzó su viaje en una
dirección opuesta. En Jope, abordó un barco que se dirigía al
Mediterráneo occidental, al puerto de Tarsis. En ruta hacia su destino,
una tormenta de tal magnitud que llenó de alarma los corazones de la
tripulación se desató, aunque el mal tiempo no era cosa desconocida
para ellos. Mientras que Jonás estaba durmiendo, los marineros
atacados por el pánico descargaron el barco y apelaron a sus dioses.
Jonás fue invitado a levantarse y unirse a sus oraciones paganas. Los
pasajeros restantes decidieron que Jonás era el responsable de su
desgracia. Aunque temeroso de la ira divina, le arrojaron por la borda.
Inmediatamente cesó la tormenta y prevaleció una gran calma en el mar.
Por lo que concernía a los marineros, la cuestión estaba resuelta. No
así para Jonás. Sus problemas no habían hecho más que comenzar. Había
sido tragado por un gran pez.
Tres días y tres noches Jonás tuvo
que permanecer en el vientre del monstruo marino. Apelando a Dios,
reconoció francamente que estaba perdido, de no ser por la divina
intervención. Hizo la simple promesa de que cumpliría sus votos una
vez que fuese liberado. Y así, bajo el poder divino, el pez llevó a
Jonás hasta depositarlo en terreno seco.
Una vez más Jonás es invitado a ir
a Nínive. Esta vez se dirigió hacia el este, a la distante tierra de
Asiría, aproximadamente a 1.287 kms. de Israel. Localizada en la
orilla oriental del Tigris, Nínive era una gran ciudad con numerosos
suburbios más allá de sus murallas. Allí Jonás comenzó su misión de
predicar. Sofisticado y pecador como era aquel pueblo, las gentes le
escucharon y oyeron su advertencia: "a cuarenta días Nínive será
destruido". Apenas había comenzado Jonás su itinerario cuando el
pueblo respondió. Arrepintiéndose se vistieron de cilicio y ayunaron
volviéndose hacia Dios con fe. En cuanto su mensaje se dejó oír en
palacio, el rey entró en acción. Cambiando sus ropajes reales por
arpillera, se escondió en un montón de cenizas. Para los ciudadanos de
Nínive, emitió un edicto real amonestándoles a volverse hacia Dios de
sus caminos pecadores y que se arrepintieran.
Jonás se desconcertó al ver tan
amplios signos de arrepentimiento. Para su gran sorpresa, su misión
había tenido un éxito impresionante. Y para su decepción, la ciudad no
fue destruida; fue salvada al responder Dios con su misericordia al
arrepentimiento del pueblo. Tal vez Jonás experimentó una reacción
nerviosa. Es difícil de evaluar su estado mental y físico no sólo por
su azaroso viaje, sino el tener que predicar un mensaje de juicio
divino a un pueblo extraño. De cualquier forma, Jonás quedó
terriblemente confuso.
No satisfecho con la respuesta que
Dios le había dado como aviso, Jonás se retiró a una colina cercana
desde la cual pudo ver la ciudad que había sido señalada para su
destrucción. Parece que el período de cuarenta días no había terminado
todavía, y así él anticipó la posibilidad de la condenación que se
aproximaba sobre Nínive.
Refugiado en una enramada, Jonás
recibió aliento cuando Dios hizo que una planta creciese rápidamente,
suministrándole una bóveda de sombra para protegerle del calor del día.
Pero Jonás tenía otra lección que
aprender. En lugar de ser testigo de la ruina de la ciudad, un gusano
destruyó la planta que le había permitido disfrutar de tal delicia.
Dios resaltó con ello que el profeta estaba mucho más preocupado por
su propio confort que respecto al bienestar de los 120.000 niños
inocentes que todavía no habían llegado a la edad del discernimiento.
Para Dios la conversión de los asirios era mucho más importante
que la preservación de la planta que servía para el disfrute de una
sola persona.
Lo que sucedió al final no está
relatado en el libro que lleva su nombre. Aparentemente, Jonás volvió
a su hogar patrio, para registrar y dejar constancia de su misión en
Nínive.
Amos — pastor y profeta — Amos
1:1 - 9:15
En los últimos años del reinado de
Jeroboam, Amos proclamó la palabra de Dios en el Reino del Norte.
Amos llegó a Samaria procedente del pequeño poblado de Tecoa,
localizado a unos ocho kms. al sur de Belén. Para ganarse la vida,
pastoreaba ovejas y descortezaba sicómoro. Mientras se hallaba entre
los pastores de Tecoa, Amos recibió la llamada de Dios para ser un
profeta. Esta llamada fue tan clara como el cristal, de tal forma, que
cuando el sumo sacerdote le llamo la atención en Betel, Amos rehusó el
ser silenciado (7:10-17).
El mensaje de Amos reflejó el lujo
y la comodidad de Israel durante el reinado de Jeroboam.[16]
El comercio con Fenicia, el pasaje del tráfico de las caravanas a
través de Israel y Arabia y la expansión hacia el norte a expensas de
Siria, aumentaron extraordinariamente las arcas de Jeroboam. El rápido
crecimiento del nivel de vida entre los ricos hizo más amplia la
distancia entre clases. Prevalecieron los males sociales. Con una
sagaz visión de las cosas, Amos observó la corrupción moral, el lujo
egoísta y la opresión de los pobres mientras que la riqueza
rápidamente acumulada, producía más ricos. En un simple lenguaje, pero
lleno de fuerza, denunció, valientemente, los males que se habían
introducido en la vida social, política y económica de todo Israel. En
los rituales religiosos, no había substitutivo para la justicia, sin
la cual la nación de Israel no podía escapar al juicio de un Dios
justo.
¿Por cuánto tiempo profetizó Amos?
Puesto que llego de Judá al dominio de Jeroboam para denunciar la
aristocracia de la riqueza y el lujo, es razonable asumir que su
misterio sólo fue tolerado por un breve período de tiempo. Lo que
sucedió a Amos tras que Amasias informase de él a Jeroboam, es algo
que no está registrado. Pudo haber sido encerrado en prisión,
expulsado o incluso martirizado.
Con lucidez literaria y un
magnífico estilo, Amos predica el mensaje de Dios para su generación.
En una clásica simplicidad, describe su encuentro con la pecadora
generación contemporánea. Para un, breve análisis del libro de Amos,
nótese lo siguiente:
I.
Introducción 1:1-2
II.
Denuncia de las naciones 1:3-2:16
III.
Las acusaciones ampliadas de Dios
contra Israel 3:1-6:14
IV.
El plan de Dios para Israel
7:1-9:15
Es de notar cómo Amos comenzó su
misión predicatoria. Anunciando valientemente el juicio para las
naciones circundantes, atrajo la atención de los israelitas. La acción
del profeta verosímilmente provocó una alegría maliciosa en más de
unos pocos corazones endurecidos.
Damasco fue la primera en ser
denunciada. Seguramente algunos de los israelitas más viejos pudieron
recordar cómo Hazael había forjado la destrucción sobre ellos, por la
invasión, ocupación y el cautiverio durante el reinado de Jehú. Otros,
en el auditorio de Amos, recordaron con desagrado a los filisteos,
quienes traficaron con cautivos en su comercio con Edom. Tiro había
sido culpable del mismo lucrativo negocio. Los edomitas, que eran
notorios por su animosidad y odio hacia Israel, ya desde los días de
Jacob y Esaú, no pudieron escapar al juicio y al castigo de Dios. Las
atrocidades de los amonitas y los traicioneros moabites con sus malas
acciones, fueron igualmente señalados por el juicio divino.
Mientras los israelitas escucharon
aquellas terribles denuncias hechas por Amos, se alegraron sin duda
por el hecho de que el juicio divino estaba dirigido a sus pecadores
vecinos. Aquellos paganos se merecían el castigo. Por entonces, Amos
ya había avisado a Israel al enjuiciar a seis naciones circundantes.
El séptimo en la lista era su propio reino Judá. Tal vez el pueblo de
Jerusalén se había refugiado en el orgullo de ser y considerarse el
atalaya de la ley y del templo. AmOs sin temor les condenó por su
desobediencia y el desprecio a la ley. Con toda verosimilitud, esto
resultaba más agradable a los israelitas nacionalistas quienes se
resentían del orgullo religioso de Judá.
De haber concluido Amos su mensaje
allí, pudo haber sido más popular; pero no fue tal el caso. Los
siguientes en el orden del día, eran los israelitas a quienes estaba
hablando. Los males sociales, la inmoralidad, la profanación—todo
aquello existía en Israel. Dios no podía dejar pasar tales pecados en
el pueblo de su pacto y a quien había redimido de Egipto. Si otras
naciones se merecían el castigo, mucho más lo tenía merecido la propia
Israel. No, no escaparían al escrutinio del Señor.
Ciertamente, era íntima la
relación entre Dios e Israel (3:1-8). De todas las naciones de la
tierra, Dios había elegido a Israel para ser el pueblo de su pacto.
Pero había pecado. Sólo quedaba una alternativa—Dios tendría que
castigarlo. El fallo en apreciar y medir los mayores privilegios y las
más abundantes bendiciones, traería la visita de Dios en su
juicio.
¿Es que el juicio llega por
casualidad? Por una serie de cuestiones retóricas, en donde la
respuesta es obviamente "No", Amos expresó la verdad evidente de que
el mal o el castigo no llega a una ciudad sin el conocimiento de Dios.
Dios se lo revela a los profetas. Y cuando Dios habla a un profeta ¿qué
puede hacer, sino profetizar? En consecuencia Amos no tenía
alternativa. Dios le había hablado. El estaba bajo la divina
compulsión para pronunciar la palabra de Dios.
Apelando a los vecinos paganos
como testigos, AmOs perfila sus cargos contra Israel (3:9-6:14). En
Samaría los ricos bebían y gozaban a expensas del pobre. Persistiendo
en aquellos males, multiplicaron las transgresiones con sacrificios
rituales. Al mismo tiempo odiaban la reprobación, resistían a la
verdad, aceptaban sobornos, descuidaban al necesitado y afligían al
justo. En esencia, habían tornado la justicia en un veneno. La
evaluación de Dios de las condiciones de Israel, dejó sólo una
alternativa. El exilio en masa había sido decretado para los
israelitas.
Incluida en estos cargos, estaba
la explícita aclaración de la condenación que se avecinaba. Un
adversario rodearía el país. Ni la religión ni la política salvaría a
Israel cuando los altares de Betel y los palacios de marfil se
derrumbasen bajo los golpes de invasores. Como peces cogidos con
anzuelos los ciudadanos de Israel serían arrastrados al exilio. Dios
estaba llevando a una nación sobre ellos en juicio para oprimir la
tierra desde la frontera del norte en Hamat hasta el río de Egipto.
La misericordia había precedido al
juicio. Dios había enviado la sequía, las plagas y la peste para
despertar en Israel el arrepentimiento; pero su pueblo no había
respondido. Continuando en su vida impía, habían anticipado el día en
que el Señor les traería las bendiciones y la victoria. ¡Qué trágica
desilusión! Amos resaltó que para ellos este sería un día de oscuridad
más bien que de luz. Como un hombre que corre de un león, sólo para
encontrarse con un oso, así Israel se encaraba a una inevitable
calamidad en el día del Señor. Dios no podía tolerar sus rituales
religiosos, fiestas y sacrificios en tanto que eran culpables de
pecados hacia sus conciudadanos. Su única esperanza para vivir, era
buscar a Dios, odiar el mal, amar el bien, y demostrar la justicia en
su total pauta de vivir. Puesto que no habían respondido a las
repetidas advertencias y avisos, el juicio de Dios era irrevocable. A
Dios no se le podía sobornar mediante ofrendas y sacrificios para
apartar la aplicación de Su justicia. La completa ruina y no el
triunfo, les esperaba en el día del Señor.
El plan de Dios para Israel estaba
claramente perfilado. Ellos habían ignorado Su misericordia. El
juicio estaba ahora pendiente. En cinco visiones, Amos previo los
futuros acontecimientos en donde se le había dado un mensaje de
advertencia (7-9). Aquellas visiones aclaraban vividamente la
condenación en marcha. En ordenada progresión, las cuatro primeras
visiones —la langosta, el fuego, la plomada y la canasta de frutas—
llevaban a la cuarta, que significaba la real destrucción.
Cuando Amos vio la terrible
formación de la langosta, se sintió profundamente conmovido por su
pueblo. De ser liberados de la tierra, serían robados en su sustento,
incluso aunque el rey tenía su participación en los Pastos de
primavera. Inmediatamente, Amos gritó: "Señor Dios, perdona ahora"
(7:2) y la mano de Dios del juicio fue detenida.
Enseguida, el profeta se dio
cuenta de un fuego destructor que Dios estaba a punto de soltar en
juicio sobre Israel. Amos no podía soportar el pensamiento de que el
pueblo de Dios fuese consumido por el fuego. Una vez más intercedió, y
en respuesta, Dios evitó el juicio.
En la tercera visión, el Señor
aparecía con una plomada en su mano para inspeccionar la muralla. Esto
significaba claramente la inspección de Dios hacia Israel. Nadie sabía
mejor que Amos que los israelitas no podrían pasar este examen; pero
el profeta fue advertido con anticipación de que Dios no pasaría la
mano nuevamente con la misericordia. Por dos veces Dios había
extendido su complacencia misericordiosa; pero entonces a los
santuarios les aguardaba la ruina. La familia real se encaraba con la
espada.
Aparentemente, este mensaje era
demasiado fuerte para los que le escuchaban en Betel. Amasias el
sacerdote se levantó en cólera contra Amos. Inmediatamente avisó al
rey y a renglón seguido encaró al profeta con el dilema y el ultimátum
de volver a Judá y ganarse allí su vida. Con la firme convicción de
que Dios le había llamado, Amos anuncio valientemente la condenación
de Amasias. No solamente sería muerto y su familia expuesta al
sufrimiento, sino que, por añadidura, Israel sería arrancado de raíz y
llevado al exilio.
En la cuarta visión, le apareció
una canasta de frutas de verano. Mientras que la plomada significaba
la inspección, la fruta del verano indicaba la inminencia del juicio.
Como la fruta madura espera ser consumida, así Israel estaba presta
para la condenación. Aquel era el fin, Dios no esperaría más. Los
opresores, los que quebrantaban el sábado y los negociantes sin
escrúpulos, eran llamados para dar cuenta de sus acciones. Los
lamentos iban a reemplazar a la música. Las condiciones pendientes
eran, tales, que el pueblo desearía oír la palabra de Dios, pero no
estaría en condiciones de encontrarla. Todos perecerán en el juicio.
En la visión final, el Señor
aparece junto al altar para ejecutar la sentencia contra Israel. El
tiempo ha llegado para destruir las ciudades y derribar toda la
estructura del templo. Dios, que ha repartido entre ellos la bondad,
está ahora dirigiendo la ejecución. Dios ha puesto su ojo sobre ellos
por el mal, y no por el bien. No importa a dónde huyan, no podrán
escapar del cautiverio. Israel está a punto de ser tamizada para
apartar el grano de las granjas, entre las naciones.
Todos los profetas tuvieron un
mensaje de esperanza. En su párrafo final, Amos inserta una promesa
alentadora (9:11-15). La dinastía davídica será restaurada, el reino
será reafirmado. Todas las naciones sobre las cuales "es invocado mi
nombre" serán tributarias de Israel. El vigor y el éxito prevalecerán
una vez más cuando la fortuna de Israel sea recobrada. El tiempo
llegará cuando Israel sea establecida en su propia tierra y nunca más
volverá a ser abatida.
Oseas —el mensajero del amor de
Dios —Oseas 1:1 -14:9
Oseas cuyo libro es el primero en
la lista de los profetas menores, comenzó su ministerio en la última
década del gobierno de Jeroboam. Por contraste con Amos, cuyo
ministerio parece haber sido breve, Oseas continuo por varias décadas
en el reino de Ezequías. Con toda probabilidad, él fue testigo de la
caída de Samaría. Oseas no está mencionado en otros libros y es
conocido por nosotros sólo porque registra los hechos que se citan en
el libro que lleva su nombre. Aun siendo un hombre del norte, su
ministerio pudo haberse extendido a ambos reinos (ver 6:4).
Echemos un vistazo a los tiempos
de Oseas. Nació y se crió en una época de prosperidad y de paz. Hacia
el fin de este período, cuando Israel tenía un lugar prominente entre
las naciones en Palestina, Oseas comenzó su ministerio anunciando el
juicio de Dios sobre la dinastía reinante de Jehú. Antes de que
pasaran muchos años, la nación llevaba luto por la muerte de
Jeroboam, el notable gobernante del Reino del Norte. El año 753/2 a.
C. llevó el derramamiento de sangre y la muerte al palacio real.
Zacarías gobernó seis meses cuando el asesino Salum terminó con la
dinastía de Jehú. Tras el gobierno de un mes, Salum fue asesinado por
Manahem. Aunque la capital estaba sobresaltada, el Reino del Norte
mantuvo el status quo económico durante los primeros años del
reinado de Manahem.
La escena internacional cambió
bruscamente. Tiglat-pileser se apoderó del trono de Asiría en el 745.
Esto marcó la reavivación de una agresión hacia el oeste que puso al
Creciente Fértil bajo el control asirlo durante el siglo siguiente.
Últimamente, bajo reyes sucesivos, el cinturón comercial del viejo
mundo que llegaba hasta Tebas, fue controlado desde la capital asiría.
El terror se apoderó de las naciones que se vieron bajo la ominosa
amenaza de los ejércitos triunfantes de Tiglat-pileser. Había razón
para sentir miedo. Bajo la nueva política militar de Asiría, el
nacionalismo fue sometido al llevar y remover de las ciudades
conquistadas, las poblaciones a distantes partes del imperio. A su vez,
los extranjeros fueron asentados en tierras ocupadas para evitar las
subsiguientes rebeliones. Una vez conquistada por Asiría, era más
difícil, ciertamente, para cualquier nación el poder liberarse del
yugo impuesto.
Tiempos turbulentos perturbaron
los reinos de Palestina durante la segunda mitad del siglo
VIII
a. C. Inicialmente Uzías, el rey
de Judá, capitaneó la coalición palestina contra el avance asirio,
pero sin éxito duradero. Manahem retuvo su trono sólo en base de
pagar excesivos tributos, extrayéndolos a viva fuerza de su pueblo,
para entregarlos al monarca asirio. Aunque esto resolvió el problema
temporalmente, Manahem levantó el resentimiento de los ciudadanos
ricos de Israel. Tras de su muerte, su hijo Pekaía sólo gobernó dos
años antes de que fuese asesinado en una rebelión contra el liderazgo
que favorecía la política pro-asiria.
Peka, el asesino, tomó ventaja de
la concentración de los asirios en la campaña de Urartu. Aliándose con
los sirios de Damasco, se preparó para el día del retorno de los
asirios. Este intento abortado de liberar a Israel de la amenaza
asiría, sólo puso las cosas en peor estado. Por el 732 a. C., Resín,
el rey sirio, fue muerto en la ocupación de Damasco por los asirios.
Israel tenía poca oportunidad, ya que Acaz, el rey de Judá, había
formado una alianza con Tiglat-pileser. Peka fue destronado en una
muerte sangrienta para dejar paso a Oseas, quien inmediatamente
aseguró al rey asirio su lealtad y el tributo de Israel.
Oseas comenzó su reinado como
vasallo de Asiría. Cuando Salmanasar reemplazó a Tiglat-pileser en el
trono de Asiría en el 727 a. C., los israelitas intentaron otra
rebelión. En pocos años, los ejércitos de Salmanasar
V
rodearon Samaría. Tras un asedio
de tres años, la capital israelita capituló en el 722 a. C. Pasadas
tres décadas después de la muerte de Jeroboan el Reino del Norte fue
reducido de un lugar de gobierno entre las naciones de Palestina a una
provincia asiría.
Estas turbulencias y vicisitudes
del reino en aquellas décadas, casi apagaron la voz del profeta Oseas.
Los tiempos eran tan buenos en los primeros años de su ministerio, que
los israelitas no querían ser perturbados por advertencias proféticas.
La dinastía de Jehú había retenido, afortunadamente, el trono por casi
un siglo. Antes de que pasara mucho tiempo, sin embargo, la predicción
de Amos del exilio de Israel cobró una portentosa significación
cuando la política militar de los asirios desarraigó a las poblaciones
en las tierras ocupadas y las envió a lugares distantes del imperio,
poniéndola así en práctica. Las repetidas muertes de palacio, la
invasión asiría, los pesados tributos y contribuciones, las vacilantes
alianzas con extranjeros y, finalmente, la caída de Samaría figuraron
en los turbulentos tiempos del ministerio de Oseas.
Pasando a todo lo largo de las
tribulaciones y problemas de los cambiantes tiempos, Oseas fielmente
sirvió a su generación como portavoz de Dios. No se dan detalles
respecto a su llamada al ministerio profético, más allá del hecho de
que el Señor le habló a él. Oseas fue impelido a describir el hecho de
que Dios todavía amaba a un Israel que había vuelto a antiguos pecados.
Pacientemente, rogó a su pueblo que se arrepintiese, mientras que veía
al reino deslizarse desde la posición arrogante que tenía con Jeroboam
II,
al nivel de una provincia asiría
ocupada.
Durante su largo ministerio, Oseas
compartió el empeño de su pueblo en un titubeante reino. Con compasión
y amor por sus conciudadanos, manifestó una sensitiva respuesta a las
necesidades de Israel en su pecadora condición. Además de su
experiencia personal, expresó en un tono de tristeza el amor de Dios
por un pueblo que había fallado en responder a su bondad.
No se dan fechas específicas en el
libro de Oseas. Puesto que Jeroboam y Uzías son nombrados en el
versículo inicial, se conviene generalmente que Oseas comenzó su
ministerio alrededor del 760 a. C. en los últimos años del reinado de
Jeroboam. Ciertamente, su predicción concerniente a la dinastía de
Jehú en el primer capítulo y posiblemente los sucesivos mensajes en
los primeros tres capítulos del libro, fueron públicamente dados antes
de la muerte de Jeroboam. Es razonable asociar los mensajes de los
capítulos 4-14 con los acontecimientos que esparcieron las grandes
sombras de la dominación asiría sobre la tierra de Palestina. Para un
análisis de su mensaje completo, como está registrado en el libro que
lleva su nombre, puede considerarse la siguiente perspectiva:
I. El matrimonio de Oseas y su
aplicación a Israel 1:1-3:5
II.
Las acusaciones de Dios contra
Efraín 4:1-6:3
III.
La decisión de Dios para castigar
a Efraín 6:4-10:15
IV.
La resolución de Dios en los
juicios y misericordia 11:1-14:9
Única entre los profetas, fue la
experiencia matrimonial de Oseas. Bajo divina compulsión, Oseas se
casó con Gomer. En el curso del tiempo, le nacieron tres hijos,
Jezreel, Loruhama y Lo-ammi. Esta relación de familia se convirtió en
la base para varios mensajes que Oseas entregó a su pueblo en la
primera década de su ministerio.
La brevedad de Oseas en el informe
de su matrimonio, y la vida de familia, deja un número pendiente de
problemas. A despecho de ello, el lector no puede fallar en ver la
progresiva revelación del mensaje de Dios a través de Oseas. Con el
nacimiento de cada hijo, la advertencia del juicio pendiente era
presentado con más fuerza y exacta claridad.
El nombre "Jezreel" remueve
numerosos recuerdos de triste memoria en las mentes de los israelitas.
Como ciudad real de Israel, estaba asociada con el asesinato de Nabot
por Jezabel. Corrientemente, ello recordaba a los israelitas que la
poderosa dinastía reinante de Jehú, marcó su camino hacia el trono con
un excesivo derramamiento de sangre en Jezreel
(II
Reyes 9-10). En esta forma, Oseas
advirtió a su generación que el reino del Norte se hallaba cercano a
su fin. Su poder sería destruido y quedaría roto en el valle de
Jezreel.
Otra advertencia llegó a Israel
con el nacimiento de la hija de Oseas, Loruhama. El significado "no
compadecida" llevó a los israelitas el mensaje de que Dios retiraría
su misericordia. Ya no les perdonaría más totalmente.
Subsiguientemente, el nacimiento del tercer hijo trajo el anuncio de
que Dios estaba haciendo más severas sus relaciones con Israel. En la
alianza existía un mutuo lazo de unión entre Dios y su pueblo.
Entonces Oseas dio la noticia a Israel de que aquel lazo sería
disuelto. Ya no era Israel el pueblo de Dios; ni Dios, el Dios de
Israel. La relación del pacto había alcanzado su punto de ruptura.
A pesar de todo, Oseas, mirando a
lo lejos en el futuro, inyectó un rayo de esperanza en los proyectos
del tota] abandono de Dios. La sentencia contra Israel iba realmente a
ser ejecutada; pero llegaría un día cuando tanto Israel como Judá
serían reunidas de nuevo bajo un solo gobernante en su propia tierra.
Esta multitud incontable sería identificada como los "hijos del Dios
viviente".
Oseas, entonces, revirtió a los
problemas contemporáneos. La esperanza de la última restauración
necesitaba poco énfasis cuando su generación estaba a punto de perder
el favor de Dios. La fórmula legal de] divorcio (2:2) indica que el
profeta disolvió su matrimonio con la adúltera Gomer. De igual forma,
Israel por su terrible actuación es culpable de adulterio. El grano,
el vino, el aceite, la plata y el oro que Dios había generosamente
suministrado a su pueblo, habían sido utilizados por los israelitas en
ofrendas a Baal. Israel, como su conducta había demostrado, no "sabía"
ni se daba cuenta de que Dios había otorgado todas aquellas cosas
buenas al pueblo de su pacto. Entonces, Dios estaba a punto de
visitarles con su juicio.
Todas las festividades religiosas
iban a cesar. Israel iba a ser castigada por su apostasía al ser
desarraigada y exiliada —abandonada por Dios.
Otra vez de nuevo, el futuro
quedaba desvelado. A su debido tiempo, Dios concedería la gracia de
restaurar a Israel (2:14-23). El día se aproximaba en que el pacto
sería renovado de tal forma que una vez más gozaría de las bendiciones
del Altísimo como pueblo de Dios. Esta promesa fue confirmada en la
propia experiencia de Oseas (3:1-5).26 El profeta fue invitado a
buscar a su esposa y reinstalarla en su familia. Pero ¿dónde estaba
ella? ¿Qué le habría ocurrido? Aparentemente, ella se había ido y
había llegado a un límite tal de inmoralidad que nadie tenía necesidad
de su compañía. Oseas la encontró en la plaza del mercado siendo
ofrecida para la venta al mejor postor. Yendo mucho más allá de sus
obligaciones morales y religiosas, pagó el precio y puso en ella su
amor renovando los votos de su matrimonio. Esta acción simbolizaba la
actitud de Dios hacia la adúltera Israel. La simple promesa de Dios es
que Israel una vez más, será restaurada en los últimos días bajo el
gobierno de un rey, David.
¿Qué cargos tenía Dios contra
Israel? Lenguaje blasfemo, la mentira, el asesinato, el robo, el
adulterio y el crimen —todos esos fueron los síntomas del fracaso de
Israel para reconocer a su Dios. El pueblo había ignorado la ley de
Dios
y en consecuencia, Dios les había rechazado. En su idolatría, Efraín
era peor que una ramera. Los sacerdotes y los profetas igualmente
habían fallado hasta el extremo de que incluso Judá fue advertida de
no contaminarse por Efraín. El sacerdote, el rey, y el pueblo fueron
alertados en el hecho de que el juicio se aproximaba (5:1). Con
trompetas sonando la alarma por toda la tierra, Dios estaba avisando a
Israel de que estaba a punto de abandonarla. No había buscado a Dios,
sino que había mirado a Asina en busca de ayuda. Dios iba a
abandonarla hasta el tiempo en que Israel genuínamente le buscaba a El
(6:1-3).
¿Qué haría Dios con Efraín? Esta
pregunta sobresale en la objetiva discusión representada por
6:4-10:15. Esta sección refleja el mensaje de Oseas durante las
décadas en que Efraín estaba en trance de desintegración bajo la
aplastante marcha y el avance de la máquina asiria de guerra.
Gradualmente, las nubes de exilio fueron expandiendo una sombra
creciente sobre Efraín y, últimamente, quedaron extinguidos los
últimos rayos de las esperanzas nacionales de Israel.
En la relación del pacto, el amor
de Israel por Dios había vacilado constantemente. Repetidamente, Dios
había intentado volver a su pueblo de sus caminos equivocados al
enviar a los profetas para llamar su atención. En otras ocasiones, El
la había visitado con calamidades y juicios. Todavía persistía en
sustituir las ofrendas por el verdadero amor y la lealtad. Cuando Dios
hubiese revivido a Israel tras el castigo, ¿qué encontraría? Acciones
malvadas, el engaño, el robo, la embriaguez—todo ello era nauseabundo
para Dios como un pastel a medio cocer. Nadie en Israel buscaba
realmente a Dios. Efraín era demasiado orgullosa. Actuando como una
paloma fácilmente engañada, los oficiales buscaban la segura ayuda de
Egipto o de Asiria por la diplomacia, esperando de ello escapar al
juicio de Dios. En vez de confiar en Dios, continuaban manifestando su
dependencia sobre Baal. ¡Qué podía hacer Dios sino ejecutar la
sentencia contra el pueblo infiel y desagradecido!
Otra acusación contra Israel era
que los reyes habían sido entronizados sin la aprobación de Dios.
Haciendo ídolos, el pueblo se había apartado y despreciado el Decálogo,
que claramente limitaba su pacto y lealtad hacia Dios, quien les
liberó de la esclavitud de Egipto. Además de todo eso, la
multiplicación de altares y sacrificios no resultaba agradable a Dios,
en tanto que no estaba acompañado con las debidas actitudes. La
hipocresía religiosa de Israel, era patente para Dios en los días de
Oseas. A causa de su evidente maldad, la muerte y la destrucción
aguardaban a todo Israel. El rey sería completamente destronado a la
terminación del reino (8:1-10:15).
¿Cómo podrían el eterno amor de
Dios y su justicia hacia el Israel rebelde ser resueltos? ¿Podría Dios
completamente abandonar y olvidar a su pueblo? La solución a este
problema se da en 11:1-14:9.
Israel era el hijo de Dios. En
Egipto, Dios había confirmado su pacto con los israelitas y les había
redimido de la esclavitud. Como un padre cría con mimo a su hijo
vacilante, le provee en todas sus necesidades y le otorga su amor sin
medida, así Dios se había cuidado continuamente de Israel. Ahora, el
pueblo había pecado y se hallaba en la necesidad de recibir la
correspondiente disciplina. El castigo tendría que llegar, pero no
irían más a Egipto. Asiria es designada como la tierra del exilio.
Todavía luchando con el problema
del amor compasivo hacia un hijo descarriado y díscolo, el mensaje
profético hace una transición desde una amenaza a una promesa por la
cuestión de "¿Cómo podré abandonarte, oh Efraín?". El problema es
resuelto al enviar a Israel al exilio con la seguridad de que
retornará. Tanto Judá y Efraín son culpables de confiar en Egipto y
Asiria en busca de ayuda. Israel ha provocado la ira de Dios y se ha
convertido en reproche para El. Por un tiempo, irá hacia la nación
como un león devorador para ejecutar la sentencia decretada sobre ella.
Esto no puede ser alterado, pero en el futuro, Dios será su ayuda.
Esta promesa proporciona a Israel consuelo y será como una boya
durante los obscuros días del exilio.
Para su pueblo, Oseas da una
simple fórmula para que vuelva hacia Dios: abandonar los ídolos,
transferir su fe y confianza de Asiria a Dios, Y confesar sus
iniquidades. Solamente en Dios encontrarán la misericordia los que
están abandonados por el padre (14:1-4).
La última esperanza es la
restauración de Israel. El día llegará en que los ídolos serán
abandonados y la devoción hacia Dios tendrá una plenitud piadosa.
Restaurada en su propia tierra, Israel gozará una vez más de la
prosperidad material y de las bendiciones divinas.
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Capítulo
XXIII
Las
naciones extranjeras en las profecías
Tres
profetas menores dedican su atención sobre una nación extranjera cada
uno: Abdías sobre Edom, Nahum sobre Asiría y Habacuc sobre Caldea. A
desemejanza de Isaías, Amos y otros profetas, los autores de estos
oráculos apenas si se refieren a otras naciones. Ofrecen aliento o
increpan a su propio pueblo sólo en forma de contraste o comparación.
Los
tres libros no proporcionan información que pudiera satisfacer la
curiosidad concerniente a la vida personal de los profetas. Al mismo
tiempo, las limitadas referencias a sucesos contemporáneos hacen
imposible lograr la certidumbre en fechar sus respectivas carreras.
Consecuentemente, existen problemas en relacionar a esos hombres con
los tiempos en que vivieron.
Abdías —el orgullo de Edom —Abdías 1-21
El
libro más reducido del Antiguo Testamento, es el de Abdías. No
tenemos medios de saber nada respecto al profeta aparte de su nombre
y no hay base para identificarle con cualquier otra persona que lleve
tal nombre. Las fechas sugeridas para el ministerio de Abdías, basadas
en el contenido de su oráculo, van desde el tiempo de Amos a la última
parte de los tiempos de Jeremías. La profecía se divide en cuatro
secciones:
I. La
segura posición de Edom Abdías vs. 1-9
II. Las
desgracias de Jerusalén vs. 10-14
III.
El destino de Edom vs. 15-16
IV.
El triunfo de Israel sobre Edom vs 17-21
Edom es
orgulloso. Seguro en su inexpugnable fortaleza rocosa los edomitas
reflejan la actitud de aquellos que están por encima del peligro de la
invasión y la conquista. No sólo se jactan de su seguridad dentro de
su fortaleza natural, sino que, además, son orgullosos y soberbios en
su pretendida sabiduría. Aunque complacidos en su creencia de que
nada les ocurrirá, la divina humillación pende sobre ellos. Los
ladrones sólo pueden robar lo suficiente para ellos y los recolectores
de uvas suelen dejar rebusca, pero Edom aguarda el pillaje por los
confederados que, indudablemente, conocen bastante respecto a los
tesoros que tienen escondidos. Decepcionados por aliados y amigos, los
edomit-as llegarán a comprobar que ni su sabiduría ni su poder pueden
salvarles (vs. 1-9).
¿Está
justificado el juicio sobre Edom? Los cargos contra ella están
claramente establecidos y declarados. En el día de la calamidad de
Jerusalén
los edomitas se habían recreado en el mal ajeno e incluso habían
entregado fugitivos al enemigo, siendo culpables de flagrante
injusticia (10-14).
El día
del Señor será un día de rendir cuentas para todas las naciones.
Abdías, sin embargo, está especialmente preocupado con Edom y su
relación con el estado y la situación final de Judá. Edom será
juzgada por sus acciones. Beberá la copa de la ira y se desvanecerá
como si nunca hubiera existido (15-16).
Por
contraste, el monte de Sión será establecido. Mientras Edom
desaparece sin un solo superviviente, los israelitas serán
restaurados con seguridad en su propia tierra, desde Neguev en el sur
hasta Sefarad en el norte, con el Señor como gobernante. Incluso los
exiliados de Sefarad retornarán para compartir la reclamación de las
ciudades del Neguev. Monte de Esaú, una vez representativa del orgullo
y la altivez de los edomitas, será gobernada desde monte Sión (17-21).
Nahum —la suerte de Níníve —Nahum 1:1 - 3:19
Los
matices internos del libro de Nahum ofrecen una evidencia fiable para
fechar a este profeta en la segunda mitad del siglo VIL La referencia
de Nahum a la caída de Tebas hace el 661 a. C. el terminas a quo y
la dicción de la caída de Nínive sugiere el 612 a. C., como el
terminus quem para el período de su carrera. Dentro de esos
límites es, por supuesto, imposible fijar un tiempo exacto para su
ministerio.
La
conquista de Tebas por Asurbanipal, representaba el máximo punto del
avance asirio, a unas quinientos treinta kilómetros al sur del Cairo.
Pero no transcurrió mucho tiempo en que las rebeliones
comenzaron a trastornar el imperio de Asurbanipal. Su propio hermano,
Samasumukin, nombrado gobernador de Babilonia por Esar-hadón, dio
lugar a una rebelión fracasada y pereció en la quema de Babilonia en
el 648 a. C. Cuando murió Asurbanipal, alrededor del 633, las
rebeliones estallaron con éxito en varias zonas para advertir a Asina
de su próxima condenación. Cyáxares asumió el reinado de Media y en
menos de una década Nabopolasar estuvo bien establecido sobre el trono
de Babilonia. Aliando sus fuerzas con los medos y los babilonios,
convergió sobre Asiría para llevar a efecto la destrucción de Nínive
en el 612 a. C. A los pocos años, el Imperio Asirio estaba absorbido
por los vencedores.
Seguramente, Nahum estaba familiarizado con algunos de tales
acontecimientos. Aunque Elcos, la población natal de Nahum, no ha
sido nunca identificada con certidumbre, es verosímil que él fuese un
ciudadano de Judá. A Nahum le eran conocidas las calamidades que Judá
tuvo que soportar durante el siglo de la dominación asiría. No hay
duda de que estaba al tanto de la opresión asiría, mediante la cual,
incluso Manases, el rey de Judá, fue llevado al destierro por una
temporada.
El
siguiente análisis sugiere los temas importantes como están
desarrollados en el libro de Nahum:
I. La
majestad de Dios en el juicio y en la
misericordia Nahum 1:1-14
II.
El sitio de Nínive y su destrucción 1:15-2:13
III.
La razón de la caída de Nínive 3:1-19
La
majestad de Dios es el tema introductorio de Nahum. Soberano y
Omnipotente, Dios gobierna de forma suprema en la naturaleza. Los
malvados —enemigos de Dios por sus acciones— continuarán porque Dios
es lento en su cólera. A su debido tiempo, la venganza de un Dios
celoso, será manifestada. Para aquellos que confían en El, serán
salvados en el día de la ira, pero el enemigo será completamente
destruido (l:l-8).
Aparentemente, algunos entre el auditorio de Nahum se hallaban
dudosos respecto al cumplimiento de su predicción (1:9). Con
seguridad, el profeta declara que el juicio de Dios es tan decisivo,
que no tienen por qué temer ni sentir aflicción de Nínive de nuevo.
Las dificultades que Asiría ha impuesto sobre Judá no se repetirán
(1:12-13). Dirigiéndose a los asirios Nahum predice que esta
destrucción borrará su nombre a perpetuidad.
Para
Judá, la destrucción de Nínive es el alivio de la opresión. De forma
pintoresca, el profeta habla del mensajero que viene con las buenas
noticias (1:15). El pueblo es amonestado a renovar su devoción
religiosa en gratitud por su liberación. Por contraste con esta breve
exhortación para Judá, el mensaje para Nínive contiene una grave
advertencia. Nahum vividamente describe el asedio, la conquista y la
total ruina de la capital de Asiria (2:1-13). Esta orgullosa ciudad de
los asidos, que sembró de calamidades a Jerusalén, está ahora sujeta
al horrible efecto de un asedio en que prevalecerá la más completa
confusión. El enemigo entra, destroza y reduce a Nínive a ruinas,
dejándola totalmente desolada.
ims
ciudadanos de Nínive han precipitado esta catástrofe; a ellos se les
carga con un comercialismo sin escrúpulos y cruel rapiña. Describiendo
vividamente una de las más dramáticas escenas de batallas existentes
en la literatura del Antiguo Testamento, Nahum describe los carros de
guerra avanzando y cargando los jinetes mientras aplastan los
cadáveres de los defensores de Nínive. Utilizando el símil de una
ramera, Nahum describe la vergonzosa exposición de Nínive ante las
naciones que tan cruelmente había oprimido. Todos la mirarán de reojo
con, desprecio, sin que haya uno que lamente su ruina.
La
destrucción de Tebas se cita por comparación (3:8-15). A despecho de
sus vastas fortificaciones, esta populosa ciudad egipcia fue
conquistada y destruida por los asirios en el 661 a. C.
¿Es Nínive mejor que Tebas? Fuerte, fortificada, y apoyada por Put y
Libia, la ciudad de Tebas no podría soportar el asalto asirio. Tampoco
aguardará Nínive en el día de su ataque. Sus fortificaciones serán
inefectivas bajo la aplastante carga del enemigo que avanza como un
fuego devastador.
En la
final descripción del destino de Nínive, Nahum utiliza la figura de la
plaga de la langosta, tan familiar para la mentalidad de los
orientales. Comparando la población de Nínive a la langosta, el
profeta predice que se esparcirá por la ciudad buscando refugio, pero
será esparcida a lo lejos y desaparecerá. A diferencia de Judá, la
nación de Asiria no tiene esperanzas de que quede un remanente. Además,
todos se gozarán de su destrucción, puesto que ningún pueblo había
escapado a las atrocidades y saqueos de la máquina de guerra asiría
.
Habacuc —Dios utiliza a los caldeos —Habacuc 1:1 - 3:19
Con
toda verosimilitud, Habacuc fue testigo del declive y caída del
imperio asirio en el transcurso de su vida. Sincronizado con la
decadencia asiría y su influencia en Judá, llega la reavivación. con
la jefatura de Josías. Simultáneamente con estos acontecimientos llegó
el resurgir del poder de Media y Babilonia en la parte oriental del
Creciente Fértil. La caída de Nínive pudo haber ocurrido antes de que
Habacuc hiciese su aparición como portavoz de Dios. La descripción de
la violencia, la lucha y la apostasía, tan frecuente en Judá durante
los tiempos de Habacuc (1:2-4), parece encajar con el período
inmediatamente siguiente a la muerte de Josías en el 609. Los
caldeos no se han manifestado como una suficiente amenaza para
Judá, puesto que el control de Egipto se extendía desde el Eufrates
hasta la batalla de Carquemis (605). Consecuentemente, los años
transcurridos entre el 609 y el 605 proporcionan una conveniente base
para el mensaje de Habacuc.
El
diálogo entre Habacuc y Dios es digno de mencionarse. El profeta
plantea la cuestión filosófica de una aparente discrepancia entre los
hechos de la historia y la revelación divina. Finalmente, él resuelve
sus dificultades expresando su fe en Dios. Hecho básico a la totalidad
de la discusión, es el uso de Dios de un pueblo pagano para castigar a
su propio pueblo.
Como
guía para ulterior consideración del mensaje de Habacuc, lleva por sí
mismo a la siguiente perspectiva:
I.
¿Por qué Dios permite la violencia? Habacuc 1:1-4
II.
Dios levanta a los caldeos para castigar a Judá 1:5-11
III.
¿Por qué deberían los malvados castigar a los justos?
1:12-2:1
IV.
La vida justa por la fe y la esperanza 2:2-4
V.
Denuncia de la injusticia 2:5-20
VI.
Un salmo de alabanza 3:1-19
Habacuc
se siente turbado por los males que prevalecen en su generación.
Prevalece la injusticia, la violencia y la destrucción continúan, la
Tora es ignorada, y respecto a esto el profeta apela impacientemente a
Dios; pero nada cambia. ¿Por cuánto tiempo ignorará Dios su oración y
tolerará tales condiciones?
La
respuesta de Dios está en marcha. Los rudos e impetuosos caldeos se
están aproximando. Rápidos en su avance, esparcen el terror con la
captura de nuevas tierras, la destrucción de las fortalezas y la
supresión de los reyes. Dios está permitiendo a esos feroces
conquistadores para que lleven la justicia a Judá (1:5-11).
¿Utiliza
Dios a los malvados para castigar a los infieles en Judá? ¿Es que no
son los ofensores entre el pueblo de Dios —no importa lo culpable que
sean— todavía mejores que los brutos idólatras procedentes de
Babilonia? Habacuc imagina si la revelada naturaleza de Dios como
santa y justa y las actuales condiciones de los paganos invasores,
garantizan realmente la acusación de que Dios permita esto. Turbado y
perplejo porque Dios ha ordenado a los caldeos que lleven a efecto el
juicio, Habacuc espera impaciente la respuesta (1:12-2:1).
El
profeta es invitado a registrar la revelación. Este divino mensaje es
tan significativo que debería ser preservado para futuras
consideraciones. La predicción es cierta en su cumplimiento, aunque el
tiempo no haya llegado aún. Simple y con todo, es profundo el básico
principio expresado aquí: el justo deberá vivir en su fidelidad. Por
contraste, la nación opresora será visitada después con la maldición.
La fe en Dios es la piedra de toque de la perseverancia en una vida de
fidelidad.
Mirando
a su alrededor, Habacuc ve una vivida demostración de los males que
prevalecen. El enumera a aquellos que son soberbios y seguros de sus
formas de proceder:
1. Los
agresores injustos 2:6-8
2.
Aquellos que justifican sus malos actos 2:9-11
3. Los
que derraman sangre para provecho personal 2:12-14
4.
Aquellos que decepcionan a sus vecinos 2:15-17
5.
Aquellos que confían en los ídolos 2:18-19
Observando agudamente aquellas múltiples manifestaciones de
presuntuosidad respecto a él, Habacuc encuentra alivio en la
realización de que el Señor está en su santo templo. Inmediatamente
será pronunciado el solemne aviso de que toda la tierra debería
guardar silencio ante El.
Esos
pensamientos evocan un salmo de alabanza de los labios del profeta.
Conocidas para él, son las grandes obras de Dios en tiempos pasados.
Con una llamada para que Dios recuerde su misericordia en su ira,
Habacuc implora de El que haga de nuevo conocer sus poderosas acciones.
Dios manifestó su gloria y utilizó a la naturaleza para llevar la
salvación á su pueblo de Israel cuando les trajo desde el desierto y
les estableció en la tierra prometida. Habacuc desea soportar las
presentes calamidades con el conocimiento de que el día de Dios y su
ira caerá sobre el agresor. Aunque los campos y los rebaños fallen en
sus provisiones materiales, él todavía se gozará en el Dios de su
salvación. Mediante una fe viva en Dios, el profeta reúne fuerza para
encararse a un futuro incierto.
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Capítulo
XXIV
Después del exilio
Tras de que las esperanzas nacionalistas de Judá fueron perdidas y
quedaron reducidas a polvo, con la quema de Jerusalén en el 586, el
profeta Jeremías acompañó un remanente de judíos a Egipto y allí
concluyó su ministerio. Ezequiel, un profeta entre los exiliados de
Babilonia, dedicó su mensaje a los proyectos y perspectivas de una
última restauración del hogar patrio. Su ministerio profético
probablemente terminó alrededor del 570 a. C. Con la vuelta de los
judíos a su país nativo, Hageo y Zacarías comenzaron a
ejercitar su efectiva influencia, estimulando a los judíos en sus
esfuerzos para reconstruir el templo. Antes de que transcurriese otro
siglo, Mala-quías surgió en Judá como un profeta del Señor.
Los tiempos de la reconstrucción de Jerusalén
Las
predicciones escritas de Jeremías concernientes a un período de
setenta años de la cautividad de los judíos, ya era conocida y estaba
en circulación entre los exiliados en Babilonia (Jer. 25:11; 29:10;
Dan. 9:1-2). Mientras que los gobernantes de Babilonia continuaron en
el poder, las esperanzas de una vuelta al hogar patrio fueron escasas.
Para aquellos que estaban familiarizados con el mensaje de Isaías
(44:28-45:1), una nueva esperanza tuvo que haber alboreado cuando Ciro,
el persa, emergió frente a los destinos políticos y militares de su
país, como líder absoluto. Con su conquista de Babilonia en el 539, la
profecía de Jeremías levantó un renovado interés entre los piadosos y
los devotos (Dan. 9:1-2).
Frente a los judíos, se extendían días transcendentales. Poco después
de la caída de Babilonia, Ciro firmó un pertinente decreto.
Revirtiendo la política de desarraigar de su hogar a los pueblos
conquistados —una práctica de los asirios y de los babilonios de casi
dos siglos— Ciro favoreció al pueblo judío y a otros pueblos cautivos
con una proclamación en que se les permitía volver a su tierra natal.
Aproximadamente, cincuenta mil judíos se reunieron en el largo viaje
desde Babilonia a Jerusalén, para restaurar sus destinos nacionales
bajo la jefatura de hombres tales como Zorobabel y Josué (Esdras 1-3).
Los
judíos volvieron llenos de optimismo y comenzaron la tremenda tarea
de reconstruir su país. Erigieron un altar y restituyeron el culto en
Jerusalén, de acuerdo con la ley de Moisés. Con renovado entusiasmo,
volvieron a celebrar las fiestas y las ofrendas prescritas.
Valientemente, emprendieron la reconstrucción del templo en el
segundo año después de la vuelta del exilio. Mientras muchos gritaban
de alegría, otros lloraron mientras reflexionaban en la bellísima
estructura salomónica, que había sido reducida a un montón, de ruinas
por los ejércitos de Babilonia cinco décadas antes.
El
optimismo pronto dio paso al desaliento. Rehusando la ayuda de la
población mezclada en la provincia de Samaria, los judíos se
convirtieron en víctimas del odio. Tan hostiles fueron los vecinos del
norte que el proyecto de la construcción fue completamente abandonado
por casi dieciocho años.
No
fue sino hasta el segundo año del reinado de Darío (520 a. C.), cuando
los judíos estuvieron en condiciones de renovar sus esfuerzos. En
aquel tiempo, los profetas Hageo y Zacarías insuflaron el celo y el
patriotismo de una nueva generación. Menos de un mes tras de que
Hageo hiciese su apariencia en público, el pueblo reemprendió el
programa de reconstrucción. Su incentivo aumentó, cuando unas semanas
más tarde, Zacarías se unió a Hageo en mensajes de reproche, aliento y
seguridad. Zorobabel y Josué dieron a su pueblo una valiente jefatura
en el noble esfuerzo, a despecho de la oposición de Tatnai (Esdras
4-6). Cuando el último apeló al rey persa, Darío hizo una
investigación y emitió un edicto favorable para los judíos. En el
término de cinco años, el pueblo de Judá vio cumplidas sus esperanzas
en la reedificación del nuevo templo.
Hageo y Zacarías apenas si se mencionan en el libro de Esdras (5:1-2 y
6:14) como profetas que ayudaron a Zorobabel y Josué. La efectividad
de su ministerio y el impacto que causaron sobre el pueblo de Judá, se
aprecia más claramente en sus escritos.
Hageo —promotor del programa de construcción —Hageo 1:1-2:23
Se
conoce poco respecto a Hageo, más allá de su identificación corno
profeta. Muy probablemente nació en Babilonia y retornó con la
migración a Jerusalén en los años 539-538 a. C. Su tarea específica
fue inducir a los judíos a renovar su trabajo en el templo.
Comenzando a últimos de agosto del 520 a. C. Hageo emitió cuatro
mensajes al pueblo, antes de que terminase dicho año. La brevedad de
su libro puede indicar que él registró solamente sus mensajes orales.
La siguiente perspectiva del libro está basada en cuatro oráculos:
I.
Amonestación y respuesta del pueblo Hageo 1:1-15
II.
La
mayor gloria del nuevo templo 2:1-9
III.
La
seguridad de las bendiciones 2:10-19
IV.
Un
mensaje personal 2:20-23
La
segunda década, desde que se añadió la primera piedra al templo,
transcurrió rápidamente. El entusiasmo religioso expresado cuando se
echaron los cimientos había sido decisivamente sofocado por los
hostiles samaritanos. Mientras tanto, el pueblo se había dedicado a la
construcción de sus propios hogares.
Hageo dirigió sus primeras palabras a Zorobabel, el gobernador, y a
Josué, el sumo sacerdote. Valientemente, declaró que no era justo que
el pueblo demorase la construcción del templo. Volviéndose al laicado,
les recordó que el Señor de los ejércitos era la fuente y posesor de
todas las bendiciones materiales. En lugar de dedicar sus esfuerzos al
santo proyecto, se habían dedicado a construir sus propios hogares.
Por tanto, la sequía y las malas cosechas habían sido su premio
(1:1-11).
Hasta entonces, ningún profeta había gozado de tan rápidos resultados
en Judá. El pueblo respondió entusiásticamente a la exhortación de
Hageo. Veinticinco días después tuvo la satisfacción de ver renovada
la actividad en la construcción (1:12-15).
La
construcción del nuevo templo continuó a pasos agigantados por casi un
mes antes de que Hageo entregase un nuevo mensaje. La ocasión se
produjo el último día de la Fiesta de los Tabernáculos. Hasta allí,
sólo habíase dado una cosecha escasa y por ello la celebración fue
notablemente mediocre en comparación con las elaboradas festividades
en el atrio del templo en los tiempos pre-exflicos. Probablemente,
debían quedar todavía unos pocos entre los ancianos que habían visto
el anterior templo —menos en número, sin embargo, que en el 538 a. C.,
cuando la nueva fundación había sido asentada. Comparando lo que se
hacía con la gloria de la estructura salomónica, se volvieron
pesimistas y descorazonados. El trabajo se retardaba conforme el
espíritu del desaliento comenzó a penetrar en la totalidad del grupo.
El
oportuno mensaje de Hageo salvó la situación. Amonestando a los judíos
a renovar sus esfuerzos, el profeta les aseguró que Dios, a través de
su Espíritu, estaba entre ellos. Por añadidura, les llegó la palabra
procedente del Señor de los ejércitos: Dios sacudiría a las naciones,
el Señor haría que la gloria de aquel templo excediese a la del
primero, y el Todopoderoso suministraría la paz y la prosperidad en
aquel lugar. Aunque la promesa era inequívoca y específica, el tiempo
de su cumplimiento está velado en las ambiguas palabras "dentro de
poco". Para la generación de Hageo, esta promesa fue una fuente de
aliento en su inmediata tarea.
Tras dos meses de rápido progreso en el programa de la construcción,
Hageo recibió otro mensaje de Dios. El pueblo había experimentado años
de escasez en el período en que había descuidado la construcción del
templo, pero entonces que habían recomenzado los trabajos, Dios les
bendeciría abundantemente. Aunque la semilla no había sido segada,
ellos marcaron aquel día como el principio de bendiciones materiales
mucho mayores. Mejores cosechas vendrían para su disfrute
inmediatamente.
El
mismo día tuvo un mensaje personal para Zorobabel. Como descendiente
del linaje real y como gobernador de Judá, él representaba al trono de
David. En aquel día, cuando Dios haga estremecer los cielos y la
tierra, derribe los tronos, y destruya la fuerza de las naciones
paganas, el Señor de los ejército., hará un sello para Zorobabel.
Puesto que tales acontecimientos no ocurrieron en los tiempos de
Zorobabel, la promesa dirigida a él lo fue como a un representante de
la línea hereditaria del trono de David, la cual aguarda su
cumplimiento. La declaración, estableciendo que él estaba elegido por
el Señor de los ejércitos, proporcionó el valor necesario para la
efectiva jefatura en un tiempo en que los gobernadores persas en
aquella zona, amenazaban con detener la construcción en Jerusalén.
Zacarías —Israel en un mundo en el ocaso —Zacarías 1:1 - 14:21
Jerusalén bullía con actividad y movimiento, cuando Zacarías anunció
sus declaraciones apocalípticas. En los días de vacilación que
siguieron a Hageo en su segundo mensaje, Zacarías recibió
ulterior inspiración para los bandos en lucha de los judíos. Con toda
probabilidad, pertenecía al linaje sacerdotal de Iddo, que había
retornado a Palestina (Neh. 12:1,4,16). Si él es el sacerdote citado
en Neh. 12:16, era todavía un hombre joven en el 520 a. C. cuando
comenzó su ministerio.
Los
mensajes de Zacarías en 1-8 están definitivamente relacionados con la
época de la reconstrucción del templo. El resto de este libro puede
ser razonablemente fechado en los últimos años de su vida y
subsiguientes a la dedicación del templo. Obsérvese el siguiente
análisis del libro de Zacarías:
I.
La
llamada al arrepentimiento Zacarías 1:1-6
II.
Las
visiones nocturnas 1:7-6:8
III.
La
coronación de Josué 6:9-15
IV.
El
problema del ayuno 7:1-8:23
V.
El
pastor rey 9:1-11:17
VI.
El
gobernante universal 12:1-14:21
Las
palabras de apertura de Zacarías siguen en pos del mensaje de aliento
de Hageo en la Fiesta de los Tabernáculos. Citando la desobediencia
de sus antepasados por vía de advertencia, Zacarías apoya el esfuerzo
de su colega para activar a los judíos. Sólo un genuino cambio de
corazón evocará el favor de Dios (1:1-6).
El
segundo oráculo de Zacarías le llega en una secuencia de visiones
nocturnas. En rápida sucesión, se aprecian descritas mediante el
profeta, los acontecimientos corrientes y los problemas con que se
encara su pueblo. Con cada aspecto de esta revelación, llegan las
provisiones de Dios para su estímulo. Aunque cada visión merece un
estudio especial con respecto a su significación para el futuro, el
efecto de conjunto del panorama era vitalmente significativo para el
auditorio de Zacarías en su noble lucha durante aquellos meses llenos
de ansiedad.
Cuatro jinetes aparecen en la escena del comienzo. Volviendo de una
patrulla de rigor, informan que todo está en calma. En respuesta a una
pregunta que concierne al hado de Jerusalén, el Señor de los ejércitos
anuncia que Sión será confortado en la restauración del templo de
Jerusalén (1:7-17).
Cuatro cuernos y cuatro carpinteros son presentados entonces al
profeta. La destrucción de los primeros por los últimos representa la
ruina de las naciones responsables de la dispersión de Judá, Israel y
Jerusalén (1:18-21).
Un
medidor aparece a la vista de Zacarías. Tan populosa y próspera habrá
quedado Jerusalén que será necesario ensancharla más allá de las
murallas. Cuando el Señor aparezca como la gloria de esta ciudad, El
será también como una muralla de fuego protector. Reuniendo a Israel,
el Señor aterrorizará a las naciones de tal forma que se conviertan en
un despojo para el pueblo que una vez fue tomado en cautiverio. Judá
será de nuevo herencia de Dios cuando el Todopoderoso elija, una vez
más, a Jerusalén como su lugar de morada (2:1-13).
En
otra visión todavía, Zacarías ve a Josué vestido con ropas sucias.
Satanás, el acusador del sumo sacerdote de Israel, es reprochado por
Dios que ha elegido a Jerusalén. Josué es vestido en seguida con los
debidos ornamentos. Condicionado por su obediencia, Josué recibe la
seguridad de que entonces puede representar aceptablemente a su pueblo
ante Dios. La promesa para el futuro está investida en el siervo
identificado como el "Renuevo". En un solo día el Señor de los
ejércitos borrará todas las culpas de la tierra, para que vuelvan la
paz y la prosperidad (3:1-10).
Especialmente digno de notarse es la visión del candelabro de oro con
dos olivos. Por su importancia, Zacarías es despertado por un ángel.
El recipiente que sirve como depósito reservorio para la lámpara,
aparentemente estaba continuamente alimentado por el aceite de los dos
olivos. Mediante esta visión, llega la seguridad para Zorobabel que
Dios, mediante su Espíritu, cumpliría su propósito. Zorobabel había
comenzado la construcción del templo y la completaría. Manteniendo la
vigilia, el Señor de toda la tierra es ayudado por dos ungidos, que
obviamente son Josué (3:1-10) y Zorobabel (4:1-14; Hageo 2:20-23).
Ciertamente dramática es la siguiente visión. Zacarías ve un rollo
volante, fantástico de tamaño, unos 4,5 por 9 mtrs, que anuncia una
maldición contra el robo y el perjurio. La maldición es enviada por el
Señor para consumir toda la culpa que hay sobre la tierra (5:1-4).
Inmediatamente después, llega lo necesario para suprimir la maldad.
Una mujer, que representa la iniquidad de la tierra, es llevada a
Babilonia en un ánfora.
En
la visión final, unos carros de guerra parten de los cuatro puntos
cardinales para patrullar la tierra. De nuevo, el Señor de toda la
tierra ejerce un control universal como lo hizo en la primera visión
mediante los jinetes (6:1-8).
La
situación en Jerusalén se aproximaba rápidamente a un estadio crítico
cuando Zacarías entregó esta serie de mensajes, que le llegaron
durante la noche en visiones. Habían pasado exactamente cinco meses
desde la reconstrucción del templo en su comienzo, en respuesta al
mensaje de Hageo. Mientras tanto Tatnai y otros oficiales persas
habían llegado a Jerusalén para investigar lo que allí ocurría,
implicando que los judíos estaban rebelándose contra Persia (Esdras
5-6). Aunque no ordenan un inmediato cese de los trabajos, toman nota
de todos los nombres de los jefes judíos y hacen una relación formal a
Darío. No está indicado cuanto tiempo transcurrió desde el envío del
mensaje al rey hasta que recibieron su respuesta. Es probable que los
judíos no conociesen el veredicto del rey de Persia, cuando Zacarías
comenzó sus profecías. Sin duda, habría muchos que se preguntaron por
cuanto tiempo estarían en condiciones de continuar el programa
constructivo emprendido. Ya habían sido detenidos una vez; podría
ocurrir de nuevo. El problema de su inmediato futuro que dependía del
decreto del rey persa, molestó bastante a la comunidad judía.
Durante los días de la incertidumbre, el profeta tuvo un mensaje
alentador. Mediante aquella serie de visiones nocturnas, le llegó la
seguridad de que Dios, que vigila sobre toda la tierra, había
prometido la restauración de Jerusalén. Las naciones, a cuyas manos
los israelitas habían sufrido tanto, iban a ser destruidas, como los
cuatro carpinteros destruyeron los cuatro cuernos. La paz y la
plenitud estaban aseguradas en la promesa de la expansión de
Jerusalén fuera de sus murallas. Puesto que la muralla de la ciudad
proporcionaba seguridad contra el enemigo en los tiempos del Antiguo
Testamento, el pacífico lugar más allá de las murallas implicaba
libertad de ser atacado. En la visión de Josué se hizo provisión para
una adecuada intercesión a favor de Israel. Inmediatamente después se
le dio la seguridad de que Zorobabel sería revestido de poder por el
Espíritu de Dios para completar la construcción del templo. A pesar
de la maldición aplicada a los malvados y pecadores, la iniquidad
estaba siendo realmente suprimida de la tierra. En conclusión, la
patrulla de carros bajo el mando del Señor de la tierra, llevaría la
tranquilidad a los reconstructores del templo. A todos aquellos que
fueron receptores del mensaje del profeta y ejercitaron su fe en Dios,
aquella oportuna palabra tuvo que haberles proporcionado un verdadero
aliento, en momentos en que tanta ansiedad existía mientras se recibía
el veredicto de Darío.
Extraordinaria y predictiva fue la acción simbólica del profeta
(6:9-15). Con una corona de oro y plata y acompañado por tres judíos
de Babilonia, Zacarías coronó a Josué como sumo sacerdote. Muy
significativo también fue la elección de Josué, para significar el
Renuevo que construiría el templo cuando las naciones desde lejos, le
prestarían su apoyo a ayuda. La gloria, el honor y la paz acompañan a
este gobernante en su combinación, única de realeza y sacerdocio.
Estas dignidades estaban separadas en Judá incluso en los días de
Zacarías.
La
corona simbólica era para estar colocada en el templo como monumento
conmemorativo. El mensaje del profeta sería certificado por la
inmediata ayuda que iban a recibir (6:15).
Tampoco se indica con, qué prontitud les llegó la respuesta de Darío.
Pero llegó con el veredicto favorable a los judíos. Darío, el rey
persa, no solamente anuló el intento de Tatnai y sus colegas de
gobierno para detener la construcción, sino que ordenó que ellos
ayudasen a los judíos con suministros materiales y con tributos y
ayuda económica (Esdras 6:6-15).
Dos
años transcurrieron, en el programa de construcción. Una delegación de
Betel llega a Jerusalén con una consulta referente al ayuno. Zacarías
les recuerda que la ira de Dios había caído sobre Jerusalén a causa de
que sus antepasados no obedecieron la ley ni escucharon a los profetas,
quienes les habían advertido (7:4-14). El Señor de los ejércitos es
celoso por Sión y restaurará Jerusalén. Los que queden serán reunidos
desde el este y desde el oeste de tal forma que una ligazón
satisfactoria y de dependencia mutua será forjada entre Dios y su
pueblo (8:1-8).
La
inmediata aplicación a su auditorio es dada en 8:9-19. La admonición
de Zacarías es que se redoblen los esfuerzos en el programa de
reconstrucción. Dios hizo a Israel un objeto de burla entre las
naciones, pero ahora se ha propuesto hacer el bien para su propio
pueblo. Permitirá que la verdad, la justicia y la paz prevalezcan
entre ellos. Permitirá también que el ayuno se torne en, días de
alegría. Cuando Dios es reconocido en Jerusalén, el pueblo ambicionará
el favor divino. Los judíos serán buscados por las naciones porque
reconocerán que Dios está con su pueblo (8:20-23).
No
se da la fecha para la última parte del libro de Zacarías. Puesto que
no se dan referencias al proyecto de la reconstrucción, es verosímil
que este mensaje fuese dado tras la dedicación del templo.
Presumiblemente esto representa en, mensaje de Zacarías durante un
período posterior de su carrera profética.
Mientras que las naciones circundantes están sujetas a la ira de Dios
(9:1-8), Jerusalén tiene proyectos de contar con un rey triunfante
(9:9-10). Aunque humilde y sencillo en apariencia, el rey es justo y
llevará la salvación. En, su universal dominio, hablará de paz a todas
las naciones.
En
nombre de Jerusalén, el Señor de los ejércitos ejercitará su poder
protector contra el enemigo (9:11-17). El salvará a los suyos, ya que
son el rebaño de su pueblo. Como una oveja sin pastor, los israelitas
están desperdigados, pero Dios les rescatará. Castigando a los falsos
profetas y pastores, Dios reunirá su rebaño, Efraín junto con Judá.
Ellos vendrán desde todas las naciones, incluso desde tierras
distantes, mientras que el orgullo de los paganos caerá por tierra
(10:1-12).
Los
pastores infieles de Israel están a punto de ser consumidos en un
terrible juicio (11:1-3). Mediante un segundo acto simbólico, Zacarías
es invitado a convertirse en el pastor de Israel (11:4-7). En un
sentido, el profeta está actuando con la capacidad del Señor de los
ejércitos, quien es el verdadero pastor de Israel. Mientras que él
asume este papel, Dios describe la terrible suerte que aguarda a
Israel en manos de los falsos pastores. Israel está condenada. En vano,
el pastor intenta salvar a su rebaño, pero éste le detesta. Patético
también el sino del rebaño entre los traficantes de ovejas cuyos
pastores no se cuidan de ellas. De igual manera, Dios expondrá a
Israel a sufrir entre las naciones, a causa de haber rechazado a su
verdadero pastor.
Aunque abandonada a las naciones para el juicio, Israel tiene un lugar
en los planes de Dios. El día llegará en que Israel se convertirá en
una piedra onerosa para las naciones. Sión se sentirá reforzada y Judá
emergerá con. la victoria sobre todas las naciones que han ido contra
ella (12:1-9).
En
este día de victoria, los israelitas se tornarán en un espíritu de
gracia y de súplica a Aquel que una vez rechazaron (12:10-14). El
pueblo de Jerusalén tendrá y se servirá de una fuente para limpiarse
del pecado y la suciedad. No sólo el pueblo, sino que también la
tierra será limpiada. Los ídolos serán barridos de la memoria y los
falsos profetas relegados al olvido (13:1-6).
El
sufrimiento y la pena del verdadero pastor tendrán como resultado la
dispersión de las ovejas. Aunque perecerán dos tercios del pueblo, el
remanente sobrevivirá a los fuegos purificadores. Esos tornarán a
Dios y reconocerán que es el Señor (13:7-9).
En
el día del Señor, todas las naciones serán reunidas en Jerusalén para
la batalla. Desde el monte de los Olivos, el Señor resistirá a los
enemigos y se convertirá en el rey de toda la tierra. Jerusalén con un
suministro de agua sobrenatural, quedará establecida con seguridad. La
oposición presa del pánico se desintegrará de tal forma que la riqueza
de todas las naciones será recogida sin interferencia. Todos los
supervivientes irán a Jerusalén a adorar al Rey, el Señor de los
ejércitos, y a guardar la Fiesta de los Tabernáculos. Con Jerusalén
establecida como el punto focal de todas las naciones, el culto a Dios
será purgado de toda impureza en forma tal, que toda la vida pueda
redundar en su magnificación.
Malaquías —el aviso profetice final —Malaquías 1:1 - 4:6
La
única mención del nombre "Malaquías" está en el primer versículo de
este libro. Puesto que Malaquías significa "mi mensajero" la
Septuaginta lo considera como un nombre común. El hecho de que todos
los otros libros en este grupo están asociados con los nombres de los
profetas, favorece el reconocimiento de Malaquías como su nombre
propio.
Es
difícil afirmar el tiempo en que se desarrolló el ministerio de
Malaquías. El segundo templo ya estaba en pie, el altar de los
sacrificios en uso y los judíos y su comunidad se hallaban bajo la
jurisdicción de un gobernador persa. Esto coloca su actitud
subsiguiente a los tiempos de Hageo y Zacarías, cuando el templo había
sido reconstruido. Se conoce tan poco respecto a la condición del
estado de Judá desde la dedicación del templo a la llegada de Esdras,
que es imposible fijar una fecha concluyente para las profecías de
Malaquías. El contenido del libro ha conducido a algunos a Malaquías
con los tiempos de Nehemías. Otros prefieren fecharle con
anterioridad a la estancia de Esdras en Jerusalén, aproximadamente en
el 460 a. C.
Malaquías tiene la distinción de ser el último de los profetas hebreos.
Llega como un mensajero final para advertir a una generación
apóstata. Con vigorosa claridad, perfila la vida y la esperanza final
del justo en contraste con la maldición que aguarda a los malvados. Su
mensaje entra en las siguientes subdivisiones:
I.
Israel como nación favorecida de Dios Malaquías 1:1-5
II.
La
falta de respeto de Israel hacia Dios 1:6-14
III.
Reproche a los sacerdotes infieles 2:1-9
IV.
La
Judá infiel 2:10-16
V.
Requerimientos de Dios 2:17-3:15
VI.
El
destino final de los justos y los malvados 3:16-4:6
La
peculiar relación de Israel con Dios es el tema introductorio del
mensaje de Malaquías. El Señor de los ejércitos ha elegido a Jacob.
Edom, que desciende de Esaú, el hermano gemelo de Jacob, no volverá a
estar en condiciones de afirmarse sobre Israel. El dominio del Señor
se extenderá más allá de las fronteras de Israel para incluir a la
sojuzgada tierra de Edom (1:2-5).
Pero Israel ha deshonrado a Dios. Al ofrecerle animales impuros o
robados en sacrificio, el pueblo demuestra su falta de respeto hacia
Dios. Ellos no se atreverían a tratar a su gobernador en esa forma. El
nombre de Dios es reverenciado entre las naciones, pero no en Israel.
El no será tratado de esta manera por su pueblo elegido. El fraude
garantiza la maldición divina (1:6-14).
Los
sacerdotes son retirados para su retribución. Dios ha hecho una
alianza con la tribu de Leví de tal forma que mediante ellos, el
conocimiento y la instrucción pueden ser impartidas al pueblo. Por
infidelidad en su responsabilidad, llegarán a ser despreciados por el
pueblo a quien ellos conducen (2:1-9).
El
pueblo de Judá ha profanado el santuario, por los matrimonios mixtos
con gentes paganas. Las esposas extranjeras han introducido la
idolatría. Igualmente cargados con el divorcio, el pueblo no puede
ganar la aceptación de sus ofrendas ante el Señor de los ejércitos
(2:10-16).
Después de todo esto, Malaquías recuerda bruscamente a su auditorio
que han enfadado a Dios por su fracaso en buscar los caminos justos.
Dios está a punto de enviar a su mensajero a su templo para juzgar,
purificar, y refinar a su pueblo. Los cargos contra ellos son:
brujería, adulterio, falsos juramentos, el fallo en entregar los
diezmos, y la injusticia social hacia los asalariados, las viudas, los
huérfanos y extranjeros. Por su conducta, ellos han menospreciado la
sabiduría de servir a Dios fielmente (2:17-3:15).
Dios es conocedor de aquellos que le temen, ellos son su especial
posesión. Registrados en el libro del recuerdo, los justos están
designados para la salvación en el día de la ira de Dios. Aquellos que
han sido presuntuosos y han promovido la maldad, perecerán como el
rastrojo en un campo en llamas tras la cosecha. El temor de Dios, por
otra parte, se acrecentará (3:16-4:3).
En
conclusión, Malaquías exhorta a su propia generación para que obedezca
la ley de Moisés (4:4-6). Con el terrible día del Señor pendiente, el
profeta les recuerda que el juicio será precedido por un período de
misericordia aligerado con la llegada de Elías. Predictivo en
importancia, el nombre "Elías" sugiere un tiempo de resurgimiento
mediante un individuo enviado por Dios. Tal persona, ya ha sido
prometida (3:1). Cuatro siglos más tarde, este mensajero fue
identificado (Mat. 11:10,14).
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FIN DEL ESTUDIO
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