sábado, 16 de junio de 2012


LOS PROVERBIOS Y LA POESIA GNÓMICA 

El libro de los Proverbios, del A. Testamento, ha sido acertadamente calificado como una Antología de Aforismos Hebreos.

Los proverbios, propiamente dichos, son declaraciones breves y enérgicas mediante las cuales se expresa en forma memorable algún consejo sabio, lección moral o experiencia sugestiva. A causa de su agudeza y su for­ma y fuerza sentenciosa, frecuentemente se les denomina gnómicos, aunque en castellano quizá diríamos, aforismos.

El hombre halla en el mundo externo analogías a su propia experiencia, las que le ayudan a generalizar y a formular lo que ha observado. Un simple hecho sorprendente o humorístico se fija en la mente como el tipo al que deben referirse o responder todos los hechos análogos, como cuando se usó el proverbio "¿También Saúl entre los Profetas?"
Para la mayor parte de los proverbios no existe re­gistro de nacimiento. Nadie conoce a su autor. Hallan aceptación, no porque descansan sobre la autoridad de nombres ilustres sino a causa de su verdad inherente o apariencia de verdad.
Los proverbios bíblicos no están limitados al libro que lleva ese título. El libro del Eclesiastés contiene muchos aforismos. También aparecen proverbios en casi cada parte de las Escrituras, y dada la definición y origen de los proverbios que hemos dado más arriba, fácilmente se notará que frecuentemente se requerirá gran cuidado y discernimiento para su correcta exposición. En tales exposiciones han de hallarse de utilidad y valor práctico las observaciones que daremos a continuación.
1. Como los proverbios pueden consistir en símil, metáfora, parábola o alegoría, el intérprete, ante todo, debe determinar a cuál de esta clase de figuras pertenece el proverbio si es que pertenece a alguna de ellas. Ya he­mos visto que Prov. 5:15‑18 es una alegoría. En Prov. 1:20; 8:1 y 9:1, se personifican a la sabiduría. Ecles. 9:13­18, es una combinación de parábola y proverbio, sirviendo la parábola para ilustrar el proverbio. Algunos símiles proverbiales tienen la naturaleza de esos acertijos en cuya solución hay un doble sentido, lo que nos obliga a dete­nernos y reflexionar, antes de poder dar con el punto de comparación. Lo mismo pasa con algunas expresiones pro­verbiales en las cuales no se establece formalmente la comparación sino que queda implicada. Así leemos en Prov. 26:8, "Como quien liga la piedra en la honda, as! hace el que al necio da honra". Aquí tenemos una comparación formal cuyo significado no salta a la vista en el primer momento, aunque muy pronto la reflexión nos enseña que el atar la piedra a la honda es una insensatez.
Habiendo tal variedad en la naturaleza y estilo de los proverbios es natural que el intérprete tenga que ser capaz de determinar el carácter exacto de cada pasaje proverbial que intente explicar.
2. También se requiere gran sagacidad crítica y prác­tica, tanta para determinar el carácter de un proverbio como para entender su objeto y su tendencia. Muchos proverbios son declaraciones literales de hechos, resultado de la observación y la experiencia, como por ej. "Aun el niño es conocido por sus hechos, si su obra es limpia y recta". ( Prov. 20:11). Muchos son simples preceptos y máximas, exhortando a la vida virtuosa o amonestaciones contra el pecado que cualquiera puede entender, como por ej. "Fíate de Jehová de todo tu corazón y no fíes en tu prudencia" ( Prov. 3: 5); "No entres por la vereda de los impíos ni vayas par el camino de los malos" (Prov. 4:14>, pero hay otros que parecen desafiar toda ingenuidad y agudeza críticas. Debe admitirse que entre tantos proverbios que se han conservado en las Escrituras,,varios de los cuales indudablemente tenían la intención de desconcertar al lector, hay probablemente algunos que ahora solamente pueden explicarse con conjeturas.
3. Donde quiera que el contexto preste alguna ayuda a la exposición de un proverbio debe prestársela gran atención, y debe notarse que en el libro de los Proverbios, como en el resto de las Escrituras, el contexto inmediato en muy gran parte es una guía muy segura al significado de cada pasaje en particular. También los paralelismos poéticos en qué está escrito este libro ayuda mucho a la exposición.
Especialmente los paralelismos sinónimos y los anti­téticos se adaptan por medio de las analogías y contrastes que suministran, a sugerir sus propios significados. Así, en Prov. 11:25: "El alma liberal será engordada y el que saciare será saciado". Aquí, el segundo miembro del paralelismo es una ilustración del sentimiento del pri­mero.
            En el paralelismo antitético de Prov. 12:24, cada miembro es metafórico y el sentido de cada uno se aclara por el contraste: "La mano del diligente se enseñoreará mas la negligencia será tributaria".
            4. Pero en los Proverbios hay pasajes donde el contexto no suministra auxilio satisfactorio; hay pasajes que al principio parecen contradictorios y que nos obligan a detenernos para estudiar y ver si el lenguaje es literal o figurado. Donde faltan otros auxilios hay que apelar de manera especial al sentido común y al sano juicio. En todo caso dudoso éstos han de ser nuestro último recurso para guardarnos contra la interpretación de todos los proverbios como proposiciones universales. En Prov. 16:7 hallamos un dicho que expresa una gran verdad: "Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos pacificará con él". Pero ha habido muchas excepciones a esta declaración, muchísimos casos a los cuales sólo podría aplicársela con mucha modificación, tales como todos los casos de los perseguidos por amar la justicia. Lo mismo puede decirse del versículo 13 del mismo capítulo: "Los labios justos son el contentamiento de los reyes y aman al que habla lo recto". Los anales de la historia humana demuestran que esto no ha sido cierto siempre, a pesar de que los más impíos de los reyes se dan cuenta del valor de los consejeros rectos. Prov. 26:4 y 5 son contradictorios en la forma y en la declaración, pero por las razones que allí se dan, se ve que ambas son correctas. "Nunca respondas al necio en conformidad a su necedad, para que no seas tú también como él. Responde al necio según su necedad porque no se estime sabio en su opinión". El sentido común y el sano criterio deben decidir en cada caso diverso cómo comprenderlo. Se ha supuesto que Prov. 6:30‑31, envuelve un absurdo: "No tienen en poco al ladrón cuando hurtare para saciar su alma, teniendo hambre; empero tomado, paga las setenas, da toda la sustancia de su casa". El robo siempre es robo, pero si un hombre ha llegado a tal estado de pobreza como para robar con el fin de aplacar su hambre, ¿cómo, preguntamos, hacerse devolver el séptuplo de lo robado y toda la sustancia de su casa? La falta de conocimiento de la ley y del sentimiento hebreo nos hace ver un absurdo en eso. Para comenzar, el pasaje es proverbial y debe tomársele sujeto a limitaciones *proverbiales; luego, debe tenerse en cuenta el contexto, en el cual el escritor se propone demostrar la gran perversidad del adulterio. Nadie será inocente, arguye el escritor, (v. 29) si toca a la mujer de su prójimo. El que roba por satisfacer el hambre no es despreciado porque se tienen en cuenta las circunstancias atenuantes; sin embargo, si se le descubre, aun él está sujeto al máximo de la pena de la ley (comp. Éxodo 22:1‑4). Lo de las setenas indudablemente debe tomarse como una expresión idiomática. Toda su propiedad entregará, si fuere necesario, para hacer restitución. Toda esto acerca de un ladrón bajo las circunstancias mencionadas, pero el adúltero hallará aún peor suerte, golpes, vergüenza y reproches, que no pueden raerse (vs. 32‑35). En cuanto al supuesto absurdo de compeler a pagar setenas a quien nada tiene, es cosa que surge de una interpretación literal del proverbio. Evidentemente, el sentido es que sean cuales fueren las circunstancias del robo, si se encuentra al ladrón ciertamente será castigado según el caso lo exija. Un hombre podría poseer propiedades y, sin embargo, robar para satisfacer su hambre; o, si no poseía propiedades, podía ser vendido (Éxodo 22:3) por quizá más de siete veces el valor de lo que había robado. Del mismo modo, en Ecles. 10:2, se ve inmediatamente que el lenguaje no ha de tomarse literal sino metafóricamente, "El corazón del sabio está a su mano derecha, más el co­razón del necio, a su mano izquierda". El significado exacto del proverbio, sin embargo, es oscuro. Probablemente la palabra corazón debe tomarse por juicio o entendimiento; y el sentimiento es que el sabio tiene su entendimiento siempre listo y a su completa disposición, mientras que con el necio pasa lo contrario.

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