LA SANTIDAD
EN 1 TESALONICENSES
Panorama general
EL CONTEXTO HISTÓRICO DE
1 TESALONICENSES
Alrededor del año 50 a.C., durante
el denominado segundo viaje misionero de Pablo, el apóstol llegó a
Tesalónica desde Filipos por el gran camino militar llamado la Vía
Ignacia. Las dos ciudades estaban localizadas en la provincia romana
de Macedonia, en lo que hoy se conoce como el norte de Grecia. Estas
ciudades traen a la memoria las hazañas que realizó cuatro siglos
antes el famoso conquistador Alejandro Magno. Filipos fue nombrado
en honor a su padre, Felipe; y Tesalónica, en honor a su
hermanastra. En su visita, Pablo llegó con sus compañeros Silas y
Timoteo (véase 1 Tesalonicenses 1:1, 5-8; 2:1-14; 3:1-6; Filipenses
4:16; Hechos 17:1-10; 18:5).
Pablo describe las circunstancias
de su visita en 1 Tesalonicenses 2:1-2: “Vosotros mismos sabéis,
hermanos, que nuestra visita a vosotros no fue en vano, pues
habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis,
Dios nos dio valor para anunciaros su evangelio en medio de una
fuerte oposición”. Pablo le da sólo a Dios el crédito por el valor
que le permitió predicar en tales circunstancias (véase 1:5 y 2:13).
Por lo tanto, Dios fue responsable de que esos paganos gentiles se
convirtieran en forma maravillosa de su anterior idolatría (1:9).
No sabemos de seguro por cuánto
tiempo ministró Pablo entre los tesalonicenses. Pudo ser por unas
semanas (véase Hechos 17:2), pero también pudo ser por varios meses.
Durante su estadía, Pablo ejerció su oficio haciendo carpas (1
Tesalonicenses 2:9). Y, más de una vez la generosa iglesia de
Filipos le envió ayuda financiera para apoyar su misión en
Tesalónica (Filipenses 4:16). Pablo se quedó allí suficiente tiempo
como para establecer una afectuosa relación de confianza mutua con
sus convertidos (1 Tesalonicenses 1:5-7; 2:6-8, 10-12, 19-20), pero
no lo suficiente como para convencerse de que estaban listos para
continuar solos cuando fue forzado a salir de la ciudad. La nueva
congregación cristiana se desarrolló rápidamente y de manera
gratificante, aun ejemplar Sin embargo, la oposición obligó a Pablo
a salir prematuramente de esa ciudad (véase Hechos 17:5-10; 1
Tesalonicenses 2:14-16).
De Tesalónica, Pablo fue a Berea,
de allí a Atenas y luego a Corinto, de donde probablemente escribió
esta carta (véase Hechos 17:10—18:5; 1 Tesalonicenses 2:17—3:10). Es
imposible saber cuánto tiempo transcurrió entre su salida y esta
carta, pero deben haber sido sólo unas semanas o meses. Pablo
escribe del estrés emocional que sufrió al tener que separarse de
sus convertidos y al ver frustrados sus esfuerzos de regresar a
Tesalónica.
En cuanto a nosotros, hermanos,
separados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de
corazón, deseábamos ardientemente ver vuestro rostro. Por eso
quisimos ir a vosotros, yo, Pablo, ciertamente una y otra vez, pero
Satanás nos estorbó...Por eso, no pudiendo soportarlo más, acordamos
quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo...para confirmaros y
exhortaros respecto a vuestra fe, a fin de que nadie se inquiete por
estas tribulaciones...Por eso también yo, no pudiendo soportar más,
envié para informarme de vuestra fe, pues temía que os hubiera
tentado el tentador y que nuestro trabajo hubiera resultado en vano
(1 Tesalonicenses 2:17-18; 3:1-3, 5).
La misión de Timoteo en Tesalónica
fue un éxito rotundo. Su regreso y su reporte a Pablo sobre la
perseverancia de los hermanos Como cristianos es lo que trata de
inmediato Pablo en su primera Carta a los tesalonicenses.
Pero cuando Timoteo regresó, nos
dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos
recordáis con cariño, y que deseáis vernos, como también nosotros a
vosotros. Por eso, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y
aflicción fuimos consolados al saber de vuestra fe. De modo que
ahora hemos vuelto a vivir, sabiendo que estáis firmes en el Señor.
Por lo cual, ¿qué acción de gracias podremos dar a Dios por
vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros
delante de nuestro Dios, orando de noche y de día con gran
insistencia, para que veamos vuestro rostro y completemos lo que
falte a vuestra fe?
Pablo se regocijó por las noticias
que Timoteo le dio acerca de la fidelidad de los tesalonicenses.
Aunque sólo podía alabarlos como cristianos, aún le preocupaba que
su fe fuera deficiente. El les envió la carta que conocemos como 1
Tesalonicenses como sustituto de una visita personal que tanto
deseaba y pedía en oración. Parece razonable suponer que él
escribió lo que les habría dicho en persona.
EL CONTEXTO LITERARIO DE
1 TESALONICENSES
La Primera Epístola a los
Tesalonicenses es una carta que se escribió por un motivo especial.
Pablo la escribió en respuesta a una situación de la vida real. Es
en verdad una carta, no sólo un tratado teológico que él envió.
Tiene todas las características de las cartas que se escribían
durante la época helenista y de las otras cartas de Pablo, pero con
una excepción. Generalmente Pablo agradece a Dios por sus lectores
después del saludo inicial, y luego continúa con los asuntos a
tratar. Sin embargo, aquí el agradecimiento parece ser el asunto a
tratar.
La sección de 1:2—3:13 está
dedicada completamente a dar gracias a Dios por la fidelidad de
estos nuevos cristianos (véase especialmente 1:2-3; 2:13; 3:9). Aun
cuando Pablo cambia en los capítulos 4 y 5, para animar y exhortar,
su enorme gratitud por los tesalonicenses es obvia.
LAS ENSEÑANZAS PRINCIPALES DE
1 TESALONICENSES
Las cartas de Pablo no son textos
de teología. No hay secciones organizadas lógicamente que se
dediquen a temas como la doctrina de Dios, antropología,
hamartiología o soteriología. La teología que se encuentra en las
cartas paulinas no es sistemática, sino pastoral, y responde a
situaciones especiales. Pablo escribe como un pastor fundador
preocupado por sus recién convertidos que necesitan ánimo.
Sin embargo, la teología pastoral
es una teología real. Y, la teología que responde a situaciones a
menudo es más pertinente para la vida diaria que las teorías
especulativas que a veces llamamos teología. Además de enfocar su
atención en la santificación, 1 Tesalonicenses también enseña
acerca de temas teológicos importantes como la elección divina y la
escatología. (También hay una conexión cercana entre las tres
doctrinas en 2 Tesalonicenses 2:13-15).
Elección
Los cristianos de la tradición de
santidad tendemos a dejar de lado la doctrina de la elección divina.
Como reacción a las excesivas afirmaciones del calvinismo clásico,
le damos poco énfasis a esta significativa verdad bíblica.
Necesitamos que se nos recuerde, como lo hace la doctrina de la
elección, que es el llamado de la gracia de Dios el que hace posible
que seamos contados entre los salvados. Dios toma la iniciativa en
la salvación. La doctrina de la elección nos recuerda claramente que
no somos nosotros los que escogemos hacernos cristianos cuando
queramos, en nuestros propios términos. Nos recuerda que la
conversión y la entera santificación —de hecho, todo lo que Dios
hace en nuestras vidas— no son metas, sino vocaciones, llamados. La
vida cristiana es un peregrinaje en el que tomamos parte sólo por
invitación. Tal vez comience con un momento de crisis, tal como el
dejar los ídolos, pero servir a Dios es necesariamente un proceso
(véase 1 Tesalonicenses 1:10).
La fe no es un fin en sí mismo. No
nos convertimos simplemente para convertimos. Somos llamados a vivir
sobre la base de la nueva relación con Cristo. La doctrina de la
elección nos recuerda también que la fe sola en la oferta de Dios
para salvación no es suficiente. Si no fuera por el llamado de Dios,
nunca podríamos responder con fe. Si no fuera por su gracia, nuestro
arrepentimiento nunca resultaría en perdón. La salvación no depende
de nosotros. No es nuestro arrepentimiento el que nos salva. No es
nuestra fe la que nos salva. No es nuestra obediencia la que nos
salva. Es Dios quien nos salva.
Entonces, ¿por qué escuchamos tan
poco sobre la doctrina de la elección en nuestras iglesias? A
diferencia de algunas tradiciones cristianas, las iglesias de la
tradición wesleyana arminiana están convencidas de que la elección
divina no es efectiva por sí sola. Dios no escoge salvar a algunos y
excluir a otros. Creemos que su llamado se extiende a todos, y
cualquiera que responda fielmente a su llamado será salvo. Si no
fuera por su llamado, nadie podría llegar a ser cristiano. Sin
embargo, tristemente, hay algunos a quienes Dios llama que no
aceptan su elección, no le sirven en el oficio para el cual El los
eligió, y rehúsan vivir como es digno del llamado de Dios. Y,
algunos que responden al comienzo, más tarde se alejan por una razón
u otra. Jesús lo expresó así: “Pues muchos son llamados, pero pocos
escogidos” (Mateo 22:14).
Es difícil pasar por alto el
énfasis que hace Pablo en la doctrina de la elección al describir la
evidencia impresionante de la conversión de los tesalonicenses a
Cristo. “Sabemos, hermanos amados de Dios, que él os ha
elegido...porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis
de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según
es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los
creyentes” (1 Tesalonicenses 1:4; 2:13).
Su fidelidad fue más impresionante
aún porque sabían que vivir como cristianos en un ambiente hostil no
sería fácil. Ellos sabían de los sufrimientos de Pablo (2:2).
Además, él les había advertido que ellos también sufrirían por su fe
(3:3-4). La forma en que soportaron el sufrimiento los hizo
imitadores de Pablo y sus colegas, de las iglesias de Judea y del
mismo Señor Jesús (1:5-6; 2:14-15). Aún más, los hizo ejemplos de
perseverancia para los creyentes en Macedonia y Acaya (1:7-10).
Acaya era la provincia romana en el sur de Grecia, en donde estaban
localizadas las iglesias de Corinto y Cencrea (Romanos 16:1) que
Pablo había fundado.
La celebración de Pablo por estas
expresiones tangibles de la elección de los tesalonicenses y su fe
cristiana vital fue lo que inspiró su acción de gracias a través de
tres capítulos. “Recordamos ante nuestro Dios y Padre la prueba
práctica de vuestra fe, el trabajo motivado por vuestro amor, y la
perseverancia inspirada por vuestra esperanza en nuestro Señor
Jesucristo” (1 Tesalonicenses 1:3, paráfrasis del autor; véase
también 5:8, en donde la conocida tríada de fe, esperanza y amor
aparece nuevamente; Cf. Romanos 5:1-5; 1 Corintios 13:13; Gálatas
5:5-6; Colosenses 1:4-5). Su fe, esperanza y amor demostraban su
elección divina (véase 1 Tesalonicenses 1:4). En 1:5-10, Pablo
ofrece dos pruebas más de su elección: Primero, el carácter de la
proclamación del evangelio que realizaba él (v. 5), y segundo, el
carácter de la respuesta de ellos al evangelio (vv. 6-10). En
2:1-16, él describe más ampliamente estas pruebas en el mismo orden,
esta vez dando mayor atención a su propio carácter (vv. 1-12) y
refiriéndose más brevemente al de ellos (vv. 13-16).
Pablo no criticó en manera alguna
la conducta cristiana de los tesalonicenses, aunque recién se habían
convertido del paganismo; sólo los elogió. Tuvo especial cuidado de
animarlos a continuar viviendo como lo estaban haciendo.
Por lo demás, hermanos, os rogamos
y exhortamos...que, de la manera que aprendisteis de nosotros cómo
os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y
más...Acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os
escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os
améis unos a otros; y también lo hacéis así con todos los hermanos
que están por toda Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que
abundéis en ello más y más...Por lo cual, animaos unos a otros y
edificaos unos a otros, así como lo estáis haciendo...Pero vosotros,
hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda
como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del
día; no somos de la noche ni de las tinieblas (1 Tesalonicenses 4:1,
9-10; 5:11, 4-5).
En ninguna forma la conversión de
los tesalonicenses fue deficiente. Eran cristianos genuinos, aun
ejemplares. Sin embargo, a pesar de la confianza de Pablo en ellos,
les envió a Timoteo, “nuestro hermano, servidor de Dios y
colaborador nuestro en el evangelio de Cristo” (3:2; véase 2 Pedro
1:10).
Pablo consideró posible que los
tesalonicenses perdieran la fe y se alejaran de Dios, a pesar de que
El los había elegido y que la conversión de ellos había sido
genuina.
Escatología
La preocupación de Pablo de que
los tesalonicenses pudieran perder la fe no se debía a lo inadecuado
de su conversión, sino a lo contingente de la salvación. La
salvación no es sólo un evento pasado y una experiencia presente,
sino también una expectativa futura.
…os convertisteis de los ídolos a
Dios, para servir al Dios vivo y verdadero y esperar de los cielos a
su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra
de la ira venidera...Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos
del día...Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios,
habiéndonos vestido con la coraza de la fe y del amor, y con la
esperanza de salvación como casco. Dios no nos ha puesto para ira,
sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo,
quien murió por nosotros para que ya sea que vigilemos, o que
durmamos, vivamos juntamente con él (1 Tesalonicenses 1:9-10, 5:5,
8-10).
Los cristianos viven “entre los
tiempos”. La muerte de Cristo en el pasado hace posible la salvación
para todos. Para hacer que la salvación sea personal, El invita a
la gente a dejar su vida de pecado para iniciar una vida de santidad
y servicio a Dios. Aquellos que aceptan su invitación en el
presente, ya viven con El como hijos de ese día futuro cuando la
salvación será completa. Sólo entonces los creyentes estarán
“siempre con el Señor” (4:17; véase 2 Tesalonicenses 2:13-15).
Mientras tanto, son llamados a vivir “como es digno de Dios, que
[les] llamó a su Reino y gloria” (1 Tesalonicenses 2:12). La
salvación, en el sentido más pleno, es una esperanza futura—algo que
recibiremos si permanecemos fieles en el presente.
Pablo discute aspectos de la
escatología (la doctrina de las últimas cosas) tales como la
segunda venida de Cristo, la resurrección de los muertos, y el
juicio final. Pero no lo hace simplemente para satisfacer la
curiosidad de sus lectores. La escatología describe la meta última
de la elección: la salvación final. El llamado de Dios a la
salvación en el pasado y el prospecto del juicio divino en el
futuro son motivaciones importantes para vivir en santidad en el
presente. La elección y la escatología nos motivan a preparamos para
el “examen final” más importante de la vida.
Durante el último semestre en la
universidad, experimenté el poder transformador de la confianza
inmerecida a nivel humano. En ese tiempo estaba recién casado, tenía
tres empleos y era estudiante de tiempo completo. Realmente tenía
que hacer malabares con mi tiempo. Al acercarse el fin del semestre,
era obvio que no podría terminar a tiempo una monografía
importante. Una conversación de último momento con el profesor sólo
profundizó mi desesperación. Le mostré la investigación y el trabajo
preliminar que había realizado para la monografía. Pero, aún
necesitaba varios días de trabajo para terminarla, y sólo tenía
algunas horas disponibles. Puesto que formaba parte de la clase
graduanda, la fecha de entrega de las calificaciones era más
temprano de lo que yo esperaba. A pesar de las noches sin dormir y
los días intensos, la fecha de entrega llegó y pasó, y la monografía
aún estaba incompleta. El día después de la entrega de las
calificaciones, tímidamente toqué a la puerta de la oficina del
profesor Woodruff, preparado para aceptar lo peor. Le pregunté qué
calificación me había dado por mi clase incompleta. El dijo: “Yo sé
que terminarás la monografía y que harás un buen trabajo. Por lo
tanto, te di la nota máxima”. ¡La nota máxima! Quedé asombrado.
Emocionado. ¡Me sentí capaz de hacer lo imposible! La generosa
expresión de confianza del profesor no me permitiría darle sino la
mejor monografía que hubiera escrito. Y lo fue, no por mi esfuerzo,
sino porque su consejo y sus altas expectativas me permitieron hacer
algo que de otra manera hubiera sido imposible.
Con esto no estamos diciendo que
los cristianos de alguna forma obtienen la salvación como en un plan
de crédito: “Compre ahora y pague después”. Nunca podremos merecer
el llamado de la gracia de Dios. Permanecemos indignos, pero su
llamado nos transforma en personas que nunca podríamos ser sin
alinear nuestra vida con sus ambiciosos planes para nosotros. Vivir
como es “digno de Dios” es vivir ahora en una manera que esté de
acuerdo con nuestro destino futuro. Es llegar a ser lo que sólo la
gracia de Dios hace posible. Es estar “genuinamente santificado”.
Sin embargo, la doctrina de la escatología es un recordatorio
importante de que el tiempo de las oportunidades se acabará tarde o
temprano. También es un recordatorio de que sólo en el cielo habrá
terminado nuestro tiempo de prueba y nuestro destino estará sellado
para vivir eternamente con el Señor. Aquellos cuya doctrina de la
“seguridad eterna” los guía a declarar: “Una vez que soy salvo,
siempre seré salvo”, en parte tienen razón. El problema es: No
seremos salvos en ese sentido escatológico sino hasta que escuchemos
el sonido de las puertas de perla cerrándose detrás de nosotros.
Santidad
La doctrina de la santificación,
como la presenta 1 Tesalonicenses, está íntimamente relacionada con
las doctrinas de elección y escatología. Un Dios santo llama a los
creyentes a vivir en santidad como preparación esencial para la vida
eterna con El. Esto lo vemos claramente en la primera carta de
Pablo, en sus dos oraciones por la santificación de los
tesalonicenses. Entre estas oraciones, Pablo los exhorta a permitir
que Dios los santifique.
Y el Señor os haga crecer y
abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también
lo hacemos nosotros para con vosotros. Que El afirme vuestros
corazones, que os haga irreprochables en santidad delante de Dios
nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos
sus santos. Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el
Señor Jesús que, de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os
conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más. Ya
sabéis las instrucciones que os dimos por el Señor Jesús. La
voluntad de Dios es vuestra santificación: que os apartéis de
fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa
en santidad y honor, no en pasión desordenada, como los gentiles
que no conocen a Dios; que ninguno agravie ni engañe en nada a su
hermano, porque, como ya os hemos dicho y testificado, el Señor es
vengador de todo esto. Dios no nos ha llamado a inmundicia, sino a
santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre,
sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo. Acerca del amor
fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros
mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros; y también
lo hacéis así con todos los hermanos que están por toda Macedonia.
Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más. Procurad
tener tranquilidad, ocupándoos en vuestros negocios y trabajando con
vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os
conduzcáis honradamente para con los de afuera y no tengáis
necesidad de nada...Que el mismo Dios de paz os santifique por
completo; y todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo—, sea guardado
irreprochable para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el
que os llama, el cual también lo hará (3:12— 4:12; 5:23-24).
RESUMEN
Es imposible demostrar, sólo en
base a 1 Tesalonicenses, todo lo que las iglesias de santidad han
declarado sobre la entera santificación. Sin embargo, ni Wesley ni
los wesleyanos han afirmado jamás que su teología se base
exclusivamente en este pasaje o algún otro. La experiencia, la
tradición y la razón son fuentes de apoyo esenciales de esta y
cualquier otra doctrina cristiana.
La Biblia dice mucho más de la
santidad aparte de lo que encontramos en 1 Tesalonicenses. Pero, en
esta epístola hay más apoyo para la doctrina wesleyana de la entera
santificación. Aunque es mucho lo que podríamos decir, mencionaremos
algunas enseñanzas evidentes al tomar como base esta carta:
1. La santificación es algo
que Dios desea realizar en la vida de los creyentes.
Dios llama a los creyentes a vivir en santidad y podemos confiar
que, por medio de su don del Espíritu Santo, El proveerá la
capacidad para cumplir lo que requiere su llamado. Dios no se
contenta con que los paganos simplemente lleguen a ser creyentes. El
quiere que dejen la vida vieja y demuestren su nueva lealtad a El.
Dios quiere que los creyentes sean santificados. “Dios...desea que
el estado de santidad que El nos da a través de la obra redentora de
Cristo, se exprese en una calidad de vida que refleje su carácter y
voluntad”. La santidad en el presente es un requisito
esencial para el futuro glorioso que Dios ha planeado para su pueblo
santo.
2. Sin embargo, la
santificación no es automática, como si
Dios la realizara sin la cooperación y la autodisciplina humanas.
Los creyentes deben aprender a controlarse. Aquellos que permiten
que Dios los santifique, lo agradan a El y hacen la voluntad divina.
Ellos están libres de culpa ante Dios. Aquellos que rechazan su
llamado a la santidad, se alinean para recibir el castigo divino.
David Peterson declara que la santificación es primordialmente otra
manera de referirse a “la conversión cristiana y la incorporación a
la comunidad de creyentes”. El sostiene que “ser limpiado del pecado
y apartado para el servicio de Dios...conlleva la obligación de
reflejar la santidad de Dios en cada aspecto de nuestra vida”.
Considera que, bíblicamente, es incorrecto referirse a una
experiencia conmovedora de “renovación y rededicación al Señor y a
su servicio” como santificación. Los wesleyanos estarían
de acuerdo en que la conversión es una obra divina genuinamente
santificadora, pero añadirían que es santificación inicial; es sólo
el comienzo. Si la vida de santidad fuera el resultado inevitable
de la conversión cristiana, no comprenderíamos la mayor parte de 1
Tesalonicenses. ¿Por qué le preocupaba a Pablo que creyentes
genuinamente convertidos pudieran perderse? ¿Por qué envió a Timoteo
en su misión para afirmar a los tesalonicenses en su fe? ¿Por que
oró por la santificación de ellos? ¿Por qué los exhortó a vivir en
santidad? Es evidente que las decisiones humanas y el compromiso
son condiciones esenciales de la continua obra santificadora de Dios
en la vida de los creyentes. Creer esto no es apoyar un punto de
vista “centrado en lo humano”, de “progreso y crecimiento”, como
parece indicar Peterson.
3. Un solo momento
santificador no es suficiente. El
crecimiento en la santificación implica un proceso continuo. Esto
requiere la cooperación continua de los creyentes, como lo indican
las repetidas exhortaciones a que “abundéis en ello” y “más y más”.
La oración de Pablo para que Dios los santifique “por completo” (1
Tesalonicenses 5:23) no puede entenderse de otra manera. Peterson
correctamente afirma que “santidad siempre significa empezar de
nuevo, reconociendo cada día nuestro estado como pueblo santo de
Dios y viviendo como tal”. Sin embargo, también significa “ser
formados más y más por la totalidad de la gracia que recibimos en
Jesucristo —estamos siendo ‘glorificados”. Pero Peterson
(erróneamente, en mi opinión) concluye que la referencia de Pablo a
la “entera santificación”, en el versículo 23, habla de “la
consumación de la obra santificadora de Dios”, es decir, la
“glorificación” de los tesalonicenses. La lógica del
texto contradice su afirmación de que la “entera santificación” debe
equipararse con “el momento cuando veamos a Dios cara a cara”.
La evidencia bíblica apoya la distinción que hacen los wesleyanos
entre la santificación inicial, la entera santificación y la
santificación final.
4. El Señor es la Fuente del
continuo “incremento y desbordamiento” de amor en la vida de los
creyentes santificados.
“La mayoría de los comentaristas…debido al uso de terminología de
santidad en 1 Tesalonicenses 3:13; 4:3, 4, 7; 5:23, dan por sentado
que aquí se ve un proceso de santificación después de la
conversión”. Esta es la marca distintiva de la vida de
santidad: crecimiento, avance hacia la madurez, y progreso en la
vida cristiana, particularmente en cuanto al “amor”. El amor siempre
creciente es “el medio” por el que los cristianos son hechos
“irreprochables en santidad delante de Dios” en el centro mismo de
su ser. Este “fortalecimiento interno del corazón en
amor...es el secreto de la verdadera santidad. Ser irreprochable
ante Dios está muy ligado con el vivir en amor, porque el amor
influye en los pensamientos, los deseos, la motivación y la
conducta”. El “amor y la santidad son dos formas
relacionadas de ver la vida cristiana. La santidad se expresará
primordialmente en amor, y el amor será el medio esencial por el
cual se mantendrá la santidad”. El amor no debe
confundirse con la “lascivia apasionada” de los paganos. De hecho,
Pablo tiene cuidado de recalcar que la santificación involucra el
ejercicio disciplinado de la sexualidad. Es evidente
que el amor es más que un sentimiento. Amar a otros es rehusar
utilizarlos para fines egoístas o para tomar ventaja de ellos. Por
el contrario, involucra el compromiso para vivir responsablemente en
relación con los creyentes y los incrédulos. Aquellos que saben que
Dios los ama de manera incondicional y que han consagrado sus vidas
por completo a El, ya no viven para ellos mismos ni según los
valores de este mundo pagano.
Después de esa afirmación
teológica, Pablo dice que el carácter de los cristianos es
fundamentalmente diferente al de los paganos debido al carácter de
su Dios. Los paganos se comportan como lo hacen porque “no conocen a
Dios”. La moral cristiana involucra vivir "Como es digno de Dios,
que os llamó”, no sólo “a su Reino y gloria” en el futuro, sino a
“santificación” en el presente (1 Tesalonicenses 4:5; 2:12; 4:7).
Pablo insiste en que el Dios que llamó a los cristianos también los
hizo dignos de su llamamiento y los capacitó para cumplir “todo
propósito de bondad” (2 Tesalonicenses 1:11-12). “Nadie puede ser
‘irreprochable en santidad’ sin el amor que el Espíritu de Dios
inspira y para el cual capacita”
5. La actividad
santificadora de Dios afecta todo el ser del cristiano,
“todo vuestro ser —espíritu, alma y cuerpo”. Involucra una limpieza
completa de todas las dimensiones de la vida (1 Tesalonicenses
5:23). La santificación no puede restringirse a la motivación
interna. Se expresa en la conducta externa y tangible. Pareciera
renovar el carácter y la conducta de los creyentes. Comienza en
nuestros corazones, pero luego debe manifestarse en lo que hacemos
con las manos. No está restringida a los aspectos religiosos de la
vida humana; Pablo recalca la transformación contracultural que la
santificación realiza en el área más secular de la vida ética: la
conducta sexual de los creyentes. Peterson en forma especial declara
que la oración de Pablo por la “entera santificación” de sus
lectores, en el versículo 23, “no se emplea en la forma en que los
prominentes maestros de santidad la han entendido”. El
recalca que la “entera santificación’ no es un momento de crisis en
el proceso de la maduración cristiana, como propusieron Wesley y
otros”. Y que “la santificación aquí no es una segunda
obra de gracia, aunque claramente tiene un aspecto presente y otro
futuro”. La mayoría de los exponentes de la doctrina de
santidad estarían en desacuerdo con Peterson al respecto; él en
realidad no prueba estos puntos, sino que sencillamente los
declara. Pero, podemos estar de acuerdo en que la oración de Pablo,
en el versículo 23, reúne “las exhortaciones pastorales principales
de la sección precedente (4:1—5:22)”, que tiene que
ver principalmente con “las normas éticas y la conducta”.
Admitir que “Pablo está orando de manera resumida y general...para
que se exprese por completo en sus vidas lo que significa ser el
pueblo santo de Dios”, no es contradecir la enseñanza
de las iglesias de santidad.
6. Se espera que la santidad
sea una realidad en la vida de los creyentes antes del regreso de
Cristo. La frase “para la
venida de nuestro Señor Jesucristo” no debe entenderse como una
afirmación de que la santificación ocurre como resultado de la
segunda venida o sólo al morir. Después de todo, Pablo ora para que
los creyentes permanezcan “irreprochables” en preparación para el
fin, no “hechos irreprochables” debido a ese fin.
Peterson recalca que la “obra divina” de la entera santificación
“está asociada con el regreso de Cristo”. La oración
de Pablo en 5:23, para que los tesalonicenses sean guardados
irreprochables, “continúa el énfasis de la primera parte del
capítulo”. Según Peterson, los versículos 1-11 son la exhortación de
pablo para que “sean sobrios y vivan en forma piadosa, porque ‘el
día del Señor’ está cerca”. En el versículo 23, Pablo ora para que
Dios haga eso posible. Sin embargo, contrario a lo que dice
Peterson, ¿acaso no sugiere esto que la oración de Pablo debe ser
respondida antes de la segunda venida? Si la entera santificación es
el requisito para la glorificación, y no su equivalente, Pablo debe
esperarla en este mundo y no en el mundo venidero.
Conclusión
Aunque estamos persuadidos de que
el concepto de santificación que sostienen los wesleyanos y el
movimiento de santidad es coherente con una lectura objetiva de 1
Tesalonicenses, la honestidad nos compele a admitir que es posible
tener otras interpretaciones. Los wesleyanos no deben titubear para
referirse a su doctrina distintiva como “santidad bíblica”. No se
basa en un libro ni en un texto bíblico, sino en todo el tenor de
la Escritura. Cualesquiera que sean los aspectos que incluya el
mensaje de la “santidad bíblica”, debe incluir el desafío de 1
Tesalonicenses. Dios espera integridad moral de su pueblo, porque El
ha dado su Santo Espíritu a fin de darles el poder para vivir en
este mundo ejemplarmente, a la semejanza de Cristo, mientras se
preparan para el mundo venidero.
Los siguientes capítulos están
basados en una amplia gama de textos bíblicos. En ellos no
pretendemos tratar en forma exhaustiva el mensaje wesleyano ni todo
lo que la Biblia tiene que decir sobre el tema de la santidad.
Nuestro objetivo es más modesto. Son intentos, desde una perspectiva
wesleyana personal, para recordarles, a aquellos que están de
acuerdo con esta tradición, las implicaciones prácticas de la
santidad en la vida diaria.
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