domingo, 17 de junio de 2012


LA SANTIDAD
EN 1 TESALONICENSES
Panorama general
EL CONTEXTO HISTÓRICO DE
1 TESALONICENSES
Alrededor del año 50 a.C., durante el denominado segundo viaje misionero de Pablo, el apóstol llegó a Tesalónica desde Filipos por el gran camino militar llamado la Vía Ignacia. Las dos ciudades estaban localizadas en la provincia romana de Macedonia, en lo que hoy se conoce como el norte de Grecia. Estas ciudades traen a la memoria las hazañas que realizó cuatro siglos antes el famoso conquistador Alejandro Magno. Filipos fue nombrado en honor a su padre, Felipe; y Tesalónica, en honor a su hermanastra. En su visita, Pablo llegó con sus compañeros Silas y Timoteo (véase 1 Tesalonicenses 1:1, 5-8; 2:1-14; 3:1-6; Filipenses 4:16; Hechos 17:1-10; 18:5).
Pablo describe las circunstancias de su visita en 1 Tesalonicenses 2:1-2: “Vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue en vano, pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, Dios nos dio valor para anunciaros su evangelio en medio de una fuerte oposición”. Pablo le da sólo a Dios el crédito por el valor que le permitió predicar en tales circunstancias (véase 1:5 y 2:13). Por lo tanto, Dios fue responsable de que esos paganos gentiles se convirtieran en forma maravillosa de su anterior idolatría (1:9).
No sabemos de seguro por cuánto tiempo ministró Pablo entre los tesalonicenses. Pudo ser por unas semanas (véase Hechos 17:2), pero también pudo ser por varios meses. Durante su estadía, Pablo ejerció su oficio haciendo carpas (1 Tesalonicenses 2:9). Y, más de una vez la generosa iglesia de Filipos le envió ayuda financiera para apoyar su misión en Tesalónica (Filipenses 4:16). Pablo se quedó allí suficiente tiempo como para establecer una afectuosa relación de confianza mutua con sus convertidos (1 Tesalonicenses 1:5-7; 2:6-8, 10-12, 19-20), pero no lo suficiente como para convencerse de que estaban listos para continuar solos cuando fue forzado a salir de la ciudad. La nueva congregación cristiana se desarrolló rápidamente y de manera gratificante, aun ejemplar Sin embargo, la oposición obligó a Pablo a salir prematuramente de esa ciudad (véase Hechos 17:5-10; 1 Tesalonicenses 2:14-16).
De Tesalónica, Pablo fue a Berea, de allí a Atenas y luego a Corinto, de donde probablemente escribió esta carta (véase Hechos 17:10—18:5; 1 Tesalonicenses 2:17—3:10). Es imposible saber cuánto tiempo transcurrió entre su salida y esta carta, pero deben haber sido sólo unas semanas o meses. Pablo escribe del estrés emocional que sufrió al tener que separarse de sus convertidos y al ver frustrados sus esfuerzos de regresar a Tesalónica.
En cuanto a nosotros, hermanos, separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, deseábamos ardientemente ver vuestro rostro. Por eso quisimos ir a vosotros, yo, Pablo, ciertamente una y otra vez, pero Satanás nos estorbó...Por eso, no pudiendo soportarlo más, acordamos quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo...para confirmaros y exhortaros respecto a vuestra fe, a fin de que nadie se inquiete por estas tribulaciones...Por eso también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, pues temía que os hubiera tentado el tentador y que nuestro trabajo hubiera resultado en vano (1 Tesalonicenses 2:17-18; 3:1-3, 5).
La misión de Timoteo en Tesalónica fue un éxito rotundo. Su regreso y su reporte a Pablo sobre la perseverancia de los hermanos Como cristianos es lo que trata de inmediato Pablo en su primera Carta a los tesalonicenses.
Pero cuando Timoteo regresó, nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño, y que deseáis vernos, como también nosotros a vosotros. Por eso, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados al saber de vuestra fe. De modo que ahora hemos vuelto a vivir, sabiendo que estáis firmes en el Señor. Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios, orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro y completemos lo que falte a vuestra fe?
Pablo se regocijó por las noticias que Timoteo le dio acerca de la fidelidad de los tesalonicenses. Aunque sólo podía alabarlos como cristianos, aún le preocupaba que su fe fuera deficiente. El les envió la carta que conocemos como 1 Tesalonicenses como sustituto de una visita personal que tanto deseaba y pedía en oración. Parece razonable suponer que él escribió lo que les habría dicho en persona.
EL CONTEXTO LITERARIO DE
1 TESALONICENSES
La Primera Epístola a los Tesalonicenses es una carta que se escribió por un motivo especial. Pablo la escribió en respuesta a una situación de la vida real. Es en verdad una carta, no sólo un tratado teológico que él envió. Tiene todas las características de las cartas que se escribían durante la época helenista y de las otras cartas de Pablo, pero con una excepción. Generalmente Pablo agradece a Dios por sus lectores después del saludo inicial, y luego continúa con los asuntos a tratar. Sin embargo, aquí el agradecimiento parece ser el asunto a tratar.
La sección de 1:2—3:13 está dedicada completamente a dar gracias a Dios por la fidelidad de estos nuevos cristianos (véase especialmente 1:2-3; 2:13; 3:9). Aun cuando Pablo cambia en los capítulos 4 y 5, para animar y exhortar, su enorme gratitud por los tesaloni­censes es obvia.
LAS ENSEÑANZAS PRINCIPALES DE
1 TESALONICENSES
Las cartas de Pablo no son textos de teología. No hay secciones organizadas lógicamente que se dediquen a temas como la doctrina de Dios, antropología, hamartiología o soteriología. La teología que se encuentra en las cartas paulinas no es sistemática, sino pastoral, y responde a situaciones especiales. Pablo escribe como un pastor fundador preocupado por sus recién convertidos que necesitan ánimo.
Sin embargo, la teología pastoral es una teología real. Y, la teolo­gía que responde a situaciones a menudo es más pertinente para la vida diaria que las teorías especulativas que a veces llamamos teología. Además de enfocar su atención en la santificación, 1 Tesalonicenses también enseña acerca de temas teológicos importantes como la elección divina y la escatología. (También hay una conexión cercana entre las tres doctrinas en 2 Tesalonicenses 2:13-15).
Elección
Los cristianos de la tradición de santidad tendemos a dejar de lado la doctrina de la elección divina. Como reacción a las excesivas afirmaciones del calvinismo clásico, le damos poco énfasis a esta significativa verdad bíblica. Necesitamos que se nos recuerde, como lo hace la doctrina de la elección, que es el llamado de la gracia de Dios el que hace posible que seamos contados entre los salvados. Dios toma la iniciativa en la salvación. La doctrina de la elección nos recuerda claramente que no somos nosotros los que escogemos hacernos cristianos cuando queramos, en nuestros propios términos. Nos recuerda que la conversión y la entera santificación —de hecho, todo lo que Dios hace en nuestras vidas— no son metas, sino vocaciones, llamados. La vida cristiana es un peregrinaje en el que tomamos parte sólo por invitación. Tal vez comience con un momento de crisis, tal como el dejar los ídolos, pero servir a Dios es necesariamente un proceso (véase 1 Tesalonicenses 1:10).
La fe no es un fin en sí mismo. No nos convertimos simplemente para convertimos. Somos llamados a vivir sobre la base de la nueva relación con Cristo. La doctrina de la elección nos recuerda también que la fe sola en la oferta de Dios para salvación no es suficiente. Si no fuera por el llamado de Dios, nunca podríamos responder con fe. Si no fuera por su gracia, nuestro arrepentimiento nunca resultaría en perdón. La salvación no depende de nosotros. No es nuestro arrepentimiento el que nos salva. No es nuestra fe la que nos salva. No es nuestra obediencia la que nos salva. Es Dios quien nos salva.
Entonces, ¿por qué escuchamos tan poco sobre la doctrina de la elección en nuestras iglesias? A diferencia de algunas tradiciones cristianas, las iglesias de la tradición wesleyana arminiana están convencidas de que la elección divina no es efectiva por sí sola. Dios no escoge salvar a algunos y excluir a otros. Creemos que su llamado se extiende a todos, y cualquiera que responda fielmente a su llamado será salvo. Si no fuera por su llamado, nadie podría llegar a ser cristiano. Sin embargo, tristemente, hay algunos a quienes Dios llama que no aceptan su elección, no le sirven en el oficio para el cual El los eligió, y rehúsan vivir como es digno del llamado de Dios. Y, algunos que responden al comienzo, más tarde se alejan por una razón u otra. Jesús lo expresó así: “Pues muchos son llamados, pero pocos escogidos” (Mateo 22:14).
Es difícil pasar por alto el énfasis que hace Pablo en la doctrina de la elección al describir la evidencia impresionante de la conversión de los tesalonicenses a Cristo. “Sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha elegido...porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1 Tesalonicenses 1:4; 2:13).
Su fidelidad fue más impresionante aún porque sabían que vivir como cristianos en un ambiente hostil no sería fácil. Ellos sabían de los sufrimientos de Pablo (2:2). Además, él les había advertido que ellos también sufrirían por su fe (3:3-4). La forma en que soportaron el sufrimiento los hizo imitadores de Pablo y sus colegas, de las iglesias de Judea y del mismo Señor Jesús (1:5-6; 2:14-15). Aún más, los hizo ejemplos de perseverancia para los creyentes en Macedonia y Acaya (1:7-10). Acaya era la provincia romana en el sur de Grecia, en donde estaban localizadas las iglesias de Corinto y Cencrea (Roma­nos 16:1) que Pablo había fundado.
La celebración de Pablo por estas expresiones tangibles de la elección de los tesalonicenses y su fe cristiana vital fue lo que inspiró su acción de gracias a través de tres capítulos. “Recordamos ante nuestro Dios y Padre la prueba práctica de vuestra fe, el trabajo moti­vado por vuestro amor, y la perseverancia inspirada por vuestra esperanza en nuestro Señor Jesucristo” (1 Tesalonicenses 1:3, paráfrasis del autor; véase también 5:8, en donde la conocida tríada de fe, esperanza y amor aparece nuevamente; Cf. Romanos 5:1-5; 1 Corintios 13:13; Gálatas 5:5-6; Colosenses 1:4-5). Su fe, esperanza y amor demostraban su elección divina (véase 1 Tesalonicenses 1:4). En 1:5-10, Pablo ofrece dos pruebas más de su elección: Primero, el carácter de la proclamación del evangelio que realizaba él (v. 5), y segundo, el carácter de la respuesta de ellos al evangelio (vv. 6-10). En 2:1-16, él describe más ampliamente estas pruebas en el mismo orden, esta vez dando mayor atención a su propio carácter (vv. 1-12) y refiriéndose más brevemente al de ellos (vv. 13-16).
Pablo no criticó en manera alguna la conducta cristiana de los tesalonicenses, aunque recién se habían convertido del paganismo; sólo los elogió. Tuvo especial cuidado de animarlos a continuar viviendo como lo estaban haciendo.
Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos...que, de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más...Acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más...Por lo cual, animaos unos a otros y edificaos unos a otros, así como lo estáis haciendo...Pero vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas (1 Tesalonicenses 4:1, 9-10; 5:11, 4-5).
En ninguna forma la conversión de los tesalonicenses fue deficiente. Eran cristianos genuinos, aun ejemplares. Sin embargo, a pesar de la confianza de Pablo en ellos, les envió a Timoteo, “nuestro hermano, servidor de Dios y colaborador nuestro en el evangelio de Cristo” (3:2; véase 2 Pedro 1:10).
Pablo consideró posible que los tesalonicenses perdieran la fe y se alejaran de Dios, a pesar de que El los había elegido y que la conversión de ellos había sido genuina.
Escatología
La preocupación de Pablo de que los tesalonicenses pudieran perder la fe no se debía a lo inadecuado de su conversión, sino a lo contingente de la salvación. La salvación no es sólo un evento pasado y una experiencia presente, sino también una expectativa futura.
…os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera...Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día...Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la esperanza de salvación como casco. Dios no nos ha puesto para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que vigilemos, o que durmamos, vivamos juntamente con él (1 Tesalonicenses 1:9-10, 5:5, 8-10).
Los cristianos viven “entre los tiempos”. La muerte de Cristo en el pasado hace posible la salvación para todos. Para hacer que la salvación sea personal, El invita a la gente a dejar su vida de pecado para iniciar una vida de santidad y servicio a Dios. Aquellos que aceptan su invitación en el presente, ya viven con El como hijos de ese día futuro cuando la salvación será completa. Sólo entonces los creyentes estarán “siempre con el Señor” (4:17; véase 2 Tesalonicenses 2:13-15). Mientras tanto, son llamados a vivir “como es digno de Dios, que [les] llamó a su Reino y gloria” (1 Tesalonicenses 2:12). La salvación, en el sentido más pleno, es una esperanza futura—algo que recibiremos si permanecemos fieles en el presente.
Pablo discute aspectos de la escatología (la doctrina de las últimas cosas) tales como la segunda venida de Cristo, la resurrección de los muertos, y el juicio final. Pero no lo hace simplemente para satisfacer la curiosidad de sus lectores. La escatología describe la meta última de la elección: la salvación final. El llamado de Dios a la salvación en el pasado y el prospecto del juicio divino en el futuro son motivaciones importantes para vivir en santidad en el presente. La elección y la escatología nos motivan a preparamos para el “examen final” más importante de la vida.
Durante el último semestre en la universidad, experimenté el poder transformador de la confianza inmerecida a nivel humano. En ese tiempo estaba recién casado, tenía tres empleos y era estudiante de tiempo completo. Realmente tenía que hacer malabares con mi tiempo. Al acercarse el fin del semestre, era obvio que no podría terminar a tiempo una monografía importante. Una conversación de último momento con el profesor sólo profundizó mi desesperación. Le mostré la investigación y el trabajo preliminar que había realizado para la monografía. Pero, aún necesitaba varios días de trabajo para terminarla, y sólo tenía algunas horas disponibles. Puesto que formaba parte de la clase graduanda, la fecha de entrega de las calificaciones era más temprano de lo que yo esperaba. A pesar de las noches sin dormir y los días intensos, la fecha de entrega llegó y pasó, y la monografía aún estaba incompleta. El día después de la entrega de las calificaciones, tímidamente toqué a la puerta de la oficina del profesor Woodruff, preparado para aceptar lo peor. Le pregunté qué calificación me había dado por mi clase incompleta. El dijo: “Yo sé que terminarás la monografía y que harás un buen trabajo. Por lo tanto, te di la nota máxima”. ¡La nota máxima! Quedé asombrado. Emocionado. ¡Me sentí capaz de hacer lo imposible! La generosa expresión de confianza del profesor no me permitiría darle sino la mejor monografía que hubiera escrito. Y lo fue, no por mi esfuerzo, sino porque su consejo y sus altas expectativas me permitieron hacer algo que de otra manera hubiera sido imposible.
Con esto no estamos diciendo que los cristianos de alguna forma obtienen la salvación como en un plan de crédito: “Compre ahora y pague después”. Nunca podremos merecer el llamado de la gracia de Dios. Permanecemos indignos, pero su llamado nos transforma en personas que nunca podríamos ser sin alinear nuestra vida con sus ambiciosos planes para nosotros. Vivir como es “digno de Dios” es vivir ahora en una manera que esté de acuerdo con nuestro destino futuro. Es llegar a ser lo que sólo la gracia de Dios hace posible. Es estar “genuinamente santificado”. Sin embargo, la doctrina de la escatología es un recordatorio importante de que el tiempo de las oportunidades se acabará tarde o temprano. También es un recordatorio de que sólo en el cielo habrá terminado nuestro tiempo de prueba y nuestro destino estará sellado para vivir eternamente con el Señor. Aquellos cuya doctrina de la “seguridad eterna” los guía a declarar: “Una vez que soy salvo, siempre seré salvo”, en parte tienen razón. El problema es: No seremos salvos en ese sentido escatológico sino hasta que escuchemos el sonido de las puertas de perla cerrándose detrás de nosotros.
Santidad
La doctrina de la santificación, como la presenta 1 Tesalonicenses, está íntimamente relacionada con las doctrinas de elección y escatología. Un Dios santo llama a los creyentes a vivir en santidad como preparación esencial para la vida eterna con El. Esto lo vemos claramente en la primera carta de Pablo, en sus dos oraciones por la santificación de los tesalonicenses. Entre estas oraciones, Pablo los exhorta a permitir que Dios los santifique.
Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros. Que El afirme vuestros corazones, que os haga irreprochables en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús que, de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os convie­ne conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Ya sabéis las instrucciones que os dimos por el Señor Jesús. La voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor, no en pasión desordenada, como los genti­les que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su hermano, porque, como ya os hemos dicho y testificado, el Señor es vengador de todo esto. Dios no nos ha llamado a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo. Acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más. Procurad tener tranquilidad, ocupándoos en vuestros negocios y trabajando con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera y no tengáis necesidad de nada...Que el mismo Dios de paz os santifi­que por completo; y todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo—, sea guardado irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará (3:12— 4:12; 5:23-24).
RESUMEN
Es imposible demostrar, sólo en base a 1 Tesalonicenses, todo lo que las iglesias de santidad han declarado sobre la entera santificación. Sin embargo, ni Wesley ni los wesleyanos han afirmado jamás que su teología se base exclusivamente en este pasaje o algún otro. La experiencia, la tradición y la razón son fuentes de apoyo esenciales de esta y cualquier otra doctrina cristiana.
La Biblia dice mucho más de la santidad aparte de lo que encon­tramos en 1 Tesalonicenses. Pero, en esta epístola hay más apoyo para la doctrina wesleyana de la entera santificación. Aunque es mucho lo que podríamos decir, mencionaremos algunas enseñanzas evidentes al tomar como base esta carta:
1.    La santificación es algo que Dios desea realizar en la vida de los creyentes. Dios llama a los creyentes a vivir en santidad y podemos confiar que, por medio de su don del Espíritu Santo, El proveerá la capacidad para cumplir lo que requiere su llamado. Dios no se contenta con que los paganos simplemente lleguen a ser creyentes. El quiere que dejen la vida vieja y demuestren su nueva lealtad a El. Dios quiere que los creyentes sean santificados. “Dios...desea que el estado de santidad que El nos da a través de la obra redentora de Cristo, se exprese en una calidad de vida que refleje su carácter y voluntad”. La santidad en el presente es un requisito esencial para el futuro glorioso que Dios ha planeado para su pueblo santo.
2.    Sin embargo, la santificación no es automática, como si Dios la realizara sin la cooperación y la autodisciplina humanas. Los creyentes deben aprender a controlarse. Aquellos que permiten que Dios los santifique, lo agradan a El y hacen la voluntad divina. Ellos están libres de culpa ante Dios. Aquellos que rechazan su llamado a la santidad, se alinean para recibir el castigo divino. David Peterson declara que la santificación es primordialmente otra manera de refe­rirse a “la conversión cristiana y la incorporación a la comunidad de creyentes”. El sostiene que “ser limpiado del pecado y apartado para el servicio de Dios...conlleva la obligación de reflejar la santidad de Dios en cada aspecto de nuestra vida”. Considera que, bíblicamente, es incorrecto referirse a una experiencia conmovedora de “renovación y rededicación al Señor y a su servicio” como santificación. Los wesleyanos estarían de acuerdo en que la conversión es una obra divina genuinamente santificadora, pero añadirían que es santificación inicial; es sólo el comienzo. Si la vida de santidad fuera el resultado inevitable de la conversión cristiana, no comprenderíamos la mayor parte de 1 Tesalonicenses. ¿Por qué le preocupaba a Pablo que creyentes genuinamente convertidos pudieran perderse? ¿Por qué envió a Timoteo en su misión para afirmar a los tesalonicenses en su fe? ¿Por que oró por la santificación de ellos? ¿Por qué los exhortó a vivir en santidad? Es evidente que las decisiones humanas y el compromiso son condiciones esenciales de la continua obra santificadora de Dios en la vida de los creyentes. Creer esto no es apoyar un punto de vista “centrado en lo humano”, de “progreso y crecimiento”, como parece indicar Peterson.
3.    Un solo momento santificador no es suficiente. El crecimiento en la santificación implica un proceso continuo. Esto requiere la cooperación continua de los creyentes, como lo indican las repetidas exhortaciones a que “abundéis en ello” y “más y más”. La oración de Pablo para que Dios los santifique “por completo” (1 Tesalonicenses 5:23) no puede entenderse de otra manera. Peterson correctamente afirma que “santidad siempre significa empezar de nuevo, reconociendo cada día nuestro estado como pueblo santo de Dios y viviendo como tal”. Sin embargo, también significa “ser formados más y más por la totalidad de la gracia que recibimos en Jesucristo —estamos siendo ‘glorificados”. Pero Peterson (erróneamente, en mi opinión) concluye que la referencia de Pablo a la “entera santificación”, en el versículo 23, habla de “la consumación de la obra santificadora de Dios”, es decir, la “glorificación” de los tesalonicenses. La lógica del texto contradice su afirmación de que la “entera santificación” debe equipararse con “el momento cuando veamos a Dios cara a cara”. La evidencia bíblica apoya la distinción que hacen los wesleyanos entre la santificación inicial, la entera santificación y la santificación final.
4.    El Señor es la Fuente del continuo “incremento y desborda­miento” de amor en la vida de los creyentes santificados. “La mayoría de los comentaristas…debido al uso de terminología de santidad en 1 Tesalonicenses 3:13; 4:3, 4, 7; 5:23, dan por sentado que aquí se ve un proceso de santificación después de la conversión”. Esta es la marca distintiva de la vida de santidad: crecimiento, avance hacia la madurez, y progreso en la vida cristiana, particularmente en cuanto al “amor”. El amor siempre creciente es “el medio” por el que los cristianos son hechos “irreprochables en santidad delante de Dios” en el centro mismo de su ser. Este “fortalecimiento interno del corazón en amor...es el secreto de la verdadera santidad. Ser irreprochable ante Dios está muy ligado con el vivir en amor, porque el amor influye en los pensamientos, los deseos, la motivación y la conducta”. El “amor y la santidad son dos formas relacionadas de ver la vida cristiana. La santidad se expresará primordialmente en amor, y el amor será el medio esencial por el cual se mantendrá la santidad”. El amor no debe confundirse con la “lascivia apasionada” de los paganos. De hecho, Pablo tiene cuidado de recalcar que la santificación involucra el ejercicio disciplinado de la sexualidad. Es evidente que el amor es más que un sentimiento. Amar a otros es rehusar utilizarlos para fines egoístas o para tomar ventaja de ellos. Por el contrario, involucra el compromiso para vivir responsablemente en relación con los creyentes y los incrédulos. Aquellos que saben que Dios los ama de manera incondicional y que han consagrado sus vidas por completo a El, ya no viven para ellos mismos ni según los valores de este mundo pagano.
Después de esa afirmación teológica, Pablo dice que el carácter de los cristianos es fundamentalmente diferente al de los paganos debido al carácter de su Dios. Los paganos se comportan como lo hacen porque “no conocen a Dios”. La moral cristiana involucra vivir "Como es digno de Dios, que os llamó”, no sólo “a su Reino y gloria” en el futuro, sino a “santificación” en el presente (1 Tesalonicenses 4:5; 2:12; 4:7). Pablo insiste en que el Dios que llamó a los cristianos también los hizo dignos de su llamamiento y los capacitó para cumplir “todo propósito de bondad” (2 Tesalonicenses 1:11-12). “Nadie puede ser ‘irreprochable en santidad’ sin el amor que el Espíritu de Dios inspira y para el cual capacita”
5.    La actividad santificadora de Dios afecta todo el ser del cris­tiano, “todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo”. Involucra una limpieza completa de todas las dimensiones de la vida (1 Tesaloni­censes 5:23). La santificación no puede restringirse a la motivación interna. Se expresa en la conducta externa y tangible. Pareciera renovar el carácter y la conducta de los creyentes. Comienza en nuestros corazones, pero luego debe manifestarse en lo que hacemos con las manos. No está restringida a los aspectos religiosos de la vida humana; Pablo recalca la transformación contracultural que la santificación realiza en el área más secular de la vida ética: la conducta sexual de los creyentes. Peterson en forma especial declara que la oración de Pablo por la “entera santificación” de sus lectores, en el versículo 23, “no se emplea en la forma en que los prominentes maestros de santidad la han entendido”. El recalca que la “entera santificación’ no es un momento de crisis en el proceso de la maduración cristiana, como propusieron Wesley y otros”. Y que “la santificación aquí no es una segunda obra de gracia, aunque claramente tiene un aspecto presen­te y otro futuro”. La mayoría de los exponentes de la doctrina de santidad estarían en desacuerdo con Peterson al respecto; él en realidad no prueba estos puntos, sino que sencillamente los declara. Pero, podemos estar de acuerdo en que la oración de Pablo, en el versículo 23, reúne “las exhortaciones pastorales principales de la sección precedente (4:1—5:22)”, que tiene que ver principalmente con “las normas éticas y la conducta”. Admitir que “Pablo está orando de manera resumida y general...para que se exprese por completo en sus vidas lo que significa ser el pueblo santo de Dios”, no es contradecir la enseñanza de las iglesias de santidad.
6.    Se espera que la santidad sea una realidad en la vida de los creyentes antes del regreso de Cristo. La frase “para la venida de nuestro Señor Jesucristo” no debe entenderse como una afirmación de que la santificación ocurre como resultado de la segunda venida o sólo al morir. Después de todo, Pablo ora para que los creyentes permanezcan “irreprochables” en preparación para el fin, no “hechos irreprochables” debido a ese fin. Peterson recalca que la “obra divina” de la entera santificación “está asociada con el regreso de Cristo”. La oración de Pablo en 5:23, para que los tesalonicenses sean guardados irreprochables, “continúa el énfasis de la primera parte del capítulo”. Según Peterson, los versículos 1-11 son la exhortación de pablo para que “sean sobrios y vivan en forma piadosa, porque ‘el día del Señor’ está cerca”. En el versículo 23, Pablo ora para que Dios haga eso posible. Sin embargo, contrario a lo que dice Peterson, ¿acaso no sugiere esto que la oración de Pablo debe ser respondida antes de la segunda venida? Si la entera santificación es el requisito para la glorificación, y no su equivalente, Pablo debe esperarla en este mundo y no en el mundo venidero.
Conclusión
Aunque estamos persuadidos de que el concepto de santificación que sostienen los wesleyanos y el movimiento de santidad es cohe­rente con una lectura objetiva de 1 Tesalonicenses, la honestidad nos compele a admitir que es posible tener otras interpretaciones. Los wesleyanos no deben titubear para referirse a su doctrina distintiva como “santidad bíblica”. No se basa en un libro ni en un texto bíblico, sino en todo el tenor de la Escritura. Cualesquiera que sean los aspectos que incluya el mensaje de la “santidad bíblica”, debe incluir el desafío de 1 Tesalonicenses. Dios espera integridad moral de su pueblo, porque El ha dado su Santo Espíritu a fin de darles el poder para vivir en este mundo ejemplarmente, a la semejanza de Cristo, mientras se preparan para el mundo venidero.
Los siguientes capítulos están basados en una amplia gama de textos bíblicos. En ellos no pretendemos tratar en forma exhaustiva el mensaje wesleyano ni todo lo que la Biblia tiene que decir sobre el tema de la santidad. Nuestro objetivo es más modesto. Son intentos, desde una perspectiva wesleyana personal, para recordarles, a aquellos que están de acuerdo con esta tradición, las implicaciones prácticas de la santidad en la vida diaria.

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